“Vivir no es necesario, lo que es necesario es crear”
Fernando Pessoa (1888-1935)
Cada vez que Caridad Atencio Mendoza (Marianao, La Habana 1963), publica un libro sobre la poesía martiana —lo ha hecho varias veces— que recuerde: Recepción de Versos sencillos: poesía del metatexto, ensayo, Editora Abril, La Habana, 2001; Génesis de la poesía de José Martí, ensayo, Editorial del Centro de Estudios Martianos y Universidad Estatal a Distancia de Costa Rica, 2005; Circulaciones al libro póstumo, ensayo, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005; El mérito de una solicitud misteriosa: De algunos poetas románticos mexicanos en Martí, ensayo, Instituto Mexiquense de Cultura, Toluca, 2005, nos sitúa en un punto de indefensión total, o sea me (re)coloca en el instante portentoso de la comprensión, como se expresa en lenguaje callejero o popular: “contra la pared”, o en el término beisbolero que tanto me fascina/apasiona “en 3 y 2” y es lo que sucede aquí, ahora. No significa que me sienta molesto, confuso e inseguro con respecto al tema que ha seleccionado para su volumen la investigadora. Polvo de alas de mariposa: como eslabón legítimo de la poesía martiana, ensayo, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2024. Observo en sus palabras de acceso la aclaratoria de todo su esfuerzo deductivo. [1]
“Caridad está tratando de construir una futuralidad otra, está sistematizando un aprendizaje de la postmodernidad”.
Lo interesante de la poesía de Martí que Caridad analiza resulta lo permanente, esa inagotable capacidad del bardo de constantemente pensar y repensarnos, característica que ambos creadores comparten, y no constituye un mero símil o noción para epatar, pues ambos se atreven a conformar dos bastiones de disímiles intereses y voluntades. En el Maestro lo lleva y nos arrastra a su modernismo literario que ella aclara: “Su génesis coincide con un período de agotamiento del romanticismo, que abarca la década de 1870 a 1880…” —La década del 80, en el siglo XIX resulta su momento de gestación y posterior desarrollo— y en cuanto a Cary, por su metodología investigativa —muy presente en la titulación de los capítulos y subcapítulos— de verificación y criticismo intenso; diríamos que racionales y radicales desde la —tan llevada y traída— lógica de la postmodernidad, o sea, que somos arrastrados anímicamente al corazón de nuestra propia cultura. Atencio Mendoza en sus exámenes se adelanta a aquello —que una y otra vez— nos alerta el pensador argentino Néstor García Canclini (1939): “Cómo hemos podido tardar tanto en darnos cuenta que nuestra cultura se ha hecho todo el tiempo a mitad de camino entre residuos heterogéneos e innovaciones muchas veces truncas”.
En José Martí (1853-1895), en sus textos, se verifica de forma evidente, pero al revés, como en un espejo inverso, pues sus experimentos lingüísticos poseen una fijeza arrastrante, permanente: “‘La tierra! —oigo decir: —toda la tierra / Es mero pedestal del alma humana!’ O cuando expresa: ‘Toma este hierro, —y a la moza infame / Que oscureció mi espíritu soberbio / Para vergüenza de mujeres frívolas / Márcale bien la frente con el hierro!’ [2] se designan los nuevos procesos de la cultura lírica, que corresponden no sólo a innovaciones lexicales, sino a nuevas formas de la sensibilidad, a nuevos tipos de recepción, de disfrute y apropiación, que Martí ya ha descubierto y mostrado”. [3]
Caridad nos explica que los investigadores, sus obras, no constituyen islas desiertas, rodeadas por escasos océanos, o Antártida semihundida. Caridad está tratando de construir una futuralidad otra, está sistematizando un aprendizaje de la postmodernidad, sobre todo, ante su aceleración tecno cultural, estamos frente a un pensamiento nómada en el Apóstol, pues se acerca a los diálogos platónicos [4] como en el “Fedòn o sobre el alma”: “Yo tengo en mi oficina / Un calado sillón de sicomoro; / Y cuando pienso en ella / Me siento en mi sillón calado, y lloro”. Me detengo aquí y repito el verso: “Me siento en mi sillón calado, y lloro” es una construcción mágica que ya Atencio Mendoza, como los antiguos griegos, inserta entre los hallazgos de terminus post quem y ante quem, porque el artilugio “sillón” en su significación poética puede llegar hasta trono, que en latín debe recalar en altar o sagrario; seguido de la expresión “calado” —atendida y entendida en la eslava carnavalización bajtiniana [5]— que, consigue designar las siguientes locuciones: “penetrado, conocido, comprendido, empapado, adivinado, descubierto, sospechado, supuesto, mojado, sorbido, absorbido, humedecido, chupado y un enorme etcétera…” ¿Nos recuerda a alguien, verdad? A uno de nuestros adelantados que Caridad —acuciosa como es, nos acerca—, a ese Lezama Lima que nos mostró y demostró en uno de sus volúmenes anteriores el sendero fundante del maestro.
Me gusta suscribir la sobriedad del diseño de Alina Fuentes Hernández que, a su vez destaca la ilustración de cubierta de ese ferviente e infatigable laborante cuyo nombre es bueno resaltar/señalar: el artista plástico Nelson Villalobos con su obra: “Alma blanca”. En el universo editorial suele decirse —un poco en juego, pero bastante en serio— que no es buen editor aquel al que no se le escapa un gazapo; prueben con este libro y hallarán el trabajo de hormiga de su editora Tiurka Prieto Hernández.
Los invito a adquirir y leer este nuevo tratado de Caridad Atencio Mendoza que nos acerca a lo más conmovedor e innovador de nuestro Martí. Como bien la poeta-investigadora realza: “El tono es diferente al resto de sus libros poéticos, y poderosamente lírico como deliberadamente coloquial, por lo que puede hablarse del carácter experimental de esta colección, fruto de un período transicional”. Luego, les advierto que, exploraremos al Martí rapsoda devastador/luminoso en su encuentro con nuestra novia Cuba del Diario de campaña (De Cabo Haitiano a Dos Ríos).
Gracias, Cary, por el Martí que va a quedar para la posterioridad de/por nuestra generación.
Notas:
*La resiliencia se refiere a la capacidad de cualquier organismo o sistema para afrontar impactos, recuperarse y continuar su desarrollo; aplicado a la literatura se asocia a la adaptación a los cambios que inevitablemente ocurrirán, y también, como algunos autores aseguran, la necesidad de revertir esos cambios. La resiliencia en poesía, como en otras actividades humanas, redundancia, flexibilidad, capacidad de autoorganización y de aprender, no toma como referencia a la máquina; sino a la célula, mundo vivo que desarrolla integralmente todas las funciones del organismo y se encuentra en constante intercambio con el medio.
[1] Los remito al pórtico que ella nombra: “¿Por qué se escribe este libro?”
[2] Más tarde sería temática o asunto recurrente del bolero latinoamericano.
[3] Si no fuera por ciertos giros que nuestra lengua coloquial ha rebasado, parece escrito o pensado ayer mismo.
[4] Aquí se debe comprender que me acerco a lo que la tradición popular marcó o etiquetó, o en su uso común definió como amor platónico, que constituye el motor o impulso que nos ayuda a conocer la belleza en sí, la belleza espiritual.
[5] Me refiero al teórico, filósofo del lenguaje y crítico literario ruso Mijaíl Batjìn (1895-1975), y a su capital obra Problemas Literarios y Estéticos.