Rafael Lay: una vida en la Orquesta Aragón
La vida de Rafael Lay Apesteguía transcurrió en la Orquesta Aragón. A los 13 años, en 1940, se integró a la agrupación como sustituto del segundo violín René Candelario González, quien pasó a jugar en el beisbol profesional; a los 21, en 1948, ya era su director musical, tras el retiro del fundador Orestes Aragón quien sufría una afección pulmonar; el 13 de agosto de 1982, cuando murió en un accidente automovilístico en la provincia de Cienfuegos, Lay todavía era el director y primer violín de la orquesta.
De los 55 años que vivió, 42 transcurrieron en la Orquesta Aragón. Si no fuera porque el nombre de la agrupación rinde homenaje a su fundador, y es internacionalmente conocida así, bien pudiera llamarse Orquesta Rafael Lay.
En Cienfuegos, el 17 de agosto de 1927, nació Rafael. Estudió música con la profesora Sara Torres y concluyó su formación en el Conservatorio Alejandro García Caturla, donde tuvo como profesores a los maestros Félix Guerrero y Alfredo Díaz Nieto.
Pero anteriormente, ya era violinista de la Orquesta Aragón, fundada también en Cienfuegos, el 30 de septiembre de 1939 por el contrabajista Orestes Aragón y que entonces tuvo como integrantes a Rufino Roque al piano, Efraín Loyola en la flauta, Noelio Morejón con el güiro, Orestes Varona de timbalero, Filiberto Depestre de primer violín, René Candelario González de segundo violín y Pablo Romay como cantante. Comenzó sus trasmisiones a través de la emisora local CMHJ.
De los 55 años que vivió Rafael Lay, 42 transcurrieron en la Orquesta Aragón.
Al año siguiente, en 1940, se incorporó a la orquesta el adolescente Rafael Lay, que pronto pasó a ser su primer violín. Nacía pues, la que es hoy insignia de Cuba.
Para la firma RCA Víctor, en sus estudios en La Habana, la Aragón graba en 1953 su primer disco con cuatro temas: “El agua de Clavelito”, “Nunca”, “Mentiras criollas” y una versión de “Tres lindas cubanas”.
En 1954 la orquesta tuvo otra incorporación importante: la del flautista Richard Egües. Y al año siguiente, en agosto, la agrupación se traslada definitivamente para La Habana. El día ocho de ese mes, tiene su primera actuación en Radio Progreso, La Onda de la Alegría. También ese año realiza la primera gira internacional, a Panamá.
En paralelo marcharían en lo adelante las vidas de Lay y la Aragón. Ya en 1958 tienen al cantante José Antonio Olmos y en enero del año siguiente entra Rafael Bacallao, quien une a su voz los pasillos de baile que lo convierten en figura popular dentro de la agrupación.
La Aragón se presenta en bailables, teatros, programas de radio y televisión, y en festivales. También viaja con frecuencia; en algunos casos a escenarios muy selectos: Nueva York (Lincoln Center), Moscú (Conservatorio Chaikovski), París (Teatro Olimpia), Osaka (Expo Mundial 70)… Giras por Panamá, México, Venezuela, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Chile, Guyana, Estados Unidos, España, Francia, Polonia, Alemania, Unión Soviética, Rumania, Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, Japón, Congo, Guinea, Egipto, Argelia Tanzania, Sierra Leona, Angola, Mali… Públicos muy diversos, gustos disímiles, estratos sociales dentro de un amplio rango, niveles culturales que van de un extremo al otro, aplauden en el mundo a la Orquesta Aragón.
De joven, Rafael Lay quiso estudiar Odontología, finalmente llegó a ser mecánico dental. Porque, recuérdese algo elemental: vivir de la música era un milagro, privativo solo de algunas estrellas. De modo que la decisión de vivir de la música era bastante riesgosa.
“Rafael Lay sentía una gran amistad y admiración por el maestro Enrique Jorrín, cuyo repertorio conocía aun antes de que el nuevo ritmo alcanzara éxito”.
“Cuando entré a la orquesta —contó Lay a la periodista Erena Hernández para su libro La música en persona—, mi maestra me dijo: Te dejo hacer esto porque conozco la seriedad del maestro Aragón, en primer lugar, y, en segundo, porque te vas a desarrollar. Eso disipó las dudas de mis padres, porque ellos tenían gran confianza en Sarita [Torres], que llegó a ser mi segunda madre”.
Rafael Lay sentía una gran amistad y admiración por el maestro Enrique Jorrín, cuyo repertorio conocía aun antes de que el nuevo ritmo alcanzara éxito.
Este pasaje es ilustrativo:
“Cuando surge el chachachá, en el año 48, yo me hago amigo de Enrique Jorrín. Él siempre me gustó mucho. Para mí existen dos músicos geniales, que yo adoro, con perdón de Chaikovski, Liszt, Beethoven y todos los demás grandes del mundo, que son Jorrín y Richard Egües”.
Por Benny Moré, además de admiración, Lay sentía agradecimiento profundo, por el espaldarazo que recibió de él, con su carisma y capacidad para llenar los escenarios, cuando algunos insidiosos pretendieron cerrarle puertas a la Aragón a su arribo a La Habana.
La última gira internacional de Rafael Lay con la Aragón tuvo lugar en julio de 1982. Viajaron a Venezuela junto a Barbarito Diez y su orquesta, y en esa ocasión cantaron ocasionalmente con la Aragón el puertorriqueño Andy Montañez y el venezolano Oscar D’León.
Del quehacer del maestro Lay como compositor quedan los boleros “Injusticia de amor”, “Lo sé bien”, “Mi amor ideal”, “No eres comprensible”, “Qué poco he sido para ti”, “Te sé tener”, “Vida, te adoro”, “No hables más así”, “Réquiem por mi dolor”, “Tras un gran vacío” (los tres últimos en coautoría con Marisela Ramírez…); los chachachás “Cero codazos, cero cabezazos”, “Chachachá navideño”, “Los rítmicos de Palma”, “Tú decías que el amor”, “Chachachá instrumental”, “Sabrosona” (en coautoría con Richard Egües)…; los danzones “A nadie más”, “Nuestro mundo”, “Qué bien estamos”, “Sí, envidia”…; el danzón-cha “Chachachá del satélite” (en coautoría con Richard Egües); las guarachas “Tú decías que el amor”, “Un charlatán”, “Muanga”…, además de canciones, congas y otros géneros musicales.
“Por Benny Moré, además de admiración, Lay sentía agradecimiento profundo, por el espaldarazo que recibió de él (…) cuando algunos insidiosos pretendieron cerrarle puertas a la Aragón a su arribo a La Habana”.
En su condición de director de orquesta, el maestro Lay supo aglutinar temperamentos y estimular la creación, además del excelente acompañamiento que brindó a los cantantes de cualquier género. Como violinista, trabajó de profesor, asesor y reveló un completo conocimiento del instrumento y su ejecución. No de otro modo podía conducir una orquesta en la que cada uno de los ejecutantes eran maestros.