Desde hace más de un siglo, José Martí es presencia viva en la historia y la cultura visual de Cuba; de ahí lo atinado de titular Presencia a la exposición del artista plástico José Miguel Pérez, con la que la Casa Natal de nuestro Héroe Nacional celebró el aniversario 170 de su natalicio. La curaduría de Joseph Trujillo obró en relación con la efeméride evocada al seleccionar, entre la amplia obra de tema martiano de José Miguel, once retratos concebidos durante las dos primeras décadas del presente siglo.
Nada como el retrato para evidenciar la estirpe martiana del artista. Poseedor de una formación académica, José Miguel viene recreando de manera sistemática la fisonomía del Apóstol en una suerte de variaciones reconocibles según la experiencia personal de cada receptor.
“Desde hace más de un siglo José Martí es presencia viva en la historia y la cultura visual de Cuba”.
Las obras en exposición están concebidas en una escala cromática que va de los grises a los azules —este último era el color preferido de Martí—, lo cual no pone freno a las inquietudes más íntimas del artista, visibles en pinceladas que se inclinan hacia un colorido más cálido —pongamos por caso el naranja. Las piezas nos animan a compartir los desvelos y esperanzas del hombre de Dos Ríos, así como los del propio pintor al concebirlas.
“Todo el que lleva luz se queda solo”, escribió Martí en el fiel de la modernidad. De ahí, tal vez, que en todos los retratos tenga como única compañía al paisaje cubano; bien como esbozo de un anhelo de patria, donde los penachos de las palmas parecen abanicar su cabellera y frente, o bien como aliento de un espacio a detentar desde su mirada, la cual parece observarnos en cada obra desde un lugar distante o diferente, pero siempre cercano al corazón.
Los cubanos, quizás como nunca antes, necesitamos de él.