Radamés Giro, un nombre integral de la cultura
“Su labor ha tenido un carácter creativo hasta el punto que puede decirse que ha sido coautor de muchas obras publicadas por él”.
Graziella Pogolotti
Cuando el musicógrafo y profesor Raúl Fernández, radicado toda una vida en California pero nacido en ese otro gran reservorio de nuestra música que es Alto Songo, me envió su sentida evocación sobre Radamés Giro, y me pidió le pusiera título, el primero que se me ocurrió, citando una línea final de su texto, fue “un gran amigo en la familia de la música cubana”. Me consta la camaradería que los unió y los varios proyectos en que estuvieron juntos. Pues entre las varias cualidades de Radamés me gustaría destacar junto a su talento y a su laboriosidad, su condición de amigo y criollo generoso, dotado de una simpatía y sencillez que nos invitaba a ser su amigo, más allá de la gran familia de la música cubana, de la que formó parte de manera orgánica desde que vino al mundo en su entrañable Santiago.
Durante años, en su incesante quehacer como estudioso y promotor de nuestra música y cultura en general, Radamés colaboró en numerosas publicaciones, incluyendo La Gaceta de Cuba, donde junto a Leonardo Padura sostuvimos una relación muy especial. A ella estuvo vinculado durante décadas, publicó textos claves sobre el son —raíz y conciencia—, el mambo —sin eludir las polémicas—, o el origenista Julián Orbón; nos asesoró y sugirió temas y textos de otros autores, manteniendo un diálogo consecuente con la revista como lector que siempre fue de ella. Como suma de esa relación publicó por Letras Cubanas en 1999 una compilación de textos aparecidos en nuestras páginas, bajo el título Mamá, yo quiero saber. Para ello contó con la complicidad de otro buen amigo y editor, Danielito García Santos, en esas fechas director de la editorial.
“Entre las varias cualidades de Radamés me gustaría destacar junto a su talento y a su laboriosidad, su condición de amigo y criollo generoso, dotado de una simpatía y sencillez que nos invitaba a ser su amigo”.
Pero en nuestros intercambios, que por intermitentes no dejaban de ser fraternos, no faltaban otros temas como colegas y amistades comunes ya fueran Pablo Pacheco, Ambrosio Fornet, Helio Orovio, su muy cercano Leonardo Acosta, o el mismo Raúl Fernández. O podíamos irnos por otros rumbos, como la pelota, que igual le apasionaba. De ahí que le agradeciera su colaboración para mi libro Cuando el beisbol se parece al cine. Del mismo cito un párrafo que mucho le debe: “En cuanto a familias de músicos relacionados con nuestro deporte nacional, Sergio Calzado, tío político del buen amigo, el musicólogo Radamés Giro, quien me regaló esta información y es un seguidor incondicional de la pelota, fue cátcher y árbitro. Calzado, que se dio a conocer como cantante y compositor, era primo de Rudy, animador cardinal de la música latina en la Gran Manzana y del destacado bolerista Fernando Álvarez, y padre de David, el exitoso director de la Charanga Habanera. Otro de esa familia es Claro Giro, lanzador y, además, conguero en los conjuntos santiagueros de los Hermanos Giro y el de Hilario Wilson”.
A raíz del Premio Nacional de Edición, su llamada para felicitarme fue una gran alegría y una de las que más agradecí. Como reiteré en esos días en más de una ocasión, ese premio tenía un noble aval en la suma de “nombres integrales de la cultura, como Radamés Giro, Ambrosio Fornet, o ese hombre a tiempo completo del libro como fue el memorable Pablo Pacheco”. Cuando conversamos, ya su salud estaba muy quebrantada, pero su ánimo jovial como siempre, pese a los duros golpes —“como del odio de Dios”, al decir de Vallejo—, que le había dado la vida en los últimos tiempos. Ahora su nombre se suma —junto a Pocho—, y ya de antes a otros aquí citados, a la memoria misericordiosa de la amistad. Y con él su legado, y parafraseando el título de uno de los textos que le publicamos, “todo lo que usted quiso saber sobre la música cubana”.