Revolución y antiimperialismo: la voz actual de una época
Si me dijeran: pide un deseo
Preferiría un rabo de nube
Que se llevara lo feo
Y nos dejara el querube.
Silvio Rodríguez, Rabo de nube.
La llamada historia contrafáctica carece de perspectiva, a no ser que se utilice para reafirmar los hechos por el análisis de su negación. ¿Qué habría sido de la Revolución Cubana sin su esencia antiimperialista? Sencillamente no hubiese sido revolución, el planteo de lo imposible, y más allá de la categoría casualidad que no negamos en algún hecho puntual, es un absurdo que no contempla el desarrollo histórico ni de Cuba, ni de su región, ni del imperio en sí mismo.
Cuba fue colonia y neocolonia, por tanto, fue anticolonial y antiimperialista. Basta reencontrarnos con el pensamiento de Martí, ese que fue autor intelectual en el año de su centenario del asalto al cuartel Moncada, para validar lo expuesto. En carta inconclusa a Manuel Mercado, en su último mensaje, decía aquel que murió por todas y todos nosotros, pero que sobre todo vivió por todas y todos nosotros, latinoamericanas y latinoamericanos sin exclusión. Aquel que tenía por concepto de Patria a la Humanidad:
Ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber, (…) de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. (…) Con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de Nuestra América, al norte revuelto y brutal que los desprecia. (…) Viví en el monstruo y le conozco las entrañas: —y mi honda es la de David. (Martí, 1985).
“Cuba fue colonia y neocolonia, por tanto, fue anticolonial y antiimperialista”.
Pero los hombres y mujeres nacen de sus pueblos, y la unidad contradictoria con su gente hace vibrar a estos líderes proféticos desde los confines de la historia con una territorialidad precisa.[1] Y así surgen alrededor de la primera gran crisis mundial y con posterioridad a la primera guerra mundial del siglo XX y la Revolución de 1917, o del México insurgente de Zapata y Villa, líderes como Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena, pocos años antes, pero en todo caso en los marcos de la revolución frustrada del 33, en tiempos del “despertar de la conciencia nacional”, como llamaran a los años 20 varios historiadores cubanos.
Las conexiones entre las posturas de Mella con contemporáneos revolucionarios y antiimperialistas como Mariátegui son conocidas. En Martínez Villena, que comienza su obra “Las contradicciones internas del imperialismo yanqui y el alza del movimiento revolucionario” con una frase de Martí (“En la naturaleza, como en los pueblos, todo lo necesario se crea, a su hora oportuna, de lo mismo que se le opone y contradice”), la conjunción del desarrollo nacional y la justicia social aparecen como sinónimos de antiimperialismo. Un socialismo propio y territorializado, producto de la cultura de un pueblo y su devenir histórico, que se presentaría chocante con las concepciones de la izquierda de su tiempo, más o menos contradictorios con los designios de la III Internacional para la región.
“El antiimperialismo corrió y corre por las venas de Cuba y del continente”.
Recordemos que ya para la segunda década del siglo Estados Unidos contaba o había contado con ejércitos de ocupación no solo en Cuba (1898 y 1906), sino en Haití, Nicaragua, Honduras y otros, desplegando su poderío represor. Así se expresaba Villena en tiempos de la crisis del 1933, destacando las particularidades en cuestión:
Procuraremos especialmente poner de relieve las contradicciones interiores del régimen del dominio imperialista en Cuba, no solo por la importancia que ellas tienen para el conocimiento de la situación económica del país, sino también porque solo descubriendo y considerando esas contradicciones podremos tener un real entendimiento de los acontecimientos políticos que tienen lugar en Cuba, de las maniobras del gobierno o de la oposición burgués-latifundista, de sus respectivas conexiones con distintos grupos industriales o financieros de Estados Unidos, de su posición para con el gobierno de Washington, así como de las perspectivas del movimiento revolucionario de masas. (Villena, 1970).
El antiimperialismo corrió y corre por las venas de Cuba y del continente, porque sencillamente nos conformamos en su “patio trasero”, acción y reacción como par dialéctico. Decía Hobsbawm: “En los años cincuenta los rebeldes latinoamericanos no solo se nutrían de la retórica de sus libertadores históricos, desde Bolívar hasta el cubano José Martí, sino de la tradición de la izquierda antiimperialista y revolucionaria posterior a 1917”. (Hobsbawm, 1998). La última fase prerrevolucionaria volvería a marcar este sello, y así lo demuestra la llamada Generación del Centenario. Es que allí aparece la inmortal voz de Fidel Castro.
Pero Fidel Castro ya había guerreado antes por otras tierras del continente, y el latinoamericanismo es también, sin duda, antiimperialismo. Él, con 21 años de edad, combatió en el Bogotazo. Se iba a encontrar con Gaitán el mismo día en que lo matan, el 9 de abril de 1948. Gaitán triunfaría en las elecciones y eso fue motivo para que los poderosos lo mataran a través de un sicario. Se estima que en esos días murieron por lo menos 5000 personas y la ciudad quedó semidestruida. Fue probablemente el suceso político más importante del siglo XX para Colombia. El mismo Fidel Castro cuenta en una entrevista: “Cuando vimos al pueblo sublevado, nos sumamos al pueblo sublevado. A miles de kilómetros de mi familia, sin que nadie supiera los peligros que yo estaba corriendo, sin embargo, me mantuve allí en primera línea junto con los colombianos”. (Cultelli, 2022). Intentó la defensa del Cerro Monserrate al frente de 9 hombres, con un fusil Mauser y 14 balas.
El antiimperialismo y el latinoamericanismo quedaron manifiestos con total claridad en “La Historia me absolverá” y el propio programa del Moncada, que en los hechos definiera entre sus primeras leyes la nacionalización de empresas yanquis (ITT y Cuban Telephone Company; Compañía Cubana de Electricidad, subsidiaria de la American & Foreign Power Company, Inc., y de la Electric Bond & Share), afectando además a la oligarquía sumisa, a los intereses imperiales y a los gobiernos de turno con lo que después sería la primera Ley de Reforma Agraria del 17 de mayo de 1959. Esta proscribió el latifundio, y se planteó la participación de los trabajadores en un 30% de las utilidades y de los colonos en el 55% del rendimiento de la caña de azúcar, sumándose la quinta ley anunciada que confiscaría todos los bienes malversados por los gobernantes.
Allí queda también de manifiesto la dupla con el latinoamericanismo:
Se declaraba, además, que la política cubana en América sería de estrecha solidaridad con los pueblos democráticos del continente y que los perseguidos políticos de las sangrientas tiranías que oprimen a las naciones hermanas encontrarían en la patria de Martí, no como hoy, persecución, hambre y traición, sino asilo generoso, hermandad y pan. Cuba debía ser baluarte de libertad y no eslabón vergonzoso de despotismo. (Castro, 2007).
Las condiciones de Cuba, no solo materiales sino en términos de conciencia social, no permitían otra cosa. Había que remover hasta las raíces de los árboles, y la soberanía era palabra de orden. Por tanto, el antiimperialismo se tornaba en condición de existencia.
La Revolución
Las condiciones internacionales habían cambiado para la segunda mitad de la década de los 50; los países centrales se recuperaron de la guerra y posguerra mundiales y había finalizado la guerra de Corea. En particular, fueron desapareciendo los buenos precios para nuestras exportaciones. La incidencia de los intereses de Estados Unidos en el área, tanto en su actividad productiva como financiera, impuso a los organismos de crédito internacional (FMI) creados en la posguerra. Fueron tiempos de expansión económica del sistema capitalista sin precedentes. Comenzaron los tiempos de la guerra fría. Se sucedió la conformación, avance y conflicto del bloque socialista. El llamado tercer mundo se hallaba en luchas sociales internas constantes donde las guerras de guerrillas se tornaron características. La guerra de Vietnam, la Revolución Cubana, golpes militares (Brasil, Bolivia en 1964), las guerrillas del Che y Camilo Torres, entre otras, fueron todos componentes de una época sumamente particular.
“La Cuba revolucionaria pasaría a posicionarse en primera plana internacional”.
La noción clara de la necesidad martiana expresada en “Nuestra América” —“trincheras de ideas valen más que trincheras de piedras”— y un antiimperialismo fortalecido en aquella América Latina de la década de los 60 con pueblos clamorosos de trazar su propio destino, junto a la revolución triunfante aquel 1ero. de enero, marcan una nueva etapa histórica. Eran tiempos del África anticolonial y antiimperialista. Por aquellos años el locus geográfico antiimperialista parecía situarse en el tercer mundo. La Cuba revolucionaria pasaría a posicionarse en primera plana internacional, lugar que 64 años de resistencia le hacen mantener. Era y es una especie de primera línea antiimperialista.
Se sucedieron hechos como la invasión directa de Playa Girón y un pueblo que defendió su territorio en revolución socialista; la Crisis de Octubre que siempre nos hace recordar aquella frase del Che en su carta de despedida a Fidel (“Nunca brilló más alto un estadista”). Adentrándonos luego en la década de los 70: la victoria de Vietnam, el triunfo nicaragüense, Velazco Alvarado y Allende aquí en el continente y también su derrota; una década negra para el cono sur latinoamericano. La operación Carlota (1975-1991), como se conoció a la misión en Angola, involucró casi medio millón de cubanos entre médicos, maestros y militares, y donde más de 2600 perdieron la vida combatiendo contra ejércitos (Zaire y Sudáfrica) financiados por Estados Unidos, sin dejar de mencionar en 1979 el apoyo dado a Etiopía.
Los años 80 y la Crisis de la Deuda, una década perdida para América Latina, y Fidel Castro manifestándose abierta y francamente contra aquel flagelo imperialista que hasta hoy continúa poniendo trabas a nuestro desarrollo. A inicios de los 90 la caída del bloque socialista, y el período especial sumado al bloqueo, que amenazaba entonces la independencia ganada. Sin embargo, se superó y fue toda una proeza. El PBI quedó reducido casi a una tercera parte para 1994, peor año de la crisis, para comenzar lentamente a recuperarse a partir de allí y vencer ese período a inicios del nuevo siglo. Al decir de Eduardo Galeano: “Sus enemigos no dicen que esa hazaña fue obra del sacrificio de su pueblo, pero también fue obra de la tozuda voluntad y el anticuado sentido del honor de este caballero que siempre se batió por los perdedores, como aquel famoso colega suyo de los campos de Castilla”. (Galeano, 2008).
Epílogo
Obviamente el imperialismo ha sufrido transformaciones importantes en estos años y por tanto, también el antiimperialismo yanqui. Sin embargo, lejos de dejar su esencia la ha acentuado en momentos que podrían ser el principio del fin, aunque falte mucho aún. “Es obvio que el imperialismo de hoy no es el mismo de antes. La ‘diplomacia de las cañoneras’ de Theodore Roosevelt es hoy sustituida por un arma mucho más letal: el ejército de economistas y ‘expertos’ del FMI, BM y la OMC. (…) Los ejércitos de ocupación son necesarios en circunstancias muy puntuales”. (Borón, 2020).
Los tiempos son eternamente dinámicos, cambiantes. De flujos y reflujos de masas. Las crisis traen consigo cambios importantes. Y en el continente, en los marcos de la crisis de fines del siglo XX y principios del XXI, se sucedió una primera ola con fuertes matices antiimperialistas que en general, y salvo el honroso caso de Venezuela, que se suma a esa fuerza de resiliencia, fueron encontrando sus límites en el propio sistema que los cobijaba, pero que dejaron semilla de otras formas posibles de integración, que de alguna manera vuelven a respirar en esta segunda ola.
Vivimos épocas de niveles no imaginados de movimientos de capital, donde las redes y las comunicaciones no solo son parte de ello, sino que centran en sí mismas gran parte o partes fundamentales de los poderes económicos a nivel mundial, en tiempos en que la pandemia multiplicó de manera exponencial fortunas vinculadas a ellas y a las comunicaciones en general. A manera de ejemplo, 6 de las 10 fortunas mayores,[2] todas estadounidenses, se asocian directamente a este rubro.
No solo es tiempo del capitalismo de Estado que funde el poder del capital con el Estado capitalista, es tiempo además del capitalismo comunicacional, que también funde el poder del capital al de las comunicaciones de forma expansiva. Tengamos presente que el capital estuvo desde su nacimiento unido a la esfera de las comunicaciones, y estas también tomaron forma de capital con el devenir histórico. Lo que cambia hoy es que esas formas de capital que llamamos comunicacional se están convirtiendo también, y por sí mismas, en el eje de la acumulación capitalista, y por tanto, dan lugar a un nuevo patrón de acumulación
Allí está Cuba, de pie pese a todos los pronósticos. Independiente y soberana, martiana y de Fidel, ese Fidel continente que recordamos tal vez por incluirnos a todas y todos en aquel concepto suyo de pueblo (Castro, 2007) como sujeto de los cambios en “La Historia me absolverá”: “Como ese Prometeo continental que aborda el Granma para arrebatarle la llama sagrada a los dioses del imperio que predican la pasividad y la sumisión para que, con ella, los pueblos de Nuestra América encendieran el fuego de la Revolución y abrieran una etapa en la historia universal”. (Borón, 2020)
Bibliografía:
Borón, A. (2020). Bitácora de un navegante. Teoría política y dialéctica de la historia latinoamericana. Buenos Aires, CLACSO.
Castro, F. (2007). La Historia me absolverá. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba.
Cultelli, G. (31 de agosto de 2022). Mariposas Amarillas: Desde Gaitán a Petro, con un Fidel que vibra en la montaña. (MateAmargo, Ed.) Montevideo, Uruguay. Obtenido de https://www.mateamargo.org.uy/2022/08/31/mariposas-amarillas-desde-gaytan-a-petro-con-un-fidel-que-vibra-en-la-montana/
Galeano, E. (2008). Espejos: Una historia casi universal. Casa de las Américas, La Habana.
Guevara, E. C. (2011). El hombre y el Socialismo en Cuba. Ocean Sur, Mexico.
Hobsbawm, E. (1998). Historia del siglo XX. Grijalbo, Buenos Aires.
Martí, J. (18 de mayo de 1985). Carta a Manuel Mercado. Dos Ríos, Oriente, Cuba.
Martí, J. (2005). Nuestra América. Biblioteca Ayacucho, Caracas.
Villena, R. M. (1970). “Las contradicciones internas del imperialismo yanqui y el alza del movimiento revolucionario”, Pensamiento crítico, La Habana (Edición digital).
Notas:
[1] Ver Ernesto Guevara: “El hombre y el socialismo en Cuba”.
[2] Jeff Bezos, Bill Gates, Mark Zuckerberg, Larry Page, Sergey Brin y Larry Ellison