Radio cubana, saltos y sobresaltos
Un año después de celebrar por todo lo alto, merecidamente, el centenario de la Radio cubana, viene bien una mirada crítica a asuntos que deben redundar en el logro de una legítima aspiración de todos los implicados en el perfeccionamiento de este medio de comunicación: hacerla, sentirla y vivirla mejor cada día.
A veces se tiene la falsa percepción de que la radio es pasto para nostálgicos o territorio inamovible. Unos y otros responden a una inercia espiritual que los lleva a congelar modos de hacer y consumir el lenguaje radiofónico, sin advertir que aún en esas transmisiones, que parecieran ser las mismas de antes, hay una evolución formal y de contenidos.
El dilema pasa por encontrar el equilibrio entre lo habitual, que no rutinario, y la novedad. Entre las necesidades de sostener una comunicación fluida y estable con audiencias fieles y probadas y a la vez aportar elementos enriquecedores que ensanchen las márgenes del medio y sean capaces de generar nuevas expectativas en los receptores.
No estoy proponiendo procesos experimentales a ultranza, aunque a veces, con oído crítico, eche de menos la experimentación en un medio propicio para ello, en el que, si evaluamos seriamente lo que va de la radio de ayer a la de hoy, cada hito en nuestro país se halla sustentado en el espíritu de aventura de pioneros que entendieron que tenían en sus manos posibilidades infinitas para la creación.
Mas, sin lugar a dudas, es imprescindible potenciar, y prestar mayor interés, a la vanguardia que, de un extremo a otro de la red radial cubana, en estos tiempos apuesta por la innovación conceptual y formal, muchas veces ganando terreno en espacios de la programación diaria, radionovelas, revistas de variedades, informativos, segmentos para niños y jóvenes o los de servicio público comunitario.
De acuerdo con la preceptiva sabemos que el lenguaje radiofónico está compuesto por un conjunto de signos con un uso social amplio, que se enmarca en un proceso comunicativo e interactivo, donde el emisor y receptor pueden intercambiar sus papeles, ya que se supone ambos conocen la dinámica y comprenden los mensajes, y que existe una sintaxis conocida y asumida por los agentes que intervienen en el acto comunicativo que normaliza y regula el conjunto de signos. Esto no significa en modo alguno que emisores y receptores se muevan en una relación unívoca, ni que la sintaxis tenga por qué ser rígida e invariable.
“El dilema pasa por encontrar el equilibrio entre lo habitual, que no rutinario, y la novedad”.
Si estamos además de acuerdo con que la radio es una ventana abierta a la imaginación, en que solo mediante palabras, sonidos y efectos recrea la realidad de modo convincente, también debemos suscribir que la imaginación es infinita; por tanto, no hay que poner límites a la realización radiofónica, sobre todo a su dimensión estética, algo que no pocas veces se sacrifica bajo el pretexto de la obligación de cumplir con los plazos fijados para cada emisión.
Recordemos aquí, con Alejo Carpentier, que fue un hombre de la radio, cómo “un arte no se alimenta con obras de un tipo excepcional —presentadas un día, como particular alarde de buen gusto—, sino con una producción continuada, en desarrollo sobre sí misma, en evolución, capaz de crear estilos, tradiciones, normas, destinados a constituir un clasicismo para los hombres del futuro”.
En la ruta de la renovación y perfeccionamiento del lenguaje radiofónico, resulta esencial detenernos en la formación profesional, sobre todo en cuatro especialidades: locución (que va mucho más allá de los locutores; me refiero al uso de la voz humana), dirección, guion y realización de sonido. Obviaré la primera, puesto que su abordaje merece una aproximación mucho más detenida. La dirección exige un conocimiento integral de los procesos de creación y comunicación que no siempre se toma en cuenta. Aunque existen prestaciones curriculares en la Facultad de las Artes de los Medios de Comunicación (Famca), el Centro de Estudios de la Radio y Televisión y las facultades universitarias de Comunicación, predomina el empirismo en la adopción de prácticas, que mucho se beneficiarían mediante la adecuada relación dialéctica entre pensar y hacer.
En la última sesión del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), los radialistas opinaron acerca de un déficit mucho más acusado, el de los realizadores de sonido. Se trata de una función técnico-artística, es decir, no solamente técnica. Sin ellos grabar, editar y transmitir en vivo carecería de artisticidad y eficacia. Hace unos días leí la atinada observación de una colega holguinera que ponía el acento en cuanto al ingenio de los buenos realizadores de sonido para evitar contratiempos en las exigentes transmisiones radiofónicas y, en ocasiones, transformar el aparente desorden y las erratas en una obra hermosa. Ella los calificaba como “compositores de realidades mediante el lenguaje radiofónico, son capaces de evocar nostalgias, tocar las emociones, viajar hacia diversos parajes y dibujar sonidos para contar historias y convertir lo cotidiano en una imagen que se escucha”.
Habría que indagar cuántos de los muchachos que asistieron al día de puertas abiertas en la Famca de nuestra Universidad de las Artes, el pasado 14 de abril, se interesaron por la realización y las especialidades radiales, y no solamente por la seducción por el cine y la televisión. Habría que ver cuántos incluso escuchan radio o la tienen entre los medios frecuentados en su día a día. El fomento de vocaciones sigue siendo una asignatura pendiente.
Afortunadamente, un viejo reclamo de la Uneac parece encontrar cauce en algo que comienza a suceder en los predios de la Famca: la apertura del postgrado “El guion de principio a fin. Escritura para cine, tv. y radio”, con una matrícula de 30 profesionales. Ojalá que acciones como esta deriven hacia la radio, no para que compita con los otros medios, sino por la necesidad de más altos niveles en la escritura radiofónica. La integralidad debe estar a la orden del día: guionistas que puedan emplearse en diversos medios. Sé que esto es mucho más complejo en el caso de la dirección, mas no debemos cerrar puertas de antemano.
“La mejor manera de encarar los nuevos desafíos no pasa únicamente por la tecnología, sino por el talento”.
Escuché a alguien, un hombre de la radio, quejarse de que hoy día, avanzado el siglo XXI, se hacía muy difícil la realización radial por los costos en el guion, la dirección, los medios técnicos y el personal artístico; formulación que contrastaba, en su opinión, con los usos mediáticos de la era actual: mensajes audiovisuales breves, uso y abuso de las redes digitales, profusión de dispositivos móviles.
Soy de los que piensa que la mejor manera de encarar los nuevos desafíos no pasa únicamente por la tecnología, sino por el talento. Y en un talento integral formado es posible incubar nuevas y alentadoras respuestas: radialistas que se muevan con propiedad, fortuna y espíritu innovador desde los espacios tradicionales hasta los pódcast, desde el manejo de los recursos convencionales hasta su decidida renovación. Los públicos más sensibles están abiertos a tales experiencias.