Querido Roberto *
16/6/2020
Querido Roberto:
Recibe mi cariño y mi felicitación en tus espléndidos ochenta y cinco. Aunque me aterran la solemnidad y los cumplidos, no quisiera dejar de decirte, una vez más, que te aprecio y admiro mucho y que debes estar feliz por lo que eres y por todo lo que has hecho y haces por nuestra cultura.
Siento que hemos sido parcos al decirte todo lo que te debernos. Aunque no fui tu alumno (confieso mi sana envidia por quienes asistieron a tus clases), como muchos otros que no disfrutaron de ese privilegio, desde mi adolescencia tengo una gran deuda con tus enseñanzas. A pesar de no ser de los que, al nacer, encontraron una biblioteca en su casa, gracias a la Revolución, libros no me faltaron. En mi caso, me asomé a la comprensión de nuestra poesía de la mano de algunos que hoy me son entrañables, como Lo cubano en la poesía, de Cintio y tu temprano La poesía contemporánea en Cuba. Y a Martí, leído y releído por mí desde niño, ¿dónde, si no en aquella primera edición de tu Introducción a José Martí (que todavía conservo) empecé a valorarlo como lo que en verdad es? Siendo sincero, hoy no imagino mi vida sin esas lecturas.
Tus poemas nos han hecho (como nos han hecho las canciones de Silvio, o el cine de Santiago y de Titón). Somos un poco hijos de esos poemas, que nos han “agrandado el tiempo” y nos han devuelto un poco mejores; y de las ideas que has expuesto y defendido con tanta pasión y lucidez. Y eso, creo yo, al menos hoy tenemos el deber de decírtelo. No exagero si afirmo que eres uno de los imprescindibles, pues soy un convencido de que, si los cubanos hemos llegado hasta aquí, si en algo hemos conseguido superar la oprobiosa condición colonial (especialmente de tipo cultural) en que nos sumió el capitalismo, lo debemos en no poca medida a iluminaciones y aportes como los que nos trae tu obra, en tantos sentidos bella y revolucionaria. En muchas de esas ideas nos hemos afirmado y nos seguimos afirmando; por (y con) ellas hemos sido también un poco más libres.
Algo similar cabría decir de los pobres y explotados de nuestra América y de otras partes del planeta, para quienes la esperanza que ha significado y significa la Revolución cubana no puede verse desligada de la originalidad y la fuerza transformadora del pensamiento que esta ha producido, donde sin duda el tuyo tiene un destacadísimo lugar. A propósito de esto: no olvido el día en que Chávez recordó lo que en su momento había sido para él haber dado con uno de tus textos. Después de eso, ¿qué más decir?
Tu obra —concebida bajo el fuego cruzado de las mil y una batallas en que hemos estado envueltos los cubanos durante las últimas décadas— viene a demostrar, una vez más, que la contradictoria riqueza de lo cotidiano es el mejor alimento de la auténtica trascendencia y que, en cuestiones de pensamiento, ética y rigor conforman un mismo y único abrazo.
En fin, que ha valido la pena. Como bien dices, “nos habían enseñado (pretenden seguir enseñándonos) el mundo de cabeza”. En alguna medida, gracias al esfuerzo de muchos, donde se cuentan (no debes dudarlo) decisivas contribuciones como la tuya, sobre todo en esta parte de su geografía, ha ido poco a poco volteándose y hoy comienza a “ponerse sobre sus pies”. Una vez más, te doy las gracias por tus enseñanzas y tu amistad. Es una felicidad saberte en la pelea.
Aquí va mi abrazo fraterno. Y “buena suerte viviendo”.