En el marco de la XXXIII Feria Internacional del Libro de La Habana, un panel conmemorativo rindió homenaje a los 30 años de la colección Pinos Nuevos, un proyecto que emergió en 1994 como un faro de esperanza para la literatura cubana durante el Periodo Especial. Bautizada con ese nombre en honor al ideario martiano y gestada gracias al apoyo solidario de editores argentinos, la iniciativa permitió a un centenar de autores noveles ver sus obras publicadas en medio de adversidades económicas y el bloqueo estadounidense.
La escritora Laidi Fernández de Juan, una de las voces más reconocidas de la narrativa cubana, recordó con emoción cómo su primer libro, Dolly y otros cuentos africanos, vio la luz bajo este sello. “Fue una hazaña en todo sentido. Cien escritores inéditos, muchos jóvenes, logramos romper el silencio gracias a editores, diseñadores y jurados argentinos que trabajaron sin cobrar un peso”, destacó. Autores como Eduardo del Llano, José León y Jesús Lozada, hoy figuras consolidadas, iniciaron su camino literario en aquellas páginas.
Fernández de Juan subrayó el papel de colaboradores como Aurelio Narvaja, quien desde Ediciones Colihue impulsó el proyecto, y mencionó cómo el intercambio se realizaba en condiciones precarias: “Sin WhatsApp ni teléfonos móviles, dependíamos del correo electrónico y de viajeros que transportaban los libros desde Argentina”. Aquel esfuerzo, según la autora, no solo salvó carreras literarias, sino que consolidó un puente cultural entre ambas naciones.
“Treinta años después, la Feria Internacional del Libro de La Habana no solo celebró el pasado, sino que reafirmó el compromiso de preservar un sello que ha sido semillero de voces esenciales”.
Aunque Pinos Nuevos se mantuvo activo durante décadas, publicando entre dos y tres títulos por género cada año, las limitaciones económicas obligaron a una pausa. Basilia Papastamatíu, escritora y jurado del proyecto, explicó que la falta de recursos ha retrasado nuevas ediciones. “Inicialmente contábamos con apoyo externo, pero luego dependimos solo de fondos locales, lo que encareció el proceso”, señaló. No obstante, confirmó que hay planes para reactivar la colección en 2025, con el respaldo del Instituto Cubano del Libro.
Papastamatíu también reflexionó sobre el valor de los concursos literarios para descubrir talentos ocultos. “Sin esta plataforma, muchos nombres quedarían en el anonimato. Autores como Carlos Augusto o Chalo Guerra encontraron aquí su primera ventana”, mencionó. Aunque admitió que la memoria le juega “malas pasadas” para recordar títulos específicos, su relato evidenció el impacto duradero del proyecto.

La transición hacia lo digital aparece como una alternativa para mantener viva la colección. Papastamatíu adelantó que, aunque este año no habrá novedades impresas, se exploran opciones en plataformas virtuales. Mientras, Fernández de Juan recordó cómo, en los 90, los plaquettes —libros de pequeño formato— permitieron sortear la escasez de papel y mantener viva la literatura humorística. “Eran tiempos difíciles, pero no dejamos de reír ni de escribir”, afirmó.
Treinta años después, la Feria Internacional del Libro de La Habana no solo celebró el pasado, sino que reafirmó el compromiso de preservar un sello que ha sido semillero de voces esenciales. Como resumió Fernández de Juan: “Pinos Nuevos no es solo una colección: es un testimonio de resistencia, solidaridad y fe en el futuro de las letras cubanas”.