¡Qué nunca has bailado al compás de un órgano!

Maité Rizo Cedeño / Imagen: Tomada de Internet
19/9/2018

Es una sensación rara, primero escuchas un “tan ta tan ta…” parsimonioso que parece anticuado en estos tiempos de “súbeme la radio…”. Cuando llegas al lugar te encuentras con un gran cajón de madera que, a través de tiras de papel como escritas en braille, muele la música. El resultado final son partituras, a eso se le suman un guayo, maracas, y lo que prometía ser la noche más aburrida de tu vida se transforma en un rumbón; del cual no puedes salirte hasta que los pies y la cintura no te dan más.

No sé en qué consiste su magia, pero ese instrumento tiene un encanto único, una mezcla de ritmos antiguos y actuales, una cadencia sabrosa. Según cuentan los mayores, a principios del siglo XIX los colonos franceses asentados en Cienfuegos trajeron el órgano a Cuba con el objetivo de amenizar sus fiestas y bailes, y como una chispa en la pólvora, aquella sonoridad prendió en muchas regiones del archipiélago, sobre todo en el Oriente, donde existe un mayor apego a lo tradicional.

La ciudad de Manzanillo, en Granma, lo vio llegar en manos de Santiago Fornaris, quien se encontraba trabajando en el centro del país y quiso regresar a su casa con la novedad musical, de ahí se extendió el sonido por muchos poblados, en su mayoría cañeros, donde se volvió el eje de los jolgorios y la alegría de las noches.

Con altas y bajas, la música molida ha logrado mantenerse en la preferencia, incluso en el municipio de Niquero se realiza cada año el Festival Raquel Morales in Memoriam, en honor a la primera mujer organista del territorio.

El evento, pese a las dificultades, gana en calidad con cada edición, y en su XV aniversario, efectuado del 16 al 19 de agosto, tuvo como fortalezas la presencia de especialistas en reparar esos instrumentos, conferencias, bailes de enramadas, las habituales competencias entre conjuntos y premiaciones.

Las proyecciones para el próximo año se concentran en hacer crecer el certamen y contar con la participación de invitados de varios países, donde se conserve la música de órganos, y la tradición a través de proyectos infantiles, según explicaron a la ACN miembros de su Comité Organizador.

Lino Borbolla Vargas, director de banda de concierto en Manzanillo, musicólogo y descendiente de una de las familias que introdujo el órgano en la región oriental del país, asegura que si todos los municipios, al menos en Granma, se unieran al evento, la tradición perduraría por siempre.

“Estoy muy satisfecho al ver el relevo, hay muchos niños incursionando en el arte de hacer música molida, como se le conoce al órgano; y Niquero se ha convertido en la capital de esa costumbre”, afirmó en conversación con la propia agencia el también miembro del Consejo Nacional de Evaluación de Cultura.

Dicen algunos que el órgano es “música para guajiros”, tal vez por eso yo no pierdo la oportunidad de tirar mi pasillo cuando lo oigo, sin vergüenza, sin denigrarlo y con orgullo por esos ritmos que siguen en nuestra Cuba, a pesar de tantos tropiezos.

Bien lo han dicho algunos, cuando los franceses introdujeron el órgano en Cuba jamás imaginaron que en el siglo XXI todavía estaríamos bailando en las calles con la música molida.

Por eso me hace feliz ver que allí en Niquero, a la vista del central, está desde hace muchos años la esquina de las tradiciones, donde el órgano no para de sonar y jóvenes, viejos, pobladores y visitantes detienen el paso para escuchar al menos un pedacito del “tan ta tan ta…”.

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