Ryukichi Terao: De libros universales siempre se puede traducir la esencia
El escritor japonés Kobo Abe sugería leer Cien años de soledad, la clásica novela del Premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez, comiendo sushi con mucho wasabi: el picante de la planta del wasabi estimula el hemisferio derecho del cerebro, donde se ubica el sentido del humor, pensaba uno de los renovadores de la literatura japonesa junto a Yukio Mishima y Yasunari Kawabata. Para Kobo Abe no se podía comprender la ramificada historia de los Buendía y Macondo sin el sentido del humor tan caribeño y al mismo tiempo universal que destilan las páginas escritas por el Gabo y publicadas en 1967.
Cien años de soledad se publicó en Japón por primera vez en 1972. La traducción es de Tadashi Tsuzami, quien también llevó al japonés ideográfico la obra de Alejo Carpentier, Manuel Puig, Jorge Luis Borges y Juan Carlos Onetti. La misma traducción es la que ha circulado, en diferentes ediciones, hasta hoy, pero una nueva edición de bolsillo, publicada por un sello especializado en manga, Shinchosha, el pasado 26 de junio, ha reencontrado al lector nipón con la novela paradigmática del llamado boom latinoamericano y ha sido todo un récord de venta: en apenas ocho semanas, según el diario The Mainichi, ha vendido 290 mil ejemplares, una cifra que ha sorprendido tanto a Ryo Kikuchi, a cargo de esta edición, como al mercado del libro, los críticos y lectores.
Uno de los atractivos de la nueva edición de bolsillo, que ha facturado casi lo mismo que todas las versiones de tapa dura impresas desde 1972, a pesar de ser más barata (y este es precisamente otro de sus puntos a favor) es la ilustración realizada por Ryuto Miyake, uno de los principales (y más cotizados) ilustradores de Japón, autor de campañas publicitarias para varias marcas de lujo, lo que añade valor a bibliófilos y lectores. El libro cuenta, además, con un prefacio de Yasutaka Tsutsui y una guía de lectura de Natsuki Ikezama, para acercar más el mundo de Macondo a los lectores nipones, justo cuando se conmemoran diez años del fallecimiento en México de García Márquez.
En los últimos años, el número de novelas latinoamericanas publicadas en Japón se incrementó notablemente, a la par del creciente interés (incluidos los círculos académicos) por la literatura de la región, principalmente por los autores del boom y el post-boom. Esto se vio potenciado por la publicación en 2020 de una guía escrita por Ryukichi Terao —uno de los más reconocidos traductores e investigadores de la literatura latinoamericana en Japón— que reúne a los 100 mejores autores de América Latina.
Profesor de la Universidad de Tokio —ciudad cosmopolita como pocas, con más de trece millones de habitantes—, el hispanista Ryukichi Terao quedó deslumbrado con la lectura de la novela La casa verde, de Mario Vargas Llosa. Como le preocupaba que muchas de las obras maestras de las letras hispanoamericanas quedaran inaccesibles al lector japonés, Terao ha llevado a su idioma natal, además de la obra del Nobel peruano, libros de Juan Gelman, García Márquez, José Donoso, Julio Cortázar, Onetti, Carpentier, Carlos Fuentes, Guillermo Cabrera Infante y recientemente la novela El hombre que amaba a los perros, del cubano Leonardo Padura.
Aunque reconoce que existe un largo camino por delante, en un intento de rescatar escritores que son poco conocidos en otras partes del mundo, Terao también ha llevado al español los textos de Junichiro Tanizaki, Kenzaburô Ôe, Kobo Abe y Ryûnosuke Akutagawa, entre otros autores.
Aunque él nos aclara que es una broma, el narrador y periodista mexicano Juan Villoro escribió en Espejo retrovisor (Fondo editorial de Casa de las Américas, 2013) que Terao vive satisfactoriamente en la patria de Sony sin disponer de reloj, teléfono celular ni agenda, y además, añade Villoro, Terao insiste en calcular la extinción de los japoneses, aunque me dice, optimista, cuando le pregunto por el estado de la literatura contemporánea, que no debemos perder la esperanza en el futuro.
Conversé con Ryukichi Terao con el objetivo de acercarnos a las características de su trabajo y a uno de los más importantes traductores y conocedores de nuestra literatura en el país del Sol Naciente.
La cultura y la literatura japonesas han imantado a varios escritores: Octavio Paz, Jorge Luis Borges, Roland Barthes… ¿A qué cree se debe esta fascinación inmediata?
Me parece natural, porque la literatura japonesa es singular, única en el mundo y tiene una trayectoria larga desde la época de Historia de Genji. Me alegra mucho que últimamente se haya renovado el interés con nuevas traducciones al español y que yo mismo haya podido colaborar de alguna manera.
A simple vista el español es un idioma menos cercano al contexto asiático que otros como el inglés o el francés. ¿Cómo surge en Terao el interés por estudiar el español?
Fue por casualidad. En los años 80 uno tenía que escoger los dos idiomas extranjeros que iba a estudiar durante la carrera en el mismo momento de mandar la solicitud de ingreso a la Universidad de Tokio, y yo escogí, sin ninguna conciencia, inglés y español. Cuando me aceptaron, ya ni recordaba que había tomado español, pero me dijeron que tenía que llevar seis horas semanales de idioma español. No había otro remedio.
¿Recuerda el primer libro de un autor hispanoamericano que leyó?
La casa verde de Vargas Llosa, que me sigue pareciendo muy buena. El mundo de violencia y prostitución, la estructura particular, su lirismo profundo, todo me pareció fabuloso.
¿Qué lo motivó a adentrase en los complejos terrenos de la traducción literaria?
En realidad no me interesaba hacer traducción hasta hace diez años. Mi primera traducción al japonés se publicó en 2009, cuando ya tenía 38 años y era profesor universitario.
Me dedico a traducir, por un lado, por el sentido de deber de quien ha llegado a tener cierto dominio de español gracias a la ayuda de muchos amigos y al apoyo de varias instituciones latinoamericanas y japonesas; y por el otro, por la pena que siento con las obras maestras de letras hispanas que se han quedado inaccesibles para lectores japoneses.
Partiendo de que del japonés al español no existe una traducción literal, precisa, ¿cómo se enfrenta Terao al hecho de convertir objetos intraducibles en algo legible?
No sabría contestar, porque yo, ignorante de teorías de traducción, sé traducir pero no sé hablar de la traducción. Frente a las dificultades, siempre termino encontrando soluciones en algún momento, pero en muchos casos no puedo estar seguro de que sean las más oportunas, hasta después de la publicación.
¿Cómo se las arregla a la hora de traducir estas expresiones coloquiales, que son propias de dialectos y que aportan matices y significados múltiples en una obra literaria?
No me queda más opción que acudir al japonés estándar, que en realidad es dialecto de Tokio, aunque a veces añado palabras de otros dialectos en busca de ciertos efectos.
¿Comúnmente traduce a aquellos escritores que admira o prefiere adentrase en zonas riesgosas, pero, digamos, estimulantes de la literatura?
Nunca me prostituyo en la traducción. Solo traduzco obras que me gustan y autores que admiro.
En el caso de las traducciones del japonés al español, ¿qué obstáculos ha encontrado?
Siempre tengo problemas en el momento de traducir objetos o fenómenos singulares de la cultura japonesa, que aparecen con frecuencia aun en un autor tan cosmopolita como Kobo Abe.
Abe es un escritor particular porque, al carecer de conocimientos de idiomas extranjeros, tenía que depender de la vida y la cultura japonesas para hacer planteamientos universales, y me origina muchas dificultades.
“De libros universales siempre se puede traducir la esencia, aunque se pierdan detalles”.
¿Cómo valora usted el panorama literario japonés que llega hasta Occidente?
Lo que se ha traducido siquiera al inglés es muy poco y tenemos mucho trabajo por delante. Yo mismo trataré de rescatar autores que permanecen desconocidos en Occidente.
¿Existen obras que no se pueden traducir o para usted todos los libros son, de alguna manera, traducibles? ¿En qué trabaja ahora Terao? ¿Qué libros mueven sus días?
De libros universales siempre se puede traducir la esencia, aunque se pierdan detalles. De momento queda pendiente la traducción de Noticias del Imperio de Fernando del Paso y La forma de las ruinas, de Juan Gabriel Vásquez, que son otros tremendos libracos.