Retos de ahora
3/6/2020
Quizás la solidaridad del momento resulte una novedad para los jóvenes, una rareza, casi un divertimento. Para quienes frisamos la llamada media rueda, no. A pesar de que algunos valores se han perdido en el camino (la cortesía, la amabilidad, ciertas buenas costumbres de convivencia), mantenemos nuestra capacidad de unirnos en momentos de crisis, en situaciones amenazantes como la que atravesamos ahora mismo, en este tiempo de pandemia. El miedo, ese gran paralizante, nos iguala, nos convierte en seres frágiles y, por lo mismo, nos necesitamos unos a otros.
Entre la llamada “Infomedia”, con sus falsas noticias incluidas; la alarma mundial; la angustia por nuestra familia y por el gran grupo de amistades que está lejos, y a quienes no sabemos cuándo volveremos a ver; el desconocimiento profano, e incluso la incertidumbre científica —que agrava el pánico generalizado—, lo cierto es que sentimos el peligro de hundirnos, a pesar de que Cuba aplica una acertada política de registro, control y seguimiento de cada caso. Ya me referí a nuestros Esculapios en estampa anterior, de modo que no insistiré en ese punto. Más bien dedicaré este espacio a comentar el florecimiento de nuestra proverbial solidaridad. Somos muy de emergencia, excesivamente campañistas, de buen accionar en crisis, aunque lentos y desordenados en tiempos más o menos normales. Al disponer de tiempo para interactuar en las redes sociales, es posible conocer cómo va el mundo. El que nos atañe, por supuesto, tampoco se trata de hurgar en el espacio sideral sin un objetivo específico. Resulta dolorosamente asombroso comprobar las fajatiñas de bajísimo nivel entre nosotros. Insultos, calumnias, provocaciones de todo tipo despliegan sus malévolas intenciones justo ahora, cuando la especie humana peligra. ¿En serio es este el momento para tales injurias?
En contraste, la verdadera utilidad de las redes se demuestra cuando los amigos la utilizan como vía rápida para solucionar sus necesidades más perentorias. Al inicio, las solicitudes develaban verdadera urgencia, de vida o muerte inminente, y muchas soluciones se encontraron justo gracias a las redes. Luego, como un fenómeno de mayor a menor, aparecieron requerimientos vinculados a medicinas que escasean, mezclados con otros menos apremiantes, y leíamos mensajes como “¿Alguien tiene Enalapril?”; “Se me terminó el Omeprazol. Por favor, lo necesito”; “Esmernegildo, mijo, cuelga el teléfono”; “Alguien que me explique cómo se hace una natilla”; “¿Es verdad que la Hidroclorotiazida puede sustituirse por Clortalidona?”; “¿Quién entendió el último capítulo de la novela?”; y otros por el estilo. En honor a la verdad, todos los solicitantes recibieron respuestas inmediatas, ayudas rápidas y efectivas, lo cual es sabido porque respondieron agradecidos, e incluso, llegaron a rechazar amablemente ofrecimientos que desbordaban sus necesidades. “Ya, ya, gracias, ya resolví”, decían algunos, y otros: “Tengo la medicina en cantidades suficientes para un año, muchas gracias”, de manera que todos los amigos estábamos pendientes. Los más pudorosos pedían “Respóndanme por privado”, pero, en general, quienes publicamos noticias, informaciones, fotos, portadas de libros, discos y películas, compartimos también inquietudes de toda índole.
Siguiendo una especie de “degrade de colores”, y ante la eficacia demostrada en las redes, los pedidos fueron disminuyendo en envergadura. He aquí algunos ejemplos puntuales: “¿Pueden aconsejarme un remedio para las hormigas?”; “¿Será verdad que la leche de avena no contiene gluten? Por cierto, ya se acabó la avena. Se aceptan donaciones”; “Mi perra tiene sarna, y mi gato, pulgas. Si a alguien le queda permetrina, que me llame”; “¿La borra de café es buena como abono?”; “¿Qué me recomiendan para evitar los ronquidos?”; “El agua me sabe a cloro”; “Amanecí con un ojo rojo. ¿Qué será?”.
Somos testigos no solo de las peculiares solicitudes, sino de las soluciones que cada quien ofrece, desde el conocimiento hasta la simple buena voluntad, pero es de señalar que nadie queda sin respuesta. Y luego aparecen comentarios de gratitudes, nuevas sugerencias, intercambios sociales, en fin, a pesar del distanciamiento físico, mantenemos cercanías. El trueque, ese mecanismo ancestral cuya utilidad resulta salvadora en todos los tiempos, se reanima admirablemente: “Cambio un flan por medio frasco de quitaesmaltes”; “Plancho el pelo por tres libras de arroz brasileño”; “A quien me explique cómo hacer mayonesa vegana, le regalo frituras de malangas”, e incluso algo tan elevado como “Propongo intercambiar la primera edición de Oros Viejos, de Herminio Almendros, por Anábasis, de Saint -John Perse”.
En esa misma cuerda, los amigos se convocan unos a otros a publicar imágenes parciales —trozos más bien—, de sus películas favoritas, de diez portadas de libros que consideren imprescindibles, y también de las mejores series, con el propósito de leer opiniones, adivinar títulos, directores, actuaciones. Hablando en plata: maniobras lúdicas, cuyo propósito es aliviar las tensiones, espantar el miedo, y no hablar de esos nuevos temas que de pronto se han hecho familiares (epidemia, pandemia, inmunidad de rebaño, PCR en tiempo real, positivo asintomático). Cuando todo pase, cuando sea normal la anormalidad habitual, agradeceremos estos canjes. Estos retos. Este tiempo raro de no hacer más que sobrevivir, y de abrazarnos en la distancia.
Estimada compañera Laidi Fernández de Juan:
Yo había leído casi toda la poesía de Roberto Fernández Retamar y me seducía su estilo de proyectar imágenes al parecer simple pero de una profundidad enorme, inimitable. Memoricé varios que quedaron para siempre guardados en la memoria, fragmentados algunos pero presentes.
El día primero de abril de 1979 en la frontera que delimitaba el territorio de Namibia ocupado por Suráfrica y la recién liberada República Popular de Angola se firmó un documento entre los jefes militares de la misión cubana en Angola y los generales del apartheid surafricano para dejar constancia de su retirada total del inmenso del país.
Con mi pelotón de Tropas Especiales participé en la ocupación de aquella parte de la frontera en la emblemática hidroeléctrica de Ruacaná, escenario de la memorable firma. Éramos los primeros cubanos en arribar a aquel lugar. Comprendíamos la importancia del hecho histórico que se acababa de gestar en aquel remoto territorio, a miles de kilómetros de nuestra Patria. Yo escribía un diario con letra menuda porque apenas tenía papel. Aquel día anoté:
“…llegamos a Chitado como a las 23:00 horas. Por el camino todos íbamos algo taciturnos porque la alegría no cuajaba a pesar de que la guerra había tocado ese día, 1- IV-76, a su fin. Todos recordábamos a nuestros compañeros caídos Tenjido, Lamadrid, Montes, Tamayo, Estevanell, Arturito, Ulises, Argüelles y otros tantos que no tuvieron la suerte de ver este momento. Recordábamos la guerra y los momentos difíciles del inicio (todo ello sin decir palabra alguna) yo recordé con más fuerza que nunca aquel poema de Retamar ´Nosotros los sobrevivientes/ ¿a quienes debemos la sobrevida?/ ¿quién estará [se murió] por mí en la ergástula/ quién recibió la bala mía/ la para mí en su corazón?´. Este día primero de abril fue lindo. Por el día el sol alumbró con fuerza. El cielo fue de un azul incomparable y la noche se vistió con mil estrellas, parece que para celebrar la victoria nuestra.”
En el año 1983 se cumplió el 20 Aniversario de la fundación por Fidel de la Unidad de Tropas Especiales, y en los preparativos de la celebración, un amigo común de tu padre y mío conoció del diario y la referencia al poema, lo copió o fotografió y se lo llevó a Retamar, a la vuelta me trajo el libro Juana y otros poemas con una dedicatoria manuscrita y firmada por él, y que era la más generosa que alguien de su valía me confería. Decía “Al general de brigada Alejandro Ronda Marrero, poeta en actos como quería Martí, que ha llenado del más enorgullecedor sentido unos pobres versos de su agradecido compañero. “ Y su firma.
Nos honró con su visita a varias de las instalaciones de Tropas Especiales, en su Jefatura y en la unidad situada en la zona montañosa de la Cordillera de los Órganos, y en dos ocasiones en el Día de la Cultura Nacional les habló a los combatientes que atendían arrobados sus sabias palabras. Y nos prestó su voz para finalizar un documental titulado “Aquí y en cualquier parte”, declamando Nosotros los sobrevivientes, con sinceridad sentida. También tuvo la gentileza de distinguirme siempre con su saludo amable y afectuoso en cualquier lugar donde coincidiéramos.
Es mi recuerdo, mi homenaje en sus 90 cumpleaños.
Disculpas
No sé cómo olvidé que el titulo del poema es El Otro. O si sé, debo reconocer que a los 76 años muchas cosas se olvidan.
Hola! Un gusto enorme saludarlo. Debo decirle que hasta el final de sus días, mi padre conservó el texto suyo, manuscrito, enmarcado, en su oficina. Fue uno de los mejores estímulos que recibió en vida. Se sentía muy orgulloso que compañeros como Usted lo hubieran tenido presente. Gracias. Además, quería decirle que el 1ero de abril de 1989, yo me encontraba en Africa, cumpliendo misión médica, y tuve el honor de participar en un acto donde se anunció la liberación de Namibia. Inmenso privilegio! Saludos !!
Realmente me he identificado mucho con su reflexión “Retos de ahora”, muy ilustrativo de la situación que hemos estado enfrentando y que aún no se ha concluído. Usted de forma muy coloquial aborda temas de una gran profundidad que son realidades de nuestro hoy. La sociedad con vivencias tan fuertes como estas, debe tomar estas enseñanzas y trabajar porque la solidaridad sea una constante de nuestro acontecer y en este propósito debemos todos como usted muy bien dice,tomarnos de la mano. Es un placer para mí, estar cerca de sus valoraciones, pues son de un gran valor. He podido asistir a espacios donde usted ha dialogado sobre diversos temas y son de una riqueza estetica y muy diafanos y directos, de comprensión para todos los publicos. Gracias.