A la memoria del Dr. Felo, “el puya”

El hotel Capri tiene una ubicación privilegiada en la zona del Vedado. No es precisamente el más céntrico de todos los hoteles del centro de la ciudad, pero sí el de una mayor afluencia de público a su sala de fiestas y cabaret: el Salón Rojo.

El Rojo, como fue conocido en el ambiente nocturno de la ciudad, había sido pensado originalmente como casino del hotel, aunque nunca se descartó que se pudieran presentar conciertos o un espectáculo de cabaret; algo que terminó siendo su cometido una vez que se eliminó el juego en Cuba.

En la memoria colectiva, y en la discográfica, aún resuenan los ecos del disco Gina canta en el Capri, que fuera el debut discográfico de la cantante Gina León. Pero esa historia musical se remite a los años 60. Ahora bien, años después, había nuevos actores musicales y otros motivos creativos.

Desde comienzos de la década de los 80 el cabaret Salón Rojo contaba con la figura de Pello el Afrokán como su director artístico, y la fuerza de su show radicaba en la presencia de importantes figuras de la canción y, como era de esperar, con un cierre a cargo de alguna orquesta de moda. Pero las noches en el Salón Rojo no comenzaban precisamente en la puerta de este lugar.

Pello el Afrokán.

En la esquina donde convergen las calles N y 21, frente a la entrada principal del hotel Capri, se encuentra el restaurante Club 21 el que, a pesar de ser pequeño ―cuentan que fue un espacio robado al garaje del edificio allí construido— se convirtió en el lobby no solo del Salón Rojo o del cabaret Parisien del Hotel Nacional, sino de aquellos viandantes y artistas que asistían y trabajaban en esos dos lugares.

El 21, como comúnmente le llaman todos, desde siempre fue el lugar de reunión y parada obligada de todos los que decidían acudir al Salón Rojo. De hecho, en una de las esquinas de este minúsculo restaurante habanero se presentaban artistas de renombre que, la mar de las veces, terminaban su ronda laboral en los cabarets cercanos. A nadie sorprendería que Ela Calvo fuera la anfitriona de este lugar teniendo como guitarrista acompañante a Nelson Díaz, y que hiciera un dúo improvisado con Elena Burke o su hija Malena, o que entre el público estuviera el compositor José Antonio Méndez bebiendo un largo trago de ron antes de su actuación en el salón Pico Blanco. El mismo José Antonio que abría el estuche de su guitarra y cantaba una de sus canciones.

Pero volvamos al Salón Rojo.

Que Pello el Afrokán fuera su director artístico daba a este cabaret una distinción muy particular en la estructura de su talento. Tenía tres shows: el primero a las diez de la noche, el segundo a las 12:30 a.m. que casi siempre quedaba en manos de Juana Bacallao y su pléyade de seguidores. El cierre incluía a un o una cantante acompañado de una orquesta de puntería que gozara del favor del público.

Fue el Salón Rojo la plataforma de lanzamiento de una cantante como Malena Burke, que comenzó compartiendo escenario con su madre, Elena, en el primer show, hasta que une su voz a la orquesta NG la Banda (Nueva Generación); y de ese trabajo conjunto aflorará el disco A medianoche con Malena, producido por José Luis Cortés y Germán Velazco.

Lo de Juana Bacallao en el Capri era un mundo aparte. Ella y su banda Asesina daban un matiz diferente al universo nocturno de la ciudad. Solo Juana podía lograr que el segundo show de este lugar fuera uno de los más concurridos y apetecidos de la ciudad; tanto que siempre estaba desbordado de público. Y lo más curioso: ella no tenía nunca sentido del tiempo de duración de su presentación. Lo mismo duraba las dos horas previstas que se podía extender minutos más.

“Pero al Salón Rojo no solo asistían los amantes de las noches habaneras. También estaban los músicos, cantantes y otras personas involucradas en el mundo del cabaret”.

Pero al Salón Rojo no solo asistían los amantes de las noches habaneras. También estaban los músicos, cantantes y otras personas involucradas en el mundo del cabaret. En más de una oportunidad era posible encontrar allí a quienes asistían antes de su presentación en algún otro sitio nocturno o una vez terminada su faena.

El Capri era la antesala del fin de la noche que casi siempre ocurría en el Cabaret Las Vegas, situado frente a la emisora Radio Progreso, que cerraba sus puertas a las cinco o seis de la mañana, en dependencia de la afluencia de público.

Era lo más normal que una marcha de noctámbulos, músicos, bailarines y otros profesionales fuera del Capri a Las Vegas, una vez que terminaba el bailable que protagonizara la orquesta elegida. Es justo decir que Pello fue un gran promotor de aquellas formaciones musicales que vinieron surgiendo en los años 80.

El Salón Rojo del Capri fue uno de los primeros trabajos fijos de Adalberto Álvarez cuando decidió establecerse en La Habana y fundar su segunda orquesta, lo mismo ocurrió con otras bandas como La Y, dirigida por el baterista Fidel Morales, la misma NG la Banda y, entrados los años 90, con la que fundara el cantante Isaac Delgado.

Pello, en una jugada arriesgada, se atrevió a convertir el lunes, que era día de descanso del personal de los cabarets habaneros, en días de fiesta en el Salón Rojo, y comenzó a organizar tandas de bailables que comenzaban a las siete de la noche y terminaban a las dos o tres de la mañana, en dependencia de la afluencia de público o del peso de la orquesta.

Según contó en una oportunidad, ese día era el que merecían aquellos artistas para socializar y estar del otro lado del escenario.

Y así aconteció hasta que, a fines de 1992, se decretó el cierre de casi todos los cabarets de la ciudad debido a la realidad económica del país. Aun así, Pello mantuvo contra viento y marea sus bailables y, aunque no hubiera show, defendió la plantilla de su personal que emigró una parte hacia Tropicana, otra al Parisien y el resto se reinventó o pasó a retiro. El cierre definitivo fue a golpe de mozambique, la misma música con la que había tomado posesión del Salón Rojo una noche de 1981 cuando fue nombrado director artístico del lugar.

De todas formas, aún queda mucha noche por vivir de esta Habana de los años 80.

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