Preguntas permanentes, respuestas sucesivas
9/7/2019
El IX Congreso de la Uneac no duró dos días, sino un año entero. Concentrarnos los días 29 y 30 de junio de 2019 en el Palacio de las Convenciones fue la culminación de un larguísimo proceso de debate y construcción de una agenda cardinal para entender los desafíos de la cultura en los tiempos actuales.
Tampoco el Congreso terminó con las palabras del presidente Miguel Díaz Canel, ni con la elección de los órganos de gobierno de la Uneac, ni con los dictámenes de las seis comisiones, puesto que la única manera de responder a los acuerdos y corresponder a las enormes expectativas que generó el foro, no solo en la comunidad de creadores sino en todo el país, será trabajando sin reposo, con inteligencia, pasión y conocimiento de causa.
Desde la misma convocatoria del Congreso me vi implicado en el grupo de trabajo que terminó llamándose Proyección social de la cultura. No partimos de cero: contábamos con la experiencia de los numerosos artistas y escritores que en los últimos años integraron las comisiones permanentes de Cultura, Educación y Sociedad, Arquitectura y Ciudad, Cultura Comunitaria y Tradiciones Culturales y José Antonio Aponte contra la discriminación racial.
Dejamos en limpio varias cuestiones, la principal que la creación solo cobra sentido cuando es capaz de formar parte del tejido social de la nación-desde la escuela hasta la comunidad- e irradiar valores éticos y estéticos imprescindibles para elevar la calidad de vida de las cubanas y los cubanos.
En una de sus tantas útiles reflexiones, la doctora Graziella Pogolotti llamó a plantearnos: “como punto de partida la toma de conciencia de la necesidad impostergable de mantener vivo un proyecto de desarrollo humano en el cual la persona pueda alcanzar su plenitud en el equilibrio entre la satisfacción de las exigencias de orden material y la compensación en el plano de lo espiritual”.
Justo en virtud de esa aspiración, nos planteamos las siguientes preguntas:
¿Cómo la vida cultural refleja la capacidad de recepción e interpretación de las audiencias y la gestión de las instituciones culturales y de su proyección en los espacios públicos?
¿Qué lugar ocupa el patrimonio y la memoria en la construcción y consolidación de la identidad cultural de la nación cubana y sus ciudadanos?
¿Qué se debe hacer aún, desde nuestra organización, para que la escuela sea, en verdad, la institución cultural más importante de cada comunidad?
¿Cómo los escritores y artistas podemos incidir en la labor de las instituciones educacionales para la promoción de valores en las nuevas generaciones?
¿De qué manera hemos proyectado y debemos proyectar en lo adelante el trabajo cultural comunitario?
¿Cómo contribuir, desde la creación y a partir de nuestro compromiso como creadores, a la lucha contra prejuicios y conductas discriminatorias por el color de la piel, género, orientación sexual, origen étnico, procedencia territorial y todo lo que atente contra la dignidad humana?
¿Cómo seguir aportando a la construcción de una sociedad mucho más inclusiva, democrática y plena, que responda a las exigencias del perfeccionamiento del modelo socialista cubano?
Al repasar esas interrogantes, llegué a la conclusión de que las respuestas que en el proceso hacia el IX Congreso de la Uneac fueron emergiendo distan de agotar el tema. De ahí que tengamos que formularnos esas preguntas todos los días, si en verdad queremos pensar la cultura con responsabilidad y altura, si queremos que nuestra producción artística y literaria alcance un vuelo mayor.