Por La Habana…
13/11/2019
En 1977 me mudé a la Habana. Ya conocía a la ciudad, había venido en otras oportunidades. Pero en enero de aquel año me propuse su conquista. Tomaba ómnibus y hacía los recorridos completos. Así caminé…
la Catedral
De la Plaza de Armas, punto de donde parten la mayoría de los visitantes, en su aprehensión de La Habana, me llegué a La Bodeguita del Medio, lugar siempre lleno por la comida y el trago símbolo Mojito Cubano, inmortalizado por Ernest Hemingway.
Fundada en el año 1942, fue en sus inicios una tienda de víveres, donde además se servía comida y alguna bebida. Ocho años después deviene restaurante “que debe su nombre por encontrarse en el medio de una cuadra y no en la esquina como era común”.
Levantada en el medio del Centro Histórico de la Capital de Cuba, está a pocos metros del restaurante El Patio, la Fundación Alejo Carpentier, el Museo de Arte Colonial, la Casa de la Obra Pía, el Bulevar de Obispo, la Avenida del Puerto y la Catedral de La Habana con su plaza.
El modesto local, con sillas de madera tiene la riqueza de conservar firmas de personalidades que lo han visitado como Salvador Allende, Ernest Hemingway, Alejo Carpentier, Pablo Neruda, Agustín Lara, Bola de Nieve, Brigitte Bardot y Errol Flynn.
Buena parte de las paredes están cubiertas con cuadros y la música cubana no falta a ninguna hora, entre bocado y bocado o sorbos de mojitos.
Sobre ese lugar emblemático de La Habana, el poeta Nicolás Guillen escribió:
La Bodeguita es ya la bodegona
que en triunfo al aire su estandarte agita
más sea bodegona o bodeguita
La Habana de ella con razón blasona.
Hartase bien allí quien bien abona
plata, guano, parné, pastora, guita
más si no tiene un kilo y de hambre grita
no faltara cuidado a su persona.
La copa en alto, mientras Puebla entona
su canción, y Martínez precipita
marejadas de añejo, de otra zona
brindo porque la historia se repita,
y porque es ya la bodegona
nunca deje de ser La bodeguita.
Saliendo de La Bodeguita, a la derecha, está La Plaza de la Catedral, y antes el restaurante El Patio, famoso, por su glamour y fama, para todos los guajiros que ya habitábamos La Habana en los años 80 del siglo XX.
No recuerdo cuándo, situada en medio de la Plaza de la Catedral me puse a mirar el frente de la iglesia, obra del arquitecto gaditano Pedro Medina. Entonces no conocía lo que el escritor Alejo Carpentier, habanero de pura cepa, decía que la fachada era “música convertida en piedra” mientras que para José Lezama Lima, parecía un oleaje marino.
Es uno de los edificios más impresionantes no sólo de La Habana, sino de Cuba, que primero en 1748 “sería el oratorio de los hijos de San Ignacio de la Orden de los Jesuitas”.
No se había construido la iglesia cuando los jesuitas fueron expulsados de Cuba en 1767 y cinco años después las autoridades decidieron trasladar la parroquial mayor, entonces en ruinas, al oratorio, levantado sobre una ciénaga.
Desde entonces hasta 1998 cuando su Santidad Juan Pablo II, ofició una misa, la Catedral de La Habana ha sufrido diversas modificaciones. Benedicto XVI y el Papa Francisco, también oficiaron en el templo.
Para muchos entendidos “La Catedral de La Habana es, junto al Convento de San Francisco, la Iglesia de Paula, la de la Merced y la del Santo Ángel Custodio, uno de los exponentes más representativos de la arquitectura colonial de Cuba”.
Su piso de mármol blanco y negro, los óleos del francés Jean-Baptiste Vermay, los frescos del italiano Giuseppe Perovani, el lienzo de la Virgen de Loreto, bendecida por el obispo Morell de Santa Cruz en 1755, y de la Virgen de la Purísima Concepción, Patrona de La Catedral, son verdaderas joyas de arte al margen de su valor litúrgico.
La Catedral ocupa el borde de una plaza en la que sobresalen el Palacio del Marqués de Arcos, la casa de los condes de Casa Bayona, de 1720, que en la actualidad es el Museo de Arte Colonial, y la mansión del Marqués de Aguas Claras, como una suerte de gran museo arquitectónico al aire libre.
Después de recorrer un lugar tan bello como estremecedor, desanduve mi camino hasta el Templete, donde el 15, al amanecer el 16 de noviembre habrá una bellísima ceremonia. Ese día las escalinatas del Capitolio serán escenario de la gala por los 500 y desde ahí iré por el Prado hasta el Malecón que estará lleno de música y fuegos artificiales.
Y como los 500 no se acaban, del Malecón llego a la Calle Paseo…me espera La plaza de la Revolución, y otras zonas de La Habana que son símbolos de esta ciudad que nos llega a los 500 años.
Gracias Paquita. He desandado La Habana a través de tus palabras. Hermoso.