¿Qué es la conciencia poética?
3/6/2016
Muchos son los ejemplos sobre conciencia poética, especialmente cuando tal conciencia alcanza situaciones extremas de aislamiento y confinación. La historia, siempre inexpugnable, nos envía al caso de Sor Juana, autoflagelada como monja de clausura en tiempos de la inquisición española y virreinal del Siglo de Oro por pensar como mujer. También recordamos al dramaturgo y poeta Antonin Artaud, que en un psiquiátrico y con sus cartas de Rodez imploraba a la humanidad un poco de conciencia solidaria por todo lo que el sentía en carne viva, como artista y como ser sensible. Finalmente, invocamos al poeta griego Yannnis Ritsos (Premio Lenin de la Paz), condenado en islas-campos de concentración y a reclusiones inhumanas de trabajos forzados cascando el áspero canto de la piedra inútil por pronunciarse en favor de lo que él consideraba que debía ser justo.
Y entonces nos preguntamos: ¿por qué luchamos?, ¿por qué tenemos ese incesante e inagotable deseo de no detenernos ante las injusticias?
Una conciencia poética va más allá de nuestros linderos como seres humanos y nos convierte en un status nuevo. Nos coloca de sopetón en la inmediatez del ser artístico, del ser creativo y, por supuesto, en la responsabilidad inevitable del ser poético, aquel espíritu más real que metafísico, que debe vivir en el deslinde de la hipérbole, como citaría Borges, o que está de acuerdo con intentar, al menos, modificar el mundo incongruente en el que vive. Cuando la conciencia poética del individuo se enfrenta a otros seres, incluso de su misma estirpe, entonces hay un volcán interno que le hace redimir sus propios demonios y enfrentarlos. No es fácil ser parte de ellos y el ser poético, por naturaleza ancestralmente poética, lo sabe.
Él ha sido padrino de las piedras, testigo de la formación del universo en cada gusano que se mueve, ha determinado la gota y el temple de las lluvias, se ha casado con el sol miles de veces y ha hecho el amor con la luna desde mucho antes de escribir su primer poema. El ser poético trasciende en el historial del tiempo, en esa estética del tiempo que los críticos de arte han comenzado a estudiar para analizar el cómo y el porqué del ser humano que escribe.
El ser poético es un alma trascendental, aquella que por su atemporalidad inespacial sabe que el tiempo es solo una figura retórica de la poesía, “un tropo que a veces queda bien en un poema y otras veces hay que sacarlo volando”. En el ser poético, en la conciencia poética, solo debe primar este común denominador, el de la inconformidad inextinguible, el de necesitar transformar el mundo con sus escritos, el de comprometerse con cada letra a conocer y a re-conocer porqué escribe y a vivir con el poder de sus letras, en cada renglón.
El ser poético, consciente de su propia inconformidad, no es un ser que divague en la naturaleza buscándole poesía a los colores de las mariposas. Al contrario, el ser poético se enternece con el vuelo de los dinosaurios voladores y los convierte en arcoíris buscando esa ansiada transformación. Por ello, y solo por ello, el escritor debe saber escribir en las alas de las mariposas… De esa forma puede causar tsunamis, mareas y lo que se le antoje con un aleteo desde la Indonesia al Cuzco, o desde la Mesopotamia hasta las nieves perpetuas que saben derretir el fuego creativo cada vez que nace un texto.
Cuando decimos conciencia poética y nos asumimos “ser poético”, debemos considerar que fuimos dotados de una cualidad artística, aquella capaz de crear revolución en la medida que plasmamos nuestras ideas. La conciencia del poeta comprometido no se queda en el activismo y en el hacer inútil de las cosas. La conciencia poética va más allá del pragmatismo y muere cuando el poeta deja de aspirar. Pero bien lo sabemos, el poeta-poeta, es decir, el ser poético que se pelea consigo mismo, conflictuándose a cada instante sobre el devenir de quién es o para qué escribe, sabe que tiene deudas consigo mismo cada vez que no le sale un poema comprometido.
La poesía es la única forma de transformar la palabra en arte. Así tienen que ser todos los textos. Todo lo que creamos debe rompernos el cerebro, porque es la única forma de transformar la literatura antes de que la soga de Françoise Villon nos dé alcance. El escritor, incluso, tiene derecho a no leer, porque su naturaleza es crear, pero es obligatorio que lo poco que lea se lo trague, lo devore, lo procese y luego lo vomite con la fuerza con la que nació.
Un escritor comprometido no debe quedarse atrás en sus lecturas. Debe rascar, hurgar, maquilar, y luego formar tempestades con sus letras revolucionarias.
El ser poético, por tanto, no debe dejar de hacer temblar su mano sobre la superficie que se deje, llámese muro de las provocaciones, espacio para expresarse, hoja, aire, agua y hasta piel.
Defender la humanidad no es tarea de unos pocos, es responsabilidad de todos. Ese es el camino que tenemos que construir cada día que logramos ver nuestra conciencia del otro lado del espejo. Es tan fácil enfrentarnos a ese monstruo que nos aleja del mundo, y solo lo tenemos que hacer de lado. Enfrentemos la conciencia poética universal como debe ser, con orgullo de lo que somos y de lo que sentimos. Por eso, hoy estamos aquí, forjando las naves, fortaleciendo las columnas, templando los mástiles, esperanzándonos en esa conciencia poética que todos llevamos dentro: ¡en defensa de la humanidad!
Poeta // Que nada este afuera de tu versar // Cantale a la Vía Láctea y al frenesí de las hormigas // A las raíces del alba y a los nudos de las sombras // Encuentren en ti residencia // El llanto lacerante y la risa de carnaval // Poeta // Nunca dudes // Tu lugar tiene que ser siempre el que te coloque frente a la dignidad humana // Para que la defiendas // Sea tu voz pan // Y la mano que le quite la venda de los ojos a la justicia // Porque así tapados como los tiene // Ver no puede lo injusta que es // Que tu poesia sea trinchera para el que lucha // Salmo como canción de cuna // En el corazón del afligido // Fuego con el que se enciendan los colores de la utopía // Poeta // Que tu canto sea agua que todos puedan beber // Desde el docto hasta el más humilde // Que la poesía es de la calle del aire que todos respiramos // Le pertenece al sentir de todas las gentes // Poeta // Nunca seas complice del silencio // Que si callas mejor mátate.
https://youtu.be/I8VNB5-jv5A
Y yo, acaso tontamente, me preguntó: Se podría ser poeta sin conciencia poética.
Es decir, sin esta. Careciendo de ella, de tal conciencia, digo.
Me resulta inconcebible que así pudiera ser, por que el poeta es por naturaleza un iconoclasta, un inmoldeable — estoy casi seguro que está palabra no existe lo cual no me preocupa — un rebelde con causa, aun cuando dicha causa no sea otra que la utopía misma. El poeta sino es un inconformista, sencillamente, no es poeta. Podrá escribir, incluso gustará lo que escribe, pero, eso no lo convierte en poeta. El serlo es más que elaborar académicamente bien entrelazadas rimas. El poeta tiene que ser de ese río que el vate parisino del S XV; Villon, innaguro, aquella corriente de los bien llamados: Poetas Malditos.
Por que la poesía es fundamentalmente un recrear la realidad, es inventar un universo plenamente vivo, pero, que solamente va a poder vivir en el poema y por el poema, fuera de él no tiene ninguna probabilidad de vida, estallaría, se habrá desvanecido como una pompa de jabón.
La conciencia poética es la condición previa al: Ser Poético. El cual representa la encarnación, la epifanía, de una manera de entender la vida misma y a partir de aquel entenderla así, se vive, vale decir, el poeta tamiza, destila, la vida a través de su labor creativa, luego vive, pero, en ese vivir se integra e integra la vida de los demás. No es un solitario, un alejado, un exiliado de la vida, es todo lo contrario, es los ojos y el corazón, por medio de los que la vida cobra otra dimensión, liberada de las ataduras de la realidad, y es en esa liberación de la realidad, en esa liberarla, es que la torna más real, por que el poeta transforma la realidad para que ésta pueda ser verdaderamente asumida como tal.
Poetas como Sor Juana Inés de la Cruz, son fundacionales, no se puede hablar, ni pretender defender los derechos de la mujer desconociendo la poesía precursora de este personaje que emprendió la ardua tarea de ser reconocida como una mujer y desde y como tal tener los mismos derechos que cualquier hombre.
Ser poeta es empuñar con una mano la rosa y con la otra el fusil. En ello radica tanto la conciencia poética como el ser poético.
Sergio Alarcon Beltran. Mi fraterno abrazo. Joe Merengues, mi admiración y afecto sincero por tu amor a la poesía que es para mí hasta conmovedor. Gracias a ambos.