Ha muerto Ernesto Rancaño (1968-2022). Lo sabíamos enfermo, pero no por ello dejó de impactarnos la noticia. A los 53 años de edad, en plena madurez profesional, “ha seguido viaje”, como diría Martí, referente permanente en su importante obra artística. Hace un mes aproximadamente publicamos el artículo “La izada de Rancaño” en la revista digital La Jiribilla, con motivo de la inauguración de su exposición de pinturas y vitrales en el Palacio de la Revolución, el 28 de enero pasado. Y justo este 24 de febrero, otra fecha memorable en la trayectoria revolucionaria de Martí y la nación cubana, tiene su último día de vida entre nosotros.
¿Por qué La izada? Porque esta obra anticipó el cambio que obró en la sensibilidad pictórica de vanguardia representativa de las dos primeras décadas del presente siglo, en particular la relacionada con el tema martiano. La misma hizo su presentación en la exposición En el pan de los hidalgos, inaugurada en la Galería del Monte, del hotel Ambos Mundos, en La Habana Vieja, en 1997, y alcanzó su definitivo reconocimiento en el ámbito artístico nacional en la XII Bienal de La Habana, cuando representó a Rancaño en la exposición colectiva Pintura posmedieval cubana; inaugurada con los acordes del conjunto de música antigua Ars Longa, en el Convento de San Francisco de Asís, en noviembre de 2000. A partir de entonces, la tríada constituida por José Martí, Ernesto Che Guevara y la bandera de la estrella solitaria hecha mujer devino trinidad de una nueva etapa de nuestra historia del arte y de la historia misma.
Joven respetuoso y de pocas palabras —al menos conmigo, quizás porque podía ser su padre—, no dejaba por ello de tener sus humoradas. Cuando lo llamaba por teléfono y no estaba, su contestadora respondía: “Hola, soy Rancaño, estoy cuidando el rebaño”. Así lo conocí, y así lo recordaré siempre.
“‘Morir es seguir viaje’, escribió Martí. Solo te pedimos, Rancaño, que en tu próxima escala de vida sigas pintando como lo hiciste en esta”.
Él interiorizó y expresó con evidente sinceridad estética su personal manera de representar a nuestro Héroe Nacional. No es de extrañar, pues, que algunos de sus Martí tengan cierta cercanía al ideal de persona del pintor, en cuanto a las compañías —mujeres y colibríes sobre todo— y a las situaciones y ámbitos naturales en los que lo concibió y plasmó sobre el lienzo: idealista y soñador, poeta de versos sencillamente eternos.
“Morir es seguir viaje”, escribió Martí. Solo te pedimos, Rancaño, que en tu próxima escala de vida sigas pintando como lo hiciste en esta.