A pesar de que Cuba carece de representación en la competencia de largometrajes de ficción, está presente en otras competencias (ópera prima, documental, cortometrajes) y además profesionales cubanos figuran en la realización de otros filmes dispersos por la programación del evento como La invención de las especies, un filme ecuatoriano que sí está en competencia, y Mariem, que está programada en el Panorama Contemporáneo Internacional, y es un documental de coproducción entre España, Cuba y Perú.

Escrita y dirigida por Tania Hermida, egresada de la Escuela Internacional de Cine y TV (EICTV) de San Antonio de los Baños, y rodado completamente en locaciones de las Islas Galápagos, La invención de las especies trata sobre una niña de doce años que asume un voto de silencio cuando llega a las islas mencionadas, y allí, en las Galápagos, aprende de las iguanas, que se aferran a la piedra, a esperar, a sumergirse y a emerger para contar su historia. El filme cuenta con música original de Ulises Hernández, y la participación de las empresas Ventu Productions y Habanero Sales.

Fotograma de la película La invención de las especies, de la cubana Tania Hermida. Foto: Tomada de Hablando de cine

Uno de los grandes documentalistas latinoamericanos, el peruano Javier Corcuera, asiduo visitante de la EICTV, codirige con Joaquín Álvarez Méndez, el documental Mariem, que forma parte del Panorama Contemporáneo Internacional, y habla en solo quince minutos sobre la más importante cantante de música popular saharaui, considerada un símbolo de ese país en el exilio: Mariem Hassan. Ella fue víctima de una enfermedad irreversible, y esta cinta habla sobre su canción La Despedida, algo así como el último testimonio de la artista, quien solicitó que fuera registrado en documental.

Mariem, documental codirigido por Javier Corcuera y Joaquín Álvarez Méndez, está dedicado a la más importante cantante de música popular saharaui, Mariem Hassan. Foto: Tomada de Internet

Como decíamos al principio, en el concurso de óperas primas sí contamos con una representación procedente de la Isla: la coproducción Fenómenos naturales, de Marcos Díaz Sosa, que al parecer juega con los códigos del realismo mágico, en tanto un fenómeno natural se lleva volando y la saca de su realidad contingente: una granja aislada, cerca de un pequeño pueblo de Santa Clara, en los años ochenta. Allí vive Vilma, una joven enfermera que sueña con un lugar mejor para criar a su futuro bebé junto a su marido discapacitado, Iván. Pero ni sus habilidades como enfermera ni como tiradora la sacarán de su dura realidad, hasta que un fenómeno natural se la lleva volando. Vilma despierta en un lugar donde parece que sus sueños se harán realidad.

Con un reparto que integran Andrea Doimeadiós (El techo), Armando Miguel Gómez (Conducta), y Mario Guerra (Sergio y Serguei), Fenómenos naturales fue beneficiado por el Icaic con el Fondo de Fomento del Cine Cubano en la categoría de Ópera Prima, y en esa misma categoría ganó el Premio a Mejor Ópera Prima en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara 2024, de modo que un posible premio en el Festival de La Habana puede confirmar su lanzamiento internacional.

Cartel del filme cubano Fenómenos naturales. Foto: Tomada de Internet

En cuanto a cortos de ficción, Cuba está representada por dos obras: Azul Pandora, de Alán González, y Matar a un hombre, de Orlando Mora. La primera es una de las ganadoras en la convocatoria de cortometrajes por la igualdad, la no discriminación y los derechos de la comunidad LGBTQ+ abierta por el Icaic en 2021 y cuenta la atribulada historia de una trans cubana, encarnada por la actriz que se hace llamar Lady Chiv, acompañada por Eduardo Martínez, Mateo Menéndez y Yaite Ruiz. El guion lo firma Nuri Duarte y cuenta con la fotografía de Lorenzo Casadio; ambos fueron parte del equipo artístico de la opera prima del director, La mujer salvaje.

Orlando Mora es egresado en dirección en Famca y en la EICTV. Ha realizado los cortos titulados Brujo amor (2023) y Gémini (2022) entre otros. Con un reparto que incluye a Ángel Ruz, Eduardo Martínez, y Kiriam Gutiérrez, Matar a un hombre es un momento en la historia de Javi, que se aparece por última vez en el club queer donde trabaja como bailarín erótico, pero allí debe lidiar con Castillo, un usuario fijo que se resiste al hecho de que nunca más volverá a verlo.

En trío llegaron los largometrajes documentales que compiten por el Coral en esa categoría: El bosque intermitente, con guion y dirección de Lázaro Lemus; La línea del ombligo, de Carla Valdés León, y La tierra de la ballena, de Armando Capó Ramos. En el primero de ellos hay un bosque, como apunta el título, en el occidente de Cuba, donde vive Hilario, un anciano de 76 años, que anota sus hallazagos en un diario: cuevas laberínticas, pictografías rupestres, animales prehistóricos y visiones nocturnas que lo despiertan en la noche. Impulsado por su curiosidad, Hilario se adentra en una cueva profunda, donde quizás tendrá que enfrentarse a la muerte.

Póster de El bosque intermitente, uno de los largometrajes que compite por el Coral. Foto: Tomada de Enciclopedia Digital del Audiovisual Cubano

Al igual que en su documental anterior Los Puros, Carla Valdés León reflexiona en La línea del ombligo sobre el paso del tiempo, la memoria y la familia. Ahora filma a sus abuelas en su despedida: sus manos, su retrato, la cadencia de una voz que se apaga. Para acogernos a la sinopsis oficial, evidentemente escrita por la realizadora, el documental habla sobre “ese espacio que habitan los recuerdos, un archivo familiar se convierte en un archivo de la nación. Como una promesa, la herencia es un vientre gigante donde alguna vez nos cargaron otras abuelas”.

Sobre la memoria y el paso del tiempo, sobre despedidas y homenaje a los ascendientes también habla La tierra de la ballena, realizada por uno de nuestros más importantes cineastas: Armando Capó. El documental relata el regreso de un cineasta a Gibara con la intención de realizar un documental sobre la muerte y varamiento de una ballena. Pero su motivación principal es rencontrarse con sus antiguos maestros antes de que sea demasiado tarde. Este viaje, más que un homenaje a sus maestros, es una despedida. Apenas es preciso explicar que Capó es oriundo de Gibara, de modo que el documental está realizado en primerísima persona.

La tierra de la ballena, documental de Armando Capó. Foto: Tomada de Internet

A los tres largos documentales mencionados se suman, con menor duración, pero en la misma categoría, El Reinado de Antoine, de José Luis Jiménez Gómez, sobre un joven que navega entre sus epopeyas imaginarias y la realidad de su padre discapacitado en un contexto desfavorecido, y la coproducción con España Futuro, que codirigen Ángel Suárez Ávila y Amanda Cots Martínez, en torno a dos amigos que forman parte, no importa si te vas o te quedas, de la ola migratoria registrada entre los jóvenes de la Isla. Una sola obra tenemos disponible para el concurso de animación: Bombas de arena, de Keiter Castillo.

Y si en casi todas las categorías contamos con una, dos o tres obras, en el acápite de guiones inéditos hay nada menos que cinco nuevos proyectos, que ojalá se alcen con la distinción, pues significaría una ayuda sustancial con vistas a concretar el proyecto. En la lista de concursantes abundan los nombres conocidos: Cerro Belmonte, del actor, guionista y director Vladimir Cruz; Lienzo 93, de Lisabeth Rojas Varela y Ranas, de Alejandro Fernandez. A estos tres se unen Tengo una hija en Harvard, de Arturo Sotto, y Travesía, de Amilcar Salatti González.

Cartel de Bombas de arena, de Keiter Castillo.

En la sección Latinoamérica en Perspectiva, figura, en cortometrajes, Mujeres de fe… señales de lealtad, codirigido por Lizette Vila, Sergio Cabrera e Ingrid León, y la coproducción con España Escuchar la sombra, de Miguel G. Morales. Además, por si fuera poco, nuestro cine marcará territorio en las Presentaciones Especiales, donde se exhibirán nuevamente Maisinicú, medio siglo después, de Mitchell Lobaina, y Oriki para Bola, de Lourdes de los Santos. Mucha curiosidad puede despertar la coproducción entre Cuba y Estados Unidos titulada Teófilo, de Ethan Higbee. El eslogan de este último filme asegura que se trata de la historia del más grande boxeador que ha existido, alguien que jamás peleó por dinero.

Y como estamos en el Festival número 45 se impone el homenaje recordatorio a la primera edición, la de 1979, cuando ganaron empatadas la cubana Maluala, de Sergio Giral, y la brasileña Coronel Delmiro Gouveia, de Gerardo Sarno, aunque debe recordarse que también fue premiado con un Coral en Animación el primer largometraje animado del cine cubano: Elpidio Valdés, de Juan Padrón. El triunfo de una película histórica sobre la esclavitud a finales de los años setenta, una década que en Cuba estuvo colmada de filmes históricos, asentó la tendencia de los Corales al apuntalamiento de las principales y más contemporáneas tendencias del cine producido en la Isla.

Elpidio Valdés, primer largometraje de animación cubano, de Juan Padrón.

En 1983, Cuba ganó el Gran Premio Coral con Hasta cierto punto, de Tomás Gutiérrez Alea, y al año siguiente, el tercer Coral de ficción fue compartido por las comedias de costumbres Se permuta, de Juan Carlos Tabío, y Los pájaros tirándole a la escopeta, de Rolando Díaz. En 1986, el premio máximo correspondió a Un hombre de éxito, de Humberto Solás, y al año siguiente, el de Ópera Prima fue para Clandestinos, de Fernando Pérez, quien se convertirá en el director cubano más “coralizado” de los años noventa. Pero antes de que concluyan los años ochenta todavía ganamos, en 1988, por Plaff de Juan Carlos Tabío, el tercer premio y el de mejor guión, y en 1989, Papeles secundarios debía conformarse injustamente con el segundo escaño.

En los años noventa nos mantuvimos ganando eventualmente premios por especialidades, y solo conquistamos los máximos reconocimientos en 1990, 1993, 1994, 1996 y 1998. A inicios de esta década Cuba gana premios principales en las tres competencias: Hello Hemingway y Mujer transparente en largometraje y cortometraje de ficción, el Noticiero Icaic Latinoamericano en documental, y El hombre agradecido en animación. En 1993, triunfa Fresa y chocolate y al año siguiente el Premio Especial del Jurado fue para el mediometraje Madagascar. En 1996, ganó como documental Yo soy del son a la salsa, de Rigoberto López y solo en 1998 el cine nacional volvió a coronarse cuando La vida es silbar, de Fernando Pérez, ganó el Coral a la mejor película de ficción y mejor dirección y fotografía.

En 2014, el Primer Premio Coral de Animación fue para Meñique.

En las dos décadas que van desde el año 2000 hasta el 2019 la cosecha de Corales ha sido más bien pobre. En 2001, Nada, de Juan Carlos Cremata, comparte el Premio a la Mejor Ópera Prima y Video de familia, de Humberto Padrón es el Mejor Cortometraje. En 2003 llegamos de nuevo a la cima con el Primer Premio Coral para Suite Habana, y en Animación para Más vampiros en La Habana. En 2006, la Mejor Ópera Prima fue El Benny, de Jorge Luis Sánchez, mientras que al año siguiente Madrigal, de Fernando Pérez, conquistó el Premio Especial del Jurado.

El año 2010 marcó el premio a la Mejor Dirección para José Martí, el ojo del canario, también de Fernando Pérez, y transcurrieron cuatro ediciones del Festival antes de que Cuba volviera a los primeros Corales. En 2014, el Primer Premio Coral fue para Conducta, y el de Animación para Meñique. Desde ese entonces, hace diez años, el cine cubano no accede a los Corales máximos, aunque deban mencionarse, en 2016 el Premio Especial del Jurado para Últimos días en La Habana, de Fernando Pérez, y el de mejor documental y ópera prima, que conquistaron en 2019, A media voz, y Agosto, respectivamente.

1