Rita, Lesbia, Flora y Zaida: empoderadas como el 23 de agosto
Todo parece indicar que es con Juana Borrero (1877-1896) y su lienzo “Pilluelos” (1896), cuando la presencia femenina en las artes visuales cubanas comienza a alcanzar notoriedad, lo cual no excluye la existencia de otros nombres. Lo cierto es que, aunque sabemos que es tema que merece estudios mayores, la lista de creadoras se fue ampliando lentamente, hasta el inevitable despegue de la escultora Rita Longa (1912-2000) y de las pintoras Amelia Peláez (1896-1968), Dolores “Loló” Soldevilla (1901-1971), Mirta Cerra (1904-1986) y Antonia Eiriz “Ñica” (1929-1995), entre otras.
A partir de la década del setenta, personalidades como Flora Fong, Zaida del Río y Belkis Ayón comienzan a figurar en el panorama plástico nacional. Son ellas parte de las concurrentes en los circuitos de legitimación y circulación del arte, erigidas como representantes de las nuevas promociones formadas y graduadas en las escuelas fundadas a partir del triunfo de la Revolución del 1ro. de enero de 1959, entre las cuales es obligado mencionar la Escuela Nacional de Arte (ENA); el Instituto Superior de Arte, actual Universidad de las Artes de Cuba (ISA), además de las academias provinciales de arte y las entonces Escuelas Elementales de Dibujo, Pintura y Escultura.
“Al celebrar este 23 de agosto, fecha antológica, símbolo de la participación femenina en la construcción del proyecto social cubano, no existen mejores ejemplos que Rita, Lesbia, Flora y Zaida para subrayar los espacios ganados en el universo de las artes visuales”.
El acelerado desarrollo de las artes visuales en nuestro país, junto a la idea de ponernos a tono con el mundo, conduce a la instauración del Premio Nacional de las Artes Plásticas en 1994. Desde entonces, ha sido esta distinción la manera más elevada de jerarquizar a los artistas seleccionados en ese campo.
El primer premiado fue Raúl Martínez (1927), quien fallece poco tiempo después. Una mujer, la escultora Rita Longa será galardonada en 1995, con lo cual se valida una obra multifacética, diseminada a lo largo y ancho de la isla. Pero en este premio a Rita había algo mucho más alto, que es la mirada que concede significación a la presencia femenina en la construcción del capital de las artes visuales de Cuba. En lo adelante y durante 24 años, ninguna otra figura femenina es condecorada con tal distinción. Fue en 2019, cuando este estímulo es recibido por la grabadora, escultora, pintora, diseñadora de modas, ensayista y líder de la cultura, Lesbia Vent Dumois (1932). Luego de una transición de dos años, en que son premiados el pintor y grabador Rafael Zarza (2020) y el escultor y pintor santiaguero Alberto Lescay Merencio (2021), se vuelve a encadenar a las féminas dentro de las gratificadas, con las entregas a Flora Fong y Zaida del Rio, en 2022 y 2023, respectivamente.
Al pensar sobre el asunto y sus complejidades, somos conscientes de que la balanza sigue inclinada hacia los hombres, pero sabemos del interés manifiesto por equilibrarla. Ya son cuatro premios en manos femeninas, lo cual se interpreta como inclusión y empoderamiento del género. Con Rita Longa se legitimó la voluntad de la mujer por encarar la experimentación con técnicas y materiales que por su complejidad estaban limitados al sexo masculino, como son la talla en bronce, en mármol y madera. Rita ha sido símbolo del interés por la modernidad que a lo largo del devenir histórico ha caracterizado al arte cubano.
El Premio fue el inicio de otros reconocimientos a un paradigma, que ha tenido su mejor expresión en la publicación del libro Rita Longa. Forma, espacio, luz. En sus páginas es posible encontrar imágenes de una parte importante de la producción simbólica de la artista. Presentado el pasado mes de febrero en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (MNBA) por la experta en escultura cubana, doctora María de los Ángeles Pereira, este volumen contiene, además, sendos ensayos de la arquitecta Emma Álvarez Tabío, nieta de Rita y de la investigadora y promotora del arte cubano, la doctora Llilian Llanes Godoy, junto a una “Cronología Comentada”, así como un listado bibliográfico que direcciona la consulta de fuentes sobre este tema. Rita, por tanto, es más que un premio, es un nombre imprescindible en el arte cubano de todos los tiempos.
Lesbia Vent Dumois fue ganadora del premio en 2019, con el cual se subraya la obra multifacética de toda la vida, que también incluye su sostenida entrega a la gestión de la cultura cubana y latinoamericanas, desde el ejercicio de diferentes responsabilidades institucionales dentro de las cuales, la Casa de las Américas y la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), de la cual ahora es vicepresidenta, no pueden ser soslayadas. Esa voluntad es palpable en el momento en que se escriben estas líneas cuando, plena de entusiasmo, anda inmersa en los preparativos del venidero congreso de la Uneac y, por otro lado, nosotros pensamos en el 6 de noviembre, fecha en que ella arribará a su 92 cumpleaños.
En Lesbia se conjugan muchos premios, por eso, el 2022, cuando, finalmente se logró hacer su exposición personal en el MNBA y cuando se presentó el Catálogo Razonado de su obra, nuestra inolvidable Corina Mestre se refirió a “El año de Lesbia”. Con Lesbia también se encomió la contribución del grabado al arte nacional. Sabemos de la entrega de Vent Dumois a otras manifestaciones, pero su empatía con las técnicas de impresión, su entendimiento con la gubia, el buril y la madera, desde los finales de la década del cuarenta del pasado siglo, cuando era estudiante de la Academia provincial de Dibujo y Pintura “Leopoldo Romañach” de Santa Clara, o como miembro de la Asociación de Grabadores de Cuba son incuestionables.
Cuando se confiere el Premio Nacional de las Artes Visuales a la pintora, escultora, grabadora, ilustradora y diseñadora Flora Fong García en el 2022, se ratifica el quehacer de una artista que ha logrado expresar, a través de su discurso plástico, su compromiso con las problemáticas de su tiempo. En la estética de Flora prevalece su interés por incorporar los valores de la cultura china, mezclándolos coherentemente con los de nuestra cubanía. Se sintetiza con ello, la persistencia del componente asiático en nuestra cultura.
Tanto en el lenguaje tridimensional, como en la pintura, en sus frutas, tronos imperiales en bronces o en su memorable “Equipaje amarillo”, Flora ha tejido, con fino hilo, la mágica unión entre nuestros dos países. Pero también, la mujer ha sido una constante, como lo expresa la serie La Nasobuqueña Tropical, edificada para rendir homenaje a todas las profesionales que se enfrentaron a la COVID-19.
Flora es la pintora de los girasoles, de las montañas topográficas, de los gallos, de la vegetación, de los mares bravíos, del paso de los huracanes, de los niños y de los ancianos, de las campesinas y de las profesionales elegantes y empoderadas. En su constante, ha visto las bondades de la caligrafía, la perfección y elegancia de los caracteres cuadrados, pero también lo útil de sus curvas y los ha integrado, como parte de la “mochila del artista” a su taller.
Desde enero del 2023, Zaida del Rio (1954) es la última artista condecorada con el Premio Nacional de las Artes Visuales. A ella corresponderá la elevada responsabilidad de presidir el jurado que seleccione al nuevo galardonado. Una obra múltiple en la cual se traduce su especial sensibilidad es el sello de su poética.
Representante de la generación de los sesenta, Zaida ha transitado por diferentes etapas de experimentación, que van desde el campo, con las vegas de tabaco y los niños, pasando por los caballos, el circo, hasta llegar a las mujeres pájaros, a sus polípticos sobre las religiones afrocubanas en la cultura cubana, a los pavos reales y a su coqueteo con Shiva, exponente de los mitos hindúes.
Al celebrar este 23 de agosto, fecha antológica, símbolo de la participación femenina en la construcción del proyecto social cubano, no existen mejores ejemplos que Rita, Lesbia, Flora y Zaida para subrayar los espacios ganados en el universo de las artes visuales. Los tiempos difíciles en que vivimos intencionan los procesos creativos hacia lo inminente, entendiendo que hace mucho dejamos atrás los estrechos límites de la creación. Estos tiempos han servido para vivificar la encomienda social del artista y su obra, como agente transformador de la sociedad. Esa es la tribuna desde la cual les corresponde desempeñar su rol. El empoderamiento femenino no es una consigna, es una verdad que pone a prueba las mejores habilidades; es un ejercicio de pensamiento, para que el talento y la creatividad fluyan de manera natural, amparados en la confianza personal y en la efectividad de lo que aportamos.