Yo también quiero hablar. No voy a pedir la dimisión de nadie, ni a blasfemar, criticar o poner a alguien en la hoguera. Antes que todo quiero salud, mucha salud para nuestro pueblo, que buena falta nos hace en este preciso momento. También necesitamos paz, mucha paz para poder sobrevivir a esta pandemia, y a los problemas económicos que nos asfixian. No es tiempo de confrontaciones y menos azuzadas desde el imperio que nos odia y nos desprecia. Es de reconciliaciones, a pesar de las diferencias de pensamiento. Creo más bien que en este momento crucial, donde los ánimos están excitados, en que las ideas están confusas en muchas de nuestras mentes, lo más aconsejable es razonar con la cabeza lo más fría posible. Es un momento oportuno para que se desaten todas las inteligencias y la creatividad en los individuos, con la finalidad de buscar los mecanismos que nos lleven a encontrar las mejores acciones para salir del atolladero en que nos encontramos.
¿Qué debe hacer el jefe de una finca agropecuaria para que no falten las viandas, la leche y las carnes en la mesa del cubano? ¿Cómo lograr una mayor exportación de productos, sin menoscabo del mercado interno? ¿Qué deberían hacer los directores artísticos para que en la pantalla, de cine o televisión, estén reflejados todos los colores de nuestro archipiélago? ¿Y cuál es el papel de los artistas en este instante doloroso de la Patria? ¿Qué deben hacer nuestros economistas para que los precios de los productos sean justos y podamos satisfacer nuestras principales necesidades? ¿Cómo cortarles el paso a las personas que por egoísmo y avaricia han caído en la corrupción, haciéndoles un daño colosal a la economía del país y a la moral de todo un pueblo? ¿De qué manera podemos lograr un trato agradable a las personas que van en busca de un servicio? ¿Cómo lograr la eficiencia empresarial al más alto nivel? ¿Cómo hacer mejor nuestro trabajo periodístico para que la realidad del país se vea reflejada con pelos y señales, sin comprometer la seguridad nacional? Y para los que se pasan la vida criticándolo todo, bueno o malo, cómo harán para que aquello que realizan en su puesto laboral, en su especialidad u oficio, sea mejor que lo que critican. Creo que por ahí va la idea. Creatividad y realización personal, entrega, eficiencia, productividad, ejemplo y solidaridad.
No soy familia, ni amigo y ni siquiera le he dado la mano nunca al presidente, tampoco tuve la posibilidad de estudiar en su misma aula o compartir con él en sus círculos de amistades. Él es mucho más joven que yo. Sin embargo, nunca he podido admitir la injusticia, ya sea con un simple ciudadano o de la más alta jerarquía. Yo soy un hombre, que en esencia me dedico a transferirles herramientas a los demás para su crecimiento personal y espiritual, a través de mis programas de radio. Mi condición de humanista y persona de bien no me permite ver y escuchar tantas injurias y calumnias contra un cubano más, independiente de los cargos y responsabilidades.
¿Cuándo y en qué momento de la historia más reciente usted vio a un mandatario cubano o foráneo, acompañarse de su Consejo de Ministros, en pleno, para verificar in situ los problemas de las provincias y demás territorios, tomar las decisiones convenientes, y encontrar las soluciones? No puedo admitir, de ninguna manera, que se hable tanto y mal de una persona que recién tomó las riendas del país y lo ha hecho con mucha dignidad, entrega, valentía y responsabilidad, amén de que aún no estén a la vista los resultados que todos esperamos. Quisiera ver a otro presidente en el mundo que se levante todos los días para tomarle el pulso y saber de primera mano los pormenores de una pandemia cada vez más agresiva y peligrosa. Quisiera conocer a otro de esa misma jerarquía estar pendiente de cómo se distribuyen las escasas riquezas del país. Quiero ver a algún mandatario de un país subdesarrollado como el nuestro estar al tanto de cómo y en qué cantidades llegan los alimentos al plato de los ciudadanos. Quisiera ver también a un estadista meterse en una manifestación, como el que más, y atenerse a las consecuencias, incluso a la pérdida de su propia vida. Vi con mis propios ojos a un jefe de Estado que organizó con su ejecutivo la puesta en marcha de todas las ideas para elaborar las vacunas del país, primero, y luego acompañar el proceso de inocular el antídoto a la población.
Quiero poner, por ahora, solo dos ejemplos que identifican a este hombre que hoy encabeza la dirección política y administrativa del país. La actividad científica alcanzó ribetes nunca antes vistos, en aras de encontrar una solución rápida al flagelo que nos invade. Para lograr eso fue necesario aunar voluntades, crear un ambiente de colaboración a escala de toda la sociedad; desengavetar proyectos y poner la industria en función de un colosal empeño. Y se logró la vacuna que nos dio la total y completa soberanía, para usarla y no tener que comprársela a nadie. Y no solo fue una sino cinco. Y tampoco son cualquier vacuna, son antídotos con un alto porciento de efectividad, reconocidos por la Organización Mundial de la Salud. Es verdad que el trabajo científico en Cuba siempre estuvo priorizado por Fidel y muchos de estos resultados tienen que ver con la fuerte inversión que en ese terreno se hizo, no solo de recursos materiales sino, y principalmente, humanos. Sin embargo, hasta este mismo instante no se había logrado una sincronicidad entre los proyectos científicos y las diferentes instituciones como las universidades, institutos, empresas productivas, de servicio, construcciones, transporte y otras. Eso, sin lugar a dudas, fue una gran hazaña y él estuvo en el vórtice de ese esfuerzo, con orientaciones, indicaciones y conversaciones personales. Ese logro se alcanzó con mucho esfuerzo, talento y astucia del presidente del país, sin desdorar la sabiduría de los científicos. ¡Honor a quien honor merece!
“No puedo admitir, de ninguna manera, que se hable tanto y mal de una persona que recién tomó las riendas del país y lo ha hecho con mucha dignidad, entrega, valentía y responsabilidad, amén de que aún no estén a la vista los resultados que todos esperamos”.
Un acontecimiento meteorológico concitó toda la atención del presidente. En La Habana se produjo un potente tornado que entró por el Casino Deportivo, atravesó las barriadas de Santos Suárez, Lawton, Luyanó y llegó hasta los municipios de Regla y Guanabacoa, arrasando con todo lo que se encontraba en su camino. Cuantiosas viviendas y edificios fueron dañados en ese entonces. Los perjuicios fueron grandes en fachadas y estructuras, con derrumbes parciales y totales. La respuesta fue tan rápida, enérgica y eficiente, que muchos no alcanzamos a darnos cuenta. En solo seis meses se reconstruyó todo lo destruido, superando con creces la calidad de lo que había. Ya casi nadie se acuerda de eso y menos en situaciones tan complejas como las que estamos viviendo ahora. En ninguna parte vi un comentario de esos que ahora lo injurian con saña.
Pero es más, tampoco nadie se acuerda de que recibió el país con una doble moneda que obstruía el desarrollo económico y causaba gran malestar a la población. Esa fue una tarea que la asumió con todos los riesgos que eso significaba y que significa aún para el buen desenvolvimiento del país: en ese mismo empeño los trabajadores y jubilados vieron realizarse un sueño de mucho tiempo en que los salarios subieron a escalas nunca vistas. También se acometieron los cambios de precios, aunque en este caso no se obtuvieron los mismos resultados y sigue siendo una asignatura pendiente para el Estado. Pero hay que decir también que le tocó el peor momento del bloqueo, con la instauración de la Ley Helms-Burton y la promulgación de más de 240 medidas del bloqueo económico y financiero contra Cuba. Una embestida de una brutalidad y un alcance sin precedentes en la historia del país, y hasta nos pusieron en la lista de los países patrocinadores del terrorismo. ¡Cuánto odio, rabia e impotencia por no haber podido acabar con una Revolución en 62 años! ¡Cuánto dinero, maldad, crimen y ensañamiento contra un pueblo digno y trabajador!
Para completar un panorama que no podía ser más sombrío y calamitoso, en los primeros meses del 2020, se desató la pandemia del coronavirus, una enfermedad de una agresividad espantosa y totalmente desconocida. Con semejante cuadro político, económico y epidemiológico este presidente tiene que llevar las riendas del país: sin turismo, con exportaciones limitadas de azúcar, níquel y otros productos de la agricultura. A eso hay que agregar la persecución contra los barcos de petróleo, el corte de las remesas, los escasos créditos, las pocas inversiones, la cacería de los bancos para que Cuba no haga negocios en USD. Hay por ahí quien le pide al presidente que se muestre sonriente. Hasta al más pinto de la paloma se le congela la sonrisa en medio de un panorama tan desolador. Sé que todos estamos apurados por ver la prosperidad del país. Y estoy entre los primeros, pero tal vez como soy un septuagenario me doy cuenta de que las cosas no siempre salen como uno quiere o piensa, sino que hay que tener en cuenta las circunstancias en que nos desenvolvemos. Existen países cercanos que además de exhibir catastróficos resultados económicos, por el neoliberalismo galopante, reprimen las manifestaciones con todos los hierros, hieren, sacan ojos, matan, encarcelan y para sus gobiernos nadie pide intervención humanitaria, incluso con los hospitales abarrotados de enfermos por la COVID-19 y con muertos insepultos en las calles. Esas noticias, si no las dan a conocer Telesur, Russia Today y otras pocas agencias serias, no se conocen. La mayoría no dicen de la misa la mitad. Por estas últimas nadie se enteraría de la verdad en este mundo. ¿Es verdad o mentira? ¿Acaso me equivoco?
Mi generación ha aguantado y puede seguir aguantando y sabe los porqués. La prisa está en los que nacieron con la Revolución, que no tienen la más remota idea de cómo se vivía antes. Claro está, es lógico que un joven piense en el aquí y el ahora. Él quiere vivir, disfrutar y gozar en el presente. Eso lo entendemos. Creo que aquí haría falta detenernos todos a pensar qué es lo que más vale la pena. Si rendirnos ante un enemigo que no nos dará más que lo que tenemos. Bueno, sí, después de las privatizaciones algunos vivirán mucho mejor, serán los menos. La mayoría se quedará sin salud, sin educación, sin derecho a la vivienda, a la tierra y sin empleo. En el capitalismo a nadie le interesa que usted tenga una familia numerosa y no pueda alimentarla. Que se le enferme un hijo y no sepa cómo curarlo. De eso yo, que alcancé la Revolución con 11 años, vi bastante. Pero también quiero recordarles a los de mi edad que nuestro socialismo tuvo una época de oro. La década de los ochenta, desde el punto de vista económico, transcurrió muy bien para todas las familias cubanas. Además de la tranquilidad y la sonrisa, los ciudadanos tenían la alimentación asegurada. La leche estuvo por la libre y un litro costaba un peso, la carne de puerco a tres cincuenta la libra y hasta ancas de ranas se vendían en los mercados. La carne de res siempre estuvo restringida, porque a mi manera de ver, se hizo una ley contra la matanza ilegal de ganado vacuno que contrajo a niveles ínfimos la producción. En ese momento pertenecíamos al campo socialista y los países colaboraban entre sí. Nosotros comercializábamos azúcar y otros productos y ellos nos enviaban petróleo, fertilizantes y alimentos: tomates encurtidos y otros productos del agro y carne rusa. ¿Quién no se acuerda de la carne rusa? La autocrítica es que no supimos aprovechar en toda su magnitud aquel momento. Recuerdo que recibíamos trece mil millones de toneladas de petróleo, que en muchos casos despilfarramos.
Sin embargo, a pesar de tener un bloqueo, no tan férreo como el de hoy, existía una colaboración económica, había ayuda, solidaridad, entendimiento entre Estados. Eso ya es pasado, pero recordar es volver a vivir. Luego, finalizando el año 89 del siglo pasado, se derrumbó el campo socialista y nuestra economía tocó fondo. Claro, de nuevo apareció el imperio para acabar de estrangularnos y el pueblo aguantó, estuvo firme, valiente, heroico. Aquí nadie se rindió y apenas teníamos para comer. Nos quedamos sin combustible, sin fertilizantes y casi sin nada. Ahí fue cuando empezó el turismo y logramos salir del hoyo en que habíamos caído y del cual el imperio no quería que saliéramos. ¡Con el turismo comenzamos a respirar! Y creo que es muy bueno, en medio de estas tempestades, traer esos temas a colación, para darnos cuenta de todo lo que hemos hecho, de lo que no fuimos capaces de hacer y de lo que nos queda por delante. Solo un pueblo unido, trabajador, inteligente, coherente, solidario y tenaz es capaz de vencer todos los obstáculos, por muy grandes que sean, y hacer más temprano que tarde, con o sin el permiso del imperio, el país que queremos tener para disfrute de todos los cubanos.
Es notable la cantidad de voces que en este mismo instante se levantan en Cuba a favor del capital. Parece que no conocen la historia, o quieren omitirla en un momento como este. Recordemos la fecha de 1898. Cuando los españoles casi no podían aguantar el empuje de los mambises, entonces vino el imperio, voló el Maine y se metieron en la contienda para tomar la fruta madura. Y qué pasó: surgió la Enmienda Platt, la Base Naval de Guantánamo, tomaron por asalto la industria azucarera y se hicieron de las mejores tierras. Saquearon al país. Qué nos dieron: mucha hambre y miseria durante más de 60 años. Había también un gran desempleo. Nuestros niños en el campo vivían cundidos de lombrices y parásitos, con enfermedades de todo tipo, casi todas curables. Conseguir el bocado diario era una proeza. Y cuando la gente protestaba, en los mejores de los casos eran encarcelados, si no aparecían con los estómagos abultados guindados de una mata de guácima o simplemente tirados en una cuneta. Es que esos que vociferan tanto no se acuerdan o no han estudiado la historia más reciente de este país. ¿Qué nos ofrecerán los yanquis si se apoderan nuevamente de Cuba? Lo mismo que le ofrecen a Haití, Puerto Rico, Colombia, Guatemala, Honduras, El Salvador, Perú, Panamá y Ecuador. Mucha privatización es lo que trae ahora el neoliberalismo. Y junto con ella, gran riqueza para un sector minoritario. En cualquiera de los países latinoamericanos dominados hoy por el neoliberalismo, no llega a diez el número de familias ricas que controlan el 95 % de la riqueza de esas naciones.
“Solo un pueblo unido, trabajador, inteligente, coherente, solidario y tenaz es capaz de vencer todos los obstáculos, por muy grandes que sean, y hacer más temprano que tarde, con o sin el permiso del imperio, el país que queremos tener para disfrute de todos los cubanos”.
Nosotros ahora, en una situación económica, sanitaria y de bloqueo sin precedentes, atravesamos un momento muy desagradable en nuestras vidas; pero tenemos un sistema social equitativo, donde lo poquito que hay se reparte para todos, donde a decir verdad, aquí no se muere nadie de hambre. Creo que Cuba y los cubanos, como dijo el presidente de México, Manuel López Obrador, recientemente, debían ser reconocidos por todos los pueblos latinoamericanos por la osadía de enfrentarse al imperio más poderoso del mundo por más de 60 años, en una resistencia estoica que no tiene parangón en la historia de la humanidad. Los cubanos que sí conocemos bien al capital no estamos dispuestos a entregar nuestras conquistas, de lo contrario lo lamentaríamos para toda la vida. Los que creen en las campañas mediáticas del imperio y sus acólitos recuerden lo que hicieron con nuestros niños con la Operación Peter Pan. Todavía muchos de aquellos niños, hoy adultos, y sus padres engañados lo están lamentando.
Por eso estoy con el presidente: porque él defiende los anhelos más preciados del pueblo cubano, los que aprobaron en más del 86 % una Constitución Socialista. Y creo que debemos sentirnos honrados de tener en Cuba un estadista de su estirpe: decente, trabajador, abnegado, inteligente, honesto y, por sobre todas las cosas, patriota. Con hombres así podría sentirse orgullo de ser hombre.