Rodrigo Benavides: El lente y la historia
Rodrigo Benavides, Premio Nacional de Fotografía venezolano, participa con la exposición Orinoco Cubagua Ayacucho. Encrucijadas y metáforas Nuestroamericanas 1824-2024 en esta 15 edición de la Bienal de La Habana. En la presente entrevista, realizada por vía telefónica, nos cuenta sobre su vida, la fotografía, la historia latinoamericana y la propuesta artística que ha traído a la Fototeca.
¿Cómo se acercó usted por primera vez a la fotografía?
Bueno, fue una circunstancia afortunada, pues mi padre había guardado una cámara fotográfica que había utilizado mi hermano Gonzalo, mayor que yo. Falleció muy joven Gonzalo. Un día, siendo yo prácticamente un adolescente, tomé esa cámara del clóset de mi padre: abrí el clóset, vi la cámara, la tomé en mis manos, le quité la tapa y empecé a ver a través del visor. Recuerdo claramente que salí hacia la ventana, comencé a enfocar lo que había allí y bueno, al percatarme de la fuerza que se puede alcanzar al sólo reencuadrar ciertas cosas, al focalizarse en aspectos o en detalles de lo visible, me di cuenta que allí había, en ese aparato llamado cámara, un potencial formidable. Fue una revelación mental, por decir lo menos.
“Haber llegado a La Habana me complace mucho, yo siento que ese proyecto está en su propia casa, porque también el Caribe tuvo una dimensión, un desarrollo independentista…”
¿De qué manera su poética se ha visto entrelazada con la producción de fotografía documental?
En el texto que redacté para la presentación de esta exposición en la Fototeca, hago mención del uso de la fotografía bajo la idea de una lírica documental. El punto es que yo en ningún caso he querido modificar lo que fotografío. Es decir, mi función, al menos la que me he planteado, consiste en rescatar escenas del común para potenciarlas hacia otra cosa. O sea, una dimensión del pensamiento y de la reflexión, de la conciencia incluso, que sea útil a otras personas, no sólo para mí. De alguna manera hay la intención de emprender dos propósitos paralelos. Uno, que esa imagen o esas imágenes sean útiles por lo que sí engloban. Y que además conlleven una armonía interna propia de la poética. Es decir, no son sólo capturas documentales, que lo son en sí mismas, pero hay una pretensión, digamos, personal, que busca que sea palpitante, reverberante. Que de alguna forma alcance ese punto elevado de la poesía que en poco o con poco dice mucho.
¿Cómo surge este proyecto en particular y cómo se fue desarrollando?
Este proyecto es la continuación de una serie de temas históricos, venezolanos principalmente, pero en este caso adquiere ya una dimensión continental con la exposición Orinoco Cubagua Ayacucho. Aquí se combinan lo profesional y lo autoral, que no son necesariamente lo mismo. Sin embargo, el tema de la historia a mí siempre me cautivó. Siendo muy niño veía con frecuencia a mi padre leyendo todas las tardes, y al lado de su sillón siempre estuvo en la pared una carta del Libertador Simón Bolívar, original, enmarcada como un dibujo, que mi padre había recibido de sus parientes. Una carta muy valiosa, por cierto, no sólo porque estaba con la rúbrica original de Simón Bolívar, sino porque la carta en sí refería un aspecto importante de lo propio de la independencia venezolana. Entonces, por supuesto Simón Bolívar en Venezuela es un personaje fascinante, a todos nos llama, ¿no? Siempre hubo una conexión con la historia a través de esa carta. Posteriormente yo me convierto en un muy buen lector, debo decirlo, que es algo que se gana o que se logra o a lo cual tus padres te inducen, todo eso funcionó como un todo y finalmente yo desemboqué en la historia como lector. En una ocasión me encargaron un trabajo sobre la vida del prócer venezolano Francisco de Miranda, el precursor de la independencia continental hispanoamericana. De modo que por ahí fui yo acercándome no sólo a la historia a través de la lectura, sino que comencé a abordar temas históricos de manera progresiva. Entonces, en ese largo recorrido de varias décadas, hice en el año 2021 un proyecto denominado “Carabobo 2021. La escala de la historia” (cuyo catálogo doné a la Fototeca, por cierto, lo puedes ir a ver allá), porque en el campo de Carabobo fue donde tuvo lugar la gloriosa batalla que dio la independencia a Venezuela en particular.
Desde que culminé ese proyecto, que fue muy revelador para mí, comencé a pensar en esta gran fecha, que es el año 2024, cuando se cumplen los 200 años de la batalla de Ayacucho, que es la batalla decisiva para todo el continente, para que España regresase a su tierra y nos dejara aquí donde estamos nosotros. Entonces, ese proyecto se vino gestando durante tres años, y justamente cuando se hace esta exposición de Carabobo, yo fui invitado a formar parte del Centro de Estudios Simón Bolívar, que es un centro de investigación muy interesante, que por supuesto ha propulsado mi interés por la historia.
¿Qué lo llevó a expresar este proyecto de una forma tan didáctica?
Esta pregunta es muy interesante, te la agradezco mucho. Después de tres años de trabajo, el asunto didáctico siempre estuvo, digamos, como punto de foco, justamente porque la historia, para quien la conoce puede comprenderse más fácilmente, pero quien no la conoce podría quedar un poco desubicado. Entonces, en relación a la utilidad de lo didáctico, fue que en este caso pensé y se aplicó la idea de establecer un recorrido inducido, como ejes históricos. Comencé en la isla de Cubagua, en Venezuela, en 1498, y ese recorrido inducido está conformado por diálogos (que vienen a ser como capítulos) es decir, las fotos hablan. Las citas y los textos que acompañan esas fotografías también están generando contexto documental, en muchos casos obviamente también político, por la forma de escribir, no solo mía, sino de las personas que fueron invitadas por mí a participar en este proyecto. El hecho de que cada diálogo adquiere en sí mismo un contexto comprensible, permitió y permite que, al verse consecutivamente esos diálogos en la sala de exposición, el público puede entender por qué las cosas se van dando de la forma que allí se muestran. Y en este caso, como ves, hay un punto culminante, que es esa gran foto horizontal de la Pampa de la Quinua, sitio exacto donde tuvo lugar la Batalla de Ayacucho, el día 9 de diciembre de 1824, y que fue magistralmente dirigida por otro gran prócer venezolano, Antonio José de Sucre, un personaje de una dimensión verdaderamente colosal.
Los espacios, los objetos y las personas que los ocupan, así como su historia, tienen un lugar central en esta exposición. ¿Qué papel le da usted a estos elementos en su obra?
Bueno, un papel determinante. Fíjate que esta pregunta me da pie a mencionar dos cosas que están en la exposición y que no necesariamente se ven como tal.
Hay un grupo de imágenes que hacen metáfora al movimiento de personas que se trasladaron, en este caso desde Venezuela, desde el río Orinoco, por el sueño del libertador de ir al Perú para derrocar al virreinato del Perú radicado en Lima. Esa fue una gesta humana, un viaje, en que fuimos venezolanos y en el camino se fueron sumando colombianos, ecuatorianos, peruanos, hubo cubanos, hubo brasileños, hubo españoles que se sumaron a nuestra causa, gente del Reino Unido, de Francia, en fin, de otros países. Esa fue una gesta humana gloriosa, extraordinaria, que yo la he querido retomar no solo por la fecha del bicentenario, sino porque, en definitiva, ahí hay muchos asuntos aún dignos de retomarse y de los cuales se pueden hacer relecturas útiles para continuar. Porque nuestra historia no se acabó en la independencia. Ese fue un punto importante. Pero, en este caso, el abordar esa exposición, de alguna forma, como culmina con el tema de la paz, que será el gran logro humano, lo será. En algún momento lo tendrá que ser como un consenso global. Bueno, mientras no hayamos alcanzado eso, tenemos que encontrar cualquier ámbito de la reflexión que nos conduzca hacia esa gran meta a la cual estamos todos invitados.
Por un lado, también están las escenas inanimadas, o sea, donde no hay sino objetos o elementos inertes. Eso ocupa un lugar importante, todo objeto que está allí, no está allí por capricho, sino porque hay algo que ese objeto, digamos, refleja en relación a ese recorrido, a ese gran viaje, a esa gran travesía de la cual somos parte quienes vivimos en este continente latinoamericano.
¿Qué lo impulsó a participar en la Bienal de La Habana?
Bueno, yo fui invitado a participar en esta Bienal de La Habana por algunas autoridades de la Cultura en Venezuela, porque el tema ya yo lo había presentado antes. Este tema, por cierto, iba a ir a la Bienal de Venecia, pero finalmente hubo otra propuesta que fue la que participó y que aún está en Salas, allá en Italia. Finalmente, bueno, el camino era La Habana, y me complace, porque es un tema muy nuestro, de todos nuestros países, de todo el continente. Haber llegado a La Habana me complace mucho, yo siento que ese proyecto está en su propia casa, porque también el Caribe tuvo una dimensión, un desarrollo independentista, que, aunque distinto al de Tierra firme, también fue muy duro, fue muy cruel incluso, muy violento.
“…tomen la cámara como una extensión de su propio pensamiento”.
Como Premio Nacional de Fotografía que es, ¿qué consejo daría usted a los jóvenes interesados en la fotografía?
Lo primero que les diría es que tomen la cámara como una extensión de su propio pensamiento. Claro, poco a poco, ¿no? Les sugeriría evitar fotografiar de todo, que sean conscientes que fotografiar todo es ser un consumidor de nada, de banalidades, de caprichos tal vez. De modo que sería deseable ser conscientes de cada disparo que hacen. Es mejor fotografiar menos, tomar menos fotos, y que cada una tenga algo que decir, que fotografiar de todo, y que allí no encuentres nada. La mayor utilidad que alguien puede obtener tomando fotografías es eligiendo temas a desarrollar.
Hay tantas cosas pasando frente a uno, uno tiene que elegir en qué quiere enfocarse, en la elección de temas, ir catalogándolos por carpetas. En fin, en fotografía hace falta sistematizar el trabajo que se hace, eso es determinante, porque justamente al poder presentar grupos de fotos temáticas, pertenecientes a temas definidos, es que se puede entender un poco más la intencionalidad de quien está detrás de la cámara.