Agradecer es también mostrar respeto. Es anteponer la modestia a la grandilocuencia y, sobre todo, desnudar el alma. Así vi al argentino Poly Argañaraz en el concierto que protagonizó en el Teatro del Museo Nacional de Bellas Artes: felizmente agradecido.
“¡El agradecido soy yo!”, exclamó emocionado cuando aún secaba las lágrimas que no pudo impedir le mojaran el rostro mientras cantaba Razón de vivir. “Esta es una canción muy difícil, pensé que no podría cantarla. Se la dedico a mi esposa y a mi hija, sobrevivientes de la COVID-19… La familia es lo más grande que tenemos”.
Y su familia ha crecido tras este viaje a Cuba. “Siempre ha sido un anhelo en mi país, especialmente en mi Tucumán natal, vincularnos con Cuba, que es una tierra inmensamente poderosa en cuestiones culturales, en la formación de su pueblo, en la calidad de su gente. Existe un respeto enorme por este país donde he encontrado amigos y artistas muy queridos. El actor, coreógrafo y pintor cienfueguero Luis Manuel de Armas Dorado ha sido el primer gestor de todo esto y gracias a ambos Gobiernos hemos podido materializarlo”, me dijo.
Orgulloso estaba Poly de compartir con cubanos, “que tanto me han enseñado y que defienden sus raíces como defiendo yo las mías”, expresó.
Considerado la voz solista más potente del folclore tucumano en la actualidad, Poly le canta a su tierra, su pueblo, sus paisajes, la energía que encuentra a cada paso en su realidad desde que inició la carrera como solista en 2016.
Sus álbumes Tucumano (2018) y A flor de piel (2023) muestran la riqueza cultural de esa región de la Argentina amiga, con las tradiciones vívidas y la necesidad de llevarlas al mundo, de darlas a conocer a nivel internacional.
“Tengo la expectativa de seguir compartiendo nuestra cultura, que podamos seguir llevando la riqueza cubana a mi tierra y viceversa. Aquí hay mucho respeto por el artista, por la música y por la cultura, y eso va forjando el carácter en un pueblo. El esfuerzo conjunto de ambos Gobiernos ha permitido este salto. Por eso deseo que el vínculo crezca para compartir la riqueza de los pueblos”.
En este concierto llamado Canción Argentina, Poly rindió tributo al gran Atahualpa Yupanqui. Comenzó con “Vientito de Tucumán”, a solas en el escenario, con el bombo sobre sus piernas. No hizo falta más; el rigor de su voz inundó el espacio. Cantó luego la nana “Duerme, negrito” que Yupanqui popularizó “pero que no es de su autoría porque dijo siempre que la escuchó en un pueblo sudamericano”. Ya en ese tema, el conocido guitarrista cubano Rachid López le acompañó, al igual que en los siguientes “Alfonsina y el mar” y el que le arrancó las lágrimas a Poly, “Razón de vivir”, de Víctor Heredia.
“Como los argentinos invaden La Habana”, seguidamente llamó a la escena al joven bandoneonista Mariano Godoy para tomar al público de la mano y llevarlo a una calle argentina a bailar “El día que me quieras”. Unidos por el homenaje, continuaron los tres y regalaron “Gracias a la vida”, de Violeta Parra.
Orgulloso estaba Poly de compartir con cubanos, “que tanto me han enseñado y que defienden sus raíces como defiendo yo las mías”, expresó. Invitado en el espectáculo estuvo el cantautor Eduardo Sosa, quien recordó al imprescindible de la trova cubana Miguel Matamoros con su “Juramento” y junto a Poly, Rachid y el quenista Rodrigo Sosa cantó “La maza”, de Silvio Rodríguez.
Atahualpa Yupanqui volvió a ser escuchado en el tema instrumental “Piedra y camino”. Para entonces ya Sosa no estaba y los asientos que rodeaban a Poly se ocuparon de inmediato con integrantes del movimiento argentino Mujertrova para cantar “Todo cambia”, de Julio Numhauser. Lindas mujeres que llegaron a La Habana hace unos días para participar en el VI Encuentro de Mujeres Cantoras “Ella y yo”: las argentinas Paula Ferré, Cecilia Gauna, Cintia Bravo y la chilena Cecilia Concha-Laborde.
Poly las llamó nuevamente al verlas marcharse del escenario tras los aplausos. “Cantemos juntos la `Canción con todos’”, invitó, y Violeta Parra volvió a ser recordada, también con Eduardo Sosa.
La brava energía con la que Poly representó a su tierra (…) nos hizo pensar, sin duda, que llevamos nuestras esencias culturales dondequiera que estemos.
Podía haber sido este el final del concierto, pero el cantautor santiaguero le pidió otra. Entonces el final devino evocación a Fito Páez porque Poly quiso reafirmar que “Yo vengo a ofrecer mi corazón” y se hizo acompañar otra vez por Mariano Godoy.
Todo transcurrió en una hora y pocos minutos más, pero el viaje sonoro fue emotivo. La brava energía con la que Poly representó a su tierra desde su vestuario y su canto merecido nos hizo pensar, sin duda, que llevamos nuestras esencias culturales dondequiera que estemos. Defenderlas es lo genuino; no cabe esperar otra cosa. Gracias, Poly Argañaraz, por recordarnos la razón de la vida.