Salvador Allende y su dramática hazaña (II parte y final)
22/10/2020
El expresidente dominicano Juan Bosch[1] —derrocado por un golpe de Estado, también en septiembre, pero de 1963— examinó los acontecimientos ocurridos en Chile a partir del testimonio de una de las figuras principales de la administración yanqui. Las valoraciones del caribeño, que tuvieron amplia repercusión continental, son otra demostración de que la barbarie no quedó impune.
Escribió el intelectual quisqueyano:
Kissinger afirma que entre 1962 y 1964 los gobiernos de Kennedy y Johnson habían contribuido con más de tres millones de dólares a la campaña política de Eduardo Frei, que en esos años era el oponente de Allende en la lucha por alcanzar la presidencia de Chile, y después dice que en 1968 Johnson había puesto a disposición de los adversarios de Allende varios cientos de miles de dólares para que los partidos opuestos a la Unidad Popular ganaran las elecciones de legisladores que se celebraron en marzo de 1969.[2]
Con la masacre ejecutada aquella jornada de 1973 se iniciaba un régimen fascista que sumió al hermano pueblo, hasta 1990, en una permanente violación de todos sus derechos fundamentales. La relación de crímenes cometidos en esa etapa es impresionante. La mayoría de los estudiosos del tema señalan el número de víctimas mortales en una cifra superior a los 3 000, sin incluir a los que sobrevivieron a las torturas.
La narración de Carmen Gloria Quintana, una joven universitaria de 18 años, quien sufrió en carne propia los horrores de la dictadura junto a su compañero Rodrigo Rojas, el 2 de julio de 1986, coloca sobre el tapete la crueldad de los golpistas.
Yo estaba de pie contra la pared. Me empieza a echar bencina desde la cabeza y a Rodrigo lo rocía como a una planta, porque él estaba tendido en el suelo. En esos momentos yo no pensé que la idea era quemarnos […]. Rodrigo Rojas no logró sobrevivir. Tenía un 70 % de la superficie de su cuerpo quemado y falleció cuatro días después. Yo tenía el 65 % de mi cuerpo quemado, también con quemaduras de segundo y tercer grado […]. Mi mamá me dio cariño y me dijo que era una chica valiente. Ella tiene harto sentimiento de culpa, porque cuando me vio la primera vez quemada pensó que era mejor que me muriera para que no sufriera […]. Los primeros años me hicieron 40 operaciones aproximadamente […]. Empecé a contar lo que me había sucedido y viajé a muchos países denunciando la situación de violación de los derechos humanos que vivíamos en Chile.[3]
El propio 11 de septiembre, pero del 2001, como se conoce, se produjeron los atentados terroristas contra el World Trade Center y otras instalaciones en territorio estadounidense. El intelectual argentino Miguel Bonasso, estableciendo un paralelismo entre ambos acontecimientos, escribió:
El dolor ha dejado de ser patrimonio exclusivo de los dominados y ha llenado de sangre el patio del vencedor. Terrible igualación que debería patrocinar conductas racionales y una búsqueda sincera de la paz. Pero eso no va a ocurrir: ésta no es la Edad de la Razón, sino una nueva y aún más tenebrosa Edad Media.[4]
Aquellos años de amordazamiento en la nación sudamericana propiciaron además que se instauraran modelos seudoculturales, exclusivamente enfilados hacia la maquinaria propagandística occidental. Uno de los investigadores y profesores de la Universidad Blas Cañas, de Santiago de Chile, lo explica así:
Si hace algunas décadas atrás nuestra gran poetisa, Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura, escribía: todas íbamos a ser reinas, la promesa subyacente no cumplida del modelo neoliberal fue: todos íbamos a ser empresarios o, como lo dijo Pinochet en uno de sus tantos discursos improvisados, queremos pasar de ser un Chile de proletarios a un Chile de propietarios. [5]
Otro de los aspectos terribles vinculados a la represión institucionalizada fue el hecho de que miles de luchadores chilenos, especialmente jóvenes, tuvieron que abandonar el país ante el riesgo inminente de ser asesinados. Gladys Marín, secretaria general de las Juventudes Comunistas al momento del zarpazo, fue una de ellos. En un revelador testimonio relata esos dramáticos instantes en que debió abandonar su tierra. Desgarrada por la situación impuesta, pero crecida en su estirpe de dirigente revolucionaria, Marín, quien luego de asumir la dirección del Partido Comunista Chileno se mantuviera al frente de la organización hasta su muerte, y que resultara la candidata presidencial de la izquierda en las elecciones de 1999, escribió:
El primer aterrizaje en el exilio fue Holanda, luego pasé por Luxemburgo. Después llegué a Moscú […]. No tenía nada, no quería tener nada, cualquier cosa que pudiera tener me ataba más al exilio. Yo tenía mi casa, mi país, mi compañero, mis hijos, y eso era mi todo, mi tesoro personal […]. Andaba por ciudades y no veía ciudades, la única ciudad que veía era la ciudad de la lucha, la ciudad de Jorge a la hora del toque de queda, a la ciudad donde los compañeros resistían. Quería, necesitaba volver […]. Y volví.
Una de las grandes privaciones a las que se sometió la luchadora comunista —cuyo esposo Jorge Muñoz fuera detenido el 4 de mayo de 1976, sin tener nunca más noticia alguna de él, engrosando la relación de desaparecidos por las dictaduras sudamericanas— fue no poder tocar el rostro de sus hijos durante 14 años, a pesar de que desde 1978 lograra retornar clandestinamente a su patria. Excavando en sus recuerdos, al pulsar las fibras más íntimas, cerebrales y del corazón, reveló:
Yo estaba en Chile y no podía verlos, por seguridad y para evitarles el temor que les infundiría el saber que yo podía estar en peligro. Llega un día en que Rodrigo, el mayor, se acerca a mi amiga Marta y le plantea directamente: “Quiero que le escriba a mi mamá y le diga que nos veremos ahora o no nos veremos nunca más” […]. Empezamos a planificar el viaje para enero de 1987. No era tan fácil. Tuve que conseguir documentos, encontrar un lugar donde la pasada a Argentina implicara menos riesgos […]. Cuando me acerqué a ellos y los vi tan grandes, casi tan iguales, no sabía cuál era Rodrigo, cuál era Álvaro. Fue un encuentro hermoso pero muy doloroso, muy trágico. Yo los había dejado niños, cuando recién comenzaban a recorrer la vida, y los volvía a ver seguros, con la rebeldía que da la adolescencia. ¿Cómo volver a ser madre después de haber sido por tantos años madre solo en sueños? [6]
John Dinges es otro de los expertos que ha examinado el tenebroso período, donde se concertaron políticas con la intención de barrer cualquier atisbo de resistencia contra la hegemonía imperial en la región. Con relación a la Operación Cóndor, que vertebró esas acciones, el profesor de periodismo en la Universidad de Columbia y miembro destacado del National Security Archive, señala:
La reunión para crear el sistema Cóndor se realizó en una de las mansiones de descolorida elegancia que pueblan la avenida más ancha de Santiago, la Alameda […]. Era hacia finales de noviembre de 1975 […]. Esos hombres veían a Estados Unidos como su líder en el escenario mundial de la Guerra Fría […]. Con agresividad y brutalidad nunca vista en América del Sur, Pinochet diezmó a la dirigencia de izquierda más grande y mejor organizada de la región.[7]
En esa misma línea la destacada periodista y escritora argentina Stella Calloni realizó una monumental investigación. Al exponer pruebas irrefutables, explica Calloni:
Después del 24 de marzo de 1976, cuando la Junta Militar argentina toma el poder mediante un golpe de Estado, el Plan Cóndor ya no tuvo límites y los crímenes conjuntos se sucedieron en toda la región. Algunos de los más resonantes lograron la atención del mundo. Otros fueron descubriéndose hasta dos décadas más tarde, o permanecen como secretos guardados bajo siete llaves por los responsables.[8]
Allende, mérito que se agiganta con el tiempo, echó a andar en el hemisferio, con especiales bríos, la posibilidad de edificar el socialismo, tomando como punto de partida el sistema electoral. Su propuesta de llevar adelante dicho proyecto por la vía pacífica, con todos los desafíos que ello implica, inspiró a diversas figuras de la región.
El inolvidable comandante Hugo Chávez fue una de ellas. Sobre sus inicios en la Academia militar, contó mucho después:
En una de las primeras reuniones, aún estaba yo en primer año de la Academia, leyendo documentos y prensa, me entero del viaje de Fidel Castro al Chile de Salvador Allende y al Perú de Velasco Alvarado. [9]
Décadas más tarde los enemigos que encontró el chileno no dejan de asomar su rostro. Ahora, sin embargo, unido al empleo de las tácticas de antaño incorporan otras más refinadas, para acabar con las alternativas que tienen lugar en diversas naciones.
Al final sigue latente la advertencia del Che, de que aun si en América Latina las fuerzas progresistas llegaban al gobierno, era de esperar que:
[…] a la captura formal de la superestructura burguesa del poder […] el tránsito hacia el socialismo […] deberá hacerse […] en medio de una lucha violentísima contra todos los que traten, de una manera u otra, de liquidar su avance hacia nuevas estructuras sociales. [10]
Todo ello agravado por una actitud sumisa, durante decenios, de élites nacionales, las cuales actuaban en correspondencia con los objetivos estratégicos de Washington hacia la región.
El destacado intelectual boliviano Juan Ramón Quintana Taborga, exministro de la Presidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, perseguido por las fuerzas golpistas que sacaron al presidente Evo Morales del gobierno, el 10 de noviembre del 2019 (y quien permanece asilado en la embajada de México en La Paz) lo expresa con claridad.
Tuvo más éxito la cultura de la negación a uno mismo, promovida por la mano imperial y encubierta bajo el disfraz de la cooperación y sus piadosos beneficios, traducidos en escuelitas de adobe, mantequilla o leche en polvo con el logotipo de Alianza para el Progreso-USAID o en letrinas pintadas de blanco con pedazos de calamina como techo. [11]
El dirigente chileno, en resumen, es una figura que necesitamos conocer y estudiar con mayor amplitud. Él significa uno de los pilares de un arduo y prolongado proceso de lucha (mediante disímiles formas) que tiene que nutrir e inspirar cada nuevo combate.
Como señaló el destacado politólogo argentino Atilio Borón, en vísperas del aniversario 45 de su heroico comportamiento ante las fuerzas golpistas:
Allende fue un hombre extraordinario de Nuestra América. Un socialista sin renuncios, un antimperialista sin concesiones, un latinoamericanista ejemplar […]. Lo de Allende era un grito de guerra contra el imperio y para Washington esto era totalmente inadmisible. Había que acabar con él de cualquier manera.[12]
Por último, dada su condición de homenaje especial, un fragmento de la intervención del Comandante en Jefe, en el acto conmemorativo del XIII aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución; de solidaridad con el heroico pueblo de Chile y de homenaje al doctor Salvador Allende, el 28 de septiembre de 1973, en la Plaza de la Revolución. A la ceremonia, con la presencia de más de un millón de cubanos, asistieron la señora Hortensia Bussi, viuda de Allende, y Beatriz Allende, una de sus hijas.
Nunca en este continente ningún presidente protagonizó tan dramática hazaña. Muchas veces el pensamiento inerme quedó abatido por la fuerza bruta. Pero ahora puede decirse que nunca la fuerza bruta conoció semejante resistencia, realizada en el terreno militar por un hombre de ideas, cuyas armas fueron siempre la palabra y la pluma.[13]