Qué meta puede hablar
Contemporáneos del triunfo rebelde, los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) devinieron la más auténtica fuerza popular para la concreción de lo que el gobierno revolucionario comenzó a concebir y ejecutar. Recuerdo que en mis años de estudiante, con el reduccionismo propio de los enfoques de la época en ese terreno, en alguna clase de Filosofía se me dijo que los CDR constituían “el aporte teórico de Fidel Castro al marxismo-leninismo”.
Más que aporte teórico, los CDR, en sus 62 años de existencia, han demostrado, con todas las herramientas a su alcance, la importancia del concepto de unidad para construir un proyecto de nación soberana y justa desde los cimientos. Innumerables donaciones de sangre, toneladas de materia prima recuperadas, debates de profilaxis social y cultura política se deben a su quehacer. Sin su empuje muchos de nuestros empeños altruistas no hubieran pasado de ser sueños.
“Los CDR siguen reflejando con limpieza el rostro visible de nuestro altruismo”.
Cada 28 de septiembre celebramos los aniversarios de su fundación, aunque en realidad, en los últimos diez años su accionar se ha hecho menos visible. En los momentos actuales, apoyados en el prestigio de su principal animador, el Héroe de la República Gerardo Hernández Nordelo, se lucha por recuperar su capacidad movilizadora sobre bases que son las mismas, aunque cambien.
Un país como Cuba, amenazado permanentemente no solo desde el punto de vista militar, sino también con medidas punitivas de carácter económico y financiero, necesita sostener con estrategias y acciones racionales ese espacio de concertación humana que subsiste en el espíritu de los CDR. En buena medida, por su esencia movilizadora y su proceder colectivo, están llamados a construir y consolidar, con singular energía, la democracia socialista y el empoderamiento comunitario que se imponen en una sociedad empeñada en no entregar sus grandes logros sociales. Aun cuando en lo económico se vengan imponiendo, a fuerza de superar ineficiencias, relaciones de producción diferentes a las que operaban en el momento en que nació la organización, los CDR siguen reflejando con limpieza el rostro visible de nuestro altruismo.
Un buen tramo de terreno se perdió en años recientes, como dije antes. Pero se trabaja duro para la recuperación de su benéfica influencia. Resulta imposible pensar en algún avance de la Revolución Cubana sin fortalecer la dinámica de los CDR. En el éxito del recién concluido referendo por el Código de las Familias jugaron un papel trascendente como movilizadores, como trabajadores en los colegios electorales y como promotores de la consulta. De esa forma ha sucedido con cada uno de los procesos de elección y consulta programados desde las instancias del Poder Popular, y también con todos aquellos trabajos donde la opinión del pueblo fuera determinante.
En este aniversario de su día fundacional volvamos a mover sobre el tablero de juego, con más fuerza que nunca, la poderosa pieza que son los CDR. Hoy, igual que en sus inicios, son necesarios y útiles para vivir de cara a cara con el porvenir y salir airosos frente a las amenazas de un mundo crecientemente neoliberal y con cotas imperiales cada vez más hegemónicas y agresivas.