Revista de Arqueología

Cira Romero
20/1/2016

No fueron pocos los estudiosos cubanos que desde el siglo xix se preocuparon por investigar asuntos relacionados con la arqueología insular. Uno de los que mostraron interés por esta disciplina fue el erudito Antonio Bachiller y Morales (1812-1889), quien publicó en 1843 un título que, de cierto modo, incursiona en esta ciencia. Se trata de Antigüedades americanas: Noticias que tuvieron los europeos de la América antes del descubrimiento de Cristóbal Colón…, como también hace en su Cuba primitiva. Origen, lenguas, tradiciones e historia de los indios de las Antillas Mayores y las Lucayas (1882). No quiero decir que el bien llamado “Padre de la bibliografía cubana” fuera un arqueólogo, pues, hasta donde sé, no realizó trabajo de campo, pero fue un intelectual —en su más amplio sentido— movido por muchos intereses y su acercamiento a esta disciplina fue, esencialmente, mediante investigaciones a través de libros. Otro dato igualmente relevante fue la fundación, a mediados de la década del 40, de la Sociedad Antropológica de Cuba, presidida por Felipe Poey, una de cuyas secciones se dedicó a auspiciar investigaciones arqueológicas. Pero no fue hasta  los primeros decenios del siglo xx que la arqueología cubana comenzó a desempeñarse bajo criterios no empíricos. Así, en 1922 Fernando Ortiz, llamado por Juan Marinello el Tercer Descubridor de Cuba, publicó Historia dela arqueología indocubana, mientras que el también poeta, precursor de la poesía de tema negro, el camagüeyano Felipe Pichardo Moya, se involucró de lleno en investigaciones arqueológicas que plasmó en textos como Caverna, costa y meseta. Interpretaciones de arqueología indocubana (1945), Cuba precolombina (1949) y El primer caney explorado en Cuba (1956). También Antonio Núñez Jiménez, aunque más vinculado a la geografía y a la espeleología, desarrolló investigaciones arqueológicas.

La primera publicación periódica cubana dedicada a este campo científico fue la Revista de Arqueología, fundada en agosto de 1938 como órgano oficial de la Comisión Nacional de Arqueología, y dirigida por Rafael Azcárate. Especializada en la materia que le da título, su salida fue muy irregular. Sus páginas acogieron trabajos de importantes figuras de la cultura como José María Chacón y Calvo, Manuel Pérez Beato, Felipe Pichardo Moya y Antonio Núñez Jiménez, entre otros. En esta primera etapa la revista culmina en el número correspondiente a abril-septiembre de 1942 y surge en su segunda época en enero de 1946, bajo el título de Revista de Arqueología y Etnología, bajo los auspicios de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología. Nuevos nombres se suman o sustituyen a los anteriores: Oswaldo Morales Patiño, como director, José M. Bens Arrate y René Hernández Fritot.

Aunque no varía su contenido, se amplía con trabajos sobre edificaciones históricas, música africana en Cuba, estudios lingüísticos e historia de regiones  y poblaciones cubanas. Destacados colaboradores aparecen en esta nueva etapa, que se cierra en el número único de enero-diciembre de 1952: Fernando Ortiz, Manuel I. Mesa Rodríguez, Ernesto Tabío y Fernando Grave de Peralta.  Reaparece con un número único en diciembre de 1957 y no vuelve a publicarse hasta junio de 1960, ahora en su cuarta época, dirigida por Mesa Rodríguez. En 1961, con un ejemplar único correspondiente a ese año, que no hacía constar director, finalizó la publicación.

También durante la etapa republicana se creó la Revista de la Junta Nacional de Arqueología, a la que estuvieron muy vinculados Ortiz y Núñez Jiménez.

En la actualidad la revista Catauro, órgano de la Fundación “Fernando Ortiz”, dirigida por Miguel Barnet, acoge en sus páginas algunos trabajos relacionados con esta importante disciplina, que continúa practicándose en Cuba por científicos adscritos a los criterios más modernos de búsquedas de rastros de antiguas civilizaciones, no solo en Cuba, sino en otras áreas de Las Antillas.

El Chorro de Maíta, principal sitio arqueológico de Cuba

Según se lee en el Portal de la Cultura Holguinera, uno de los sitios arqueológicos más importantes de Cuba es el Chorro de Maíta, al que se llega escalando la montaña por un camino abrupto cercano al poblado de Yaguajay, en el municipio de Banes, provincia de Holguín, asentamiento del   primer cementerio aborigen de agricultores ceramistas encontrado en Cuba. En ese lugar —se supone— existió un contacto hindo-hispánico. Allí se evidencian todas las formas de enterramiento encontradas no sólo en el país, sino en el Caribe, amén de algunas variantes que nunca antes habían sido registradas.

Continúa informando dicho portal que la transculturación es evidente. A la presencia de vasijas, adornos, fragmentos de latón y cascabeles españoles, se suman los enterramientos cristianos: extremidades extendidas, brazos cruzados a la altura del pecho, y cráneos que, en su mayoría, no se deformaron.

Desde el cementerio aborigen de Chorro de Maíta, el paisaje es “un derroche de tonos verdes, ocres y azules que matizan el mar, las palmeras y montañas”. El sitio data de finales de 1440 hasta 1540, es decir, anterior y posterior a la llegada de los españoles a Cuba.

Chorro de Maíta debió ser un lugar de contacto con otras culturas. Se rescató un medallón de cobre —único en Cuba— propio de los venezolanos, quienes lo llevaban a la altura de la rótula y de los hombros.

Coincidentemente apareció allí un resto humano cuya estatura de un metro 76 centímetros sobrepasa la que promediaban los aborígenes. Todavía hoy, son  muchos los enigmas por descifrar en Chorro de Maíta.

Asimismo hay evidencia de la presencia en ese lugar de culturas mexicanas. También  se encontraron restos de lo que debió ser una princesa a juzgar por sus atributos: un collar (joya única en Cuba) confeccionado con coral rosado, cuarzo, perlas, doradas cuentas bicéfalas y una cabeza de ave tallada igualmente en oro a la que llamaban Inrri.

Banes es capital arqueológica de Cuba. Noventa y seis sitios han sido registrados oficialmente en ese municipio, zona declarada capital arqueológica de Cuba. Aunque se habla de la posible existencia de una provincia aborigen, lo cierto es que en aquella región oriental no quedan descendientes de la cultura Taína, palabra que en lengua Arauca significa “yo soy bueno o yo soy manso”.

La arqueología cubana sigue en su empeño de continuar descubriendo sitios de interés  para un mejor conocimiento de nuestro pasado, que es también parte de nuestro presente.

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