Puentes culturales y no solo musicales entre Gran Bretaña y Cuba
24/3/2016
Sin la menor duda puede asegurarse que la decisión de celebrar en este mes de marzo en La Habana una semana representativa de la cultura procedente de Gran Bretaña, con énfasis en el costado musical, ha sido del todo acertada. Confieso que hasta el instante en que Guille Vilar me pidió que participara con él y Juanito Camacho en un panel sobre el tema en el club Submarino Amarillo, no me había puesto a meditar en el asunto.
Creo que de manera errónea en nuestro país solemos asociar lo anglo a lo que viene de los Estados Unidos, con lo cual la perspectiva en tal sentido resulta limitada. Quizá por ahí esté la razón de que con frecuencia se afirme que las tres grandes fuentes de la música popular contemporánea son Cuba, Brasil y EE.UU., algo que no es del todo cierto si se piensa en el enorme aporte que desde la década de los 60 de la anterior centuria han realizado los creadores nacidos en el Reino Unido.
Alguna vez habrá que efectuar un serio estudio acerca de la profunda huella que la cultura británica ha dejado entre los cubanos en los últimos casi 50 años y que no se limita en exclusivo al hecho musical. Muchos ejemplos pudieran mencionarse al respecto. Yo me limitaré a señalar solo algunos, de los que desde mi perspectiva me resultan más sobresalientes.
De inicio, quiero hablar del legado de The Beatles entre nosotros. Hace escasas semanas, quien fuese el gran productor de dicha banda, George Martin, murió. Es una pena que los medios de comunicación cubanos hayan ofrecido una baja cobertura informativa a esa pérdida, porque nosotros le debemos mucho al quehacer impuesto por Martin. Leo Brouwer, que para mí es uno de los contados genios de verdad que en materia de creación sonora anda por las calles de La Habana, ha reconocido que cuando asumió la dirección del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, agrupación fundamental en el devenir posterior de lo que fue la Nueva Trova, él reprodujo con aquellos trovadores e instrumentistas el modelo de producción musical en lo concerniente a la división del trabajo orquestal, ideado por George Martin con The Beatles. Los resultados alcanzados por Leo al seguir aquel modelo son harto conocidos.
Una profunda huella beatleriana entre nosotros está en la obra de Juan Formell, quien al dar vida al songo (esa sonoridad que ha hecho bailar a los cubanos desde 1967 hasta nuestros días) en compañía de Changuito y Pupi Pedroso, consiguió adaptar a lo cubano el elemento beat trabajado en la batería de Ringo Star.
Otro vaso comunicante entre la música de Gran Bretaña y la facturada en este lado del mundo viene a través de un guitarrista como Ritchie Blackmore. Todo el que a partir de inicio de los años 70 se acercó en Cuba al instrumento de las seis cuerdas en su variante eléctrica, sabe que por aquí los riffs guitarrísticos más estudiados y, como se diría en el medio, fusilados, fueron en aquella época los diseñados por Blackmore durante su estadía en las filas de Deep Purple.
Igualmente en los 70, el mundo del rock sinfónico de ascendencia británica marcó a no pocos músicos cubanos. De seguro, uno de los casos más renombrados es el de Síntesis, la actual agrupación de etno-rock dirigida por Carlos Alfonso pero que al surgir, por idea de Mike Porcel, cantautor, orquestador y entonces líder del proyecto, tendrá en Genesis y en particular en la figura de Peter Gabriel un modelo a seguir, no solo en lo musical sino además en la concepción teatral de la presentación o concierto. También en la línea de cultivar el rock sinfónico, habría que mencionar los casos de Géminis, el grupo fundado por Luis Manuel Molina al influjo de lo hecho en el plano vocal por los ingleses de Queen, o mucho más reciente, el extraordinario trabajo de Ánima Mundi, única banda cubana de rock que ha logrado colarse de verdad en el circuito internacional, con una propuesta que recoge el legado setentón de los grandes clásicos del género.
Esta clase de influencias británicas, de la que se ha hablado escasamente, se hace extensiva a distintos géneros entre los practicados por nuestra gente. Así, en una manifestación como la denominada Canción Cubana Contemporánea, también se perciben los aires procedentes de UK. Piénsese, si no, en las cercanías que se detectan entre el estilo guitarrístico y vocal de nuestro Santi Feliú y lo hecho por el vocalista y multinstrumentista Ian Anderson (figura frontal de Jethro Tull) o en las reminiscencias que de la obra de Sting se notan en el quehacer de Polito Ibáñez.
Pero no es solo en lo musical donde apreciamos estas cercanías. Por razones que no vienen al caso explicar, una manifestación como el punk nunca ha tenido un fuerte desarrollo en Cuba. Sin embargo, en tanto actitud transgresora, su legado se deja ver en la obra literaria de no pocos narradores pertenecientes a la generación que Salvador Redoné nombró “los novísimos” y que con tremenda fuerza irrumpió en el universo de las letras cubanas entre fines de los 80 e inicios de los 90, con nombres como los de Ronaldo Menéndez, Ricardo Arrieta y Raúl Aguiar. Ese traspaso de elementos de la cultura rock a la literatura ha continuado sucediendo e incluso, en una hornada de escritores mucho más recientes, como los que se agrupan en la llamada “Generación 0”, al leer sus cuentos y novelas, podemos toparnos con fragmentos en inglés de numerosas piezas de bandas anglosajonas, en un acto de genuina apropiación.
Los lazos de la cultura británica con el acontecer en nuestro país también llegan al ámbito de las exégesis académicas. En ese sentido, entre jóvenes cientistas sociales en Cuba ha ido cobrando fuerza la incidencia de los Estudios Culturales, sobre todo los derivados de la conocida Escuela de Birmingham, con investigadores como Dick Hebdige, creador del término “subcultura”, que para algunos estudiosos de la cultura es casi una posición epistemológica. Por el propio camino, está también la existencia de los que se conocen como estudios de música popular, representados por la organización denominada International Association for the Study of Popular Music, con figuras como el sociólogo Simon Frith, alguien fundamental para comprender el modo en que en el presente hay que abordar una expresión sonora como el pop.
Pero permítaseme volver de nuevo a lo estrictamente musical y a la huella que lo británico ha ido dejando entre nosotros. Así, me remonto a lo que se dio en llamar New Wave of British Heavy Metal, movida de la que surgiese una agrupación como Iron Maiden. El estilo que la banda impuso a la hora de trabajar la mancuerna de guitarras, en pasajes a dúos por terceras y quintas, fue recogido entre nosotros por Zeus, sin discusión alguna el grupo más importante de power metal que hemos tenido.
No quiero olvidar tampoco que en los 80, el desarrollo tímbrico que marcó un ensamble de pop como Mr. Mr. al emplear profusamente toda clase de sintetizadores y teclados, influenció a no pocos tecladistas cubanos, cultores de diferentes géneros y estilos, pero que bebieron de aquel modo de sonar. Tampoco sería justo soslayar que en la segunda mitad de la penúltima década del pasado siglo, alguien como el guitarrista Allan Holdsworth, para una importante zona de instrumentistas cubanos fue todo un descubrimiento y un modelo a seguir en virtud de la revolucionaria concepción armónica y la hermosa complejidad tanto de las líneas melódicas como de los solos llevados a cabo por Holdsworth con su guitarra procesada a través de un sintetizador.
Notable ejemplo de lo mucho y bueno que entre Cuba y Gran Bretaña puede hacerse en el ámbito musical, como expresión de lo cultural, se vio cuando en el decenio de los 90 los organizadores locales del festival Jazz Plaza se unieron a los dueños del famoso club londinense de jazz Ronnie Scott, para traer tanto a instrumentistas de otros puntos del mundo como a turistas, a fin de potenciar al máximo un evento como nuestra gran fiesta jazzística. En su momento, aquella experiencia tuvo excelentes resultados en lo artístico y lo comercial, y pienso que en algún instante futuro podría ser retomada.
En este apretado recuento de las influencias de la música y cultura británicas entre los cubanos, que como puede apreciarse da para preparar otros textos a fin de establecer precisiones, hay que acotar que para comprender los caminos por los que se ha desarrollado la escena electrónica entre nosotros, hoy de tanta popularidad entre los más jóvenes, es imprescindible evocar el impacto que por acá tuvo una agrupación al corte de Massive Attack, desde que debutasen con el CD Blue lines, considerado en la actualidad una obra maestra en su estilo.
Así pues, he intentado ofrecer una que otra pista, para que se comprenda la necesidad de que investigadores de nuestros dos países piensen en lo útil que sería estudiar el legado que la cultura británica ha dejado entre los cubanos en los últimos casi 50 años. De concretarse un día semejante exégesis, de seguro más de una sorpresa nos llevaríamos.