Pervivencia de los géneros
13/4/2021
En 1667, el arquitecto e historiógrafo francés André Félibien organizó en orden de importancia los temas abordados por los pintores a lo largo del tiempo. Dicha estructura daría origen a la conocida jerarquía de los géneros, de suma importancia para el Academicismo, que contempla como grande genre o género mayor la pintura histórica, la cual, a su vez, incluye la pintura mitológica y religioso-alegórica. En orden descendente, le siguen las llamadas escenas de género; esto es: representaciones de la vida cotidiana en ambientes principalmente domésticos o rurales, ya sean públicos o privados. Luego encontramos al retrato, el paisaje y la naturaleza muerta o bodegón.
Dicho orden establecía prerrogativas muy específicas en cuanto a formatos y programas iconográficos para cada género. No es hasta el nacimiento del arte moderno que los menos importantes comienzan a ganar importancia, llegando a equipararse con los más significativos. Por solo citar un ejemplo, me remito a El taller del pintor, óleo sobre lienzo, realizado en 1855 por el también galo Gustave Courbet, que entremezcla paisaje, bodegón, retrato, autorretrato, pintura costumbrista e imágenes religiosas, históricas y alegóricas en un formato reservado hasta el momento para las escenas del grande genre. Encontramos, incluso, una metapintura (una pintura dentro de otra), pues vemos al artista recreando un paraje de su natal Ornans.
El escándalo no tardó en estallar: los academicistas pusieron el grito en el cielo y la jerarquía de los géneros sufrió un duro golpe del cual nunca volvió a recuperarse.
¿Cómo aborda el arte joven cubano el paisaje, la naturaleza muerta y el retrato? La muestra colectiva que por estos días acoge la galería La Nave ofrece una de las tantas respuestas que pudieran formularse ante la interrogante. Con curaduría de Yoandra Lorenzo, reúne piezas realizadas por trece artistas pertenecientes a la nómina del espacio, siendo la primera exposición de cuantas ha organizado Génesis Galerías de Arte para celebrar sus veinte años.
En primer término salta a la vista que Paisaje, retrato y naturaleza muerta deriva de un ejercicio investigativo, fundamento de todo despliegue curatorial. Yoandra parte de una inquietud, ha escarbado en la producción de los artistas y concebido la propuesta sin que medie encargo de obras para satisfacer la curaduría. Ello se corresponde con el interés evidenciado por el staff de La Nave en articular propuestas grupales con alto nivel de coherencia y efectividad. Ubica a la galería entre los espacios capitalinos que apuestan por ejercicios curatoriales sólidos e interesantes, lo cual, en última instancia, es notable y meritorio, máxime si hablamos de un contexto en el que abundan propuestas expositivas inmaduras, inacabadas o exentas de todo sesgos investigativo.
Los tres géneros escogidos han sido trabajados por los creadores desde perspectivas desacralizadoras, cuestionando alcances y límites, pros y contras. En algunos casos llegamos a preguntarnos si, realmente, estamos frente a retratos o bodegones, lo cual, en este caso, enriquece la esencia de la muestra. Yoandra se ha interesado en cuestionar las fronteras más tradicionales de los géneros seleccionados, pictóricos por excelencia, rechazando la pintura y concentrándose en manifestaciones más contemporáneas: fotografía, instalación, objetos encontrados y videoarte. Presta atención al dibujo, históricamente visto como un paso previo a la obra de arte per se, lo cual también redunda en el carácter cuestionador de la exposición. Carácter que pondrá en jaque, incluso, a los espectadores, quienes, movidos por el título, terminarán interactuando con propuestas que guardan escasa relación con lo que tradicionalmente pudieran considerar un retrato, la representación de un paraje campestre o una naturaleza muerta.
En lo personal, llaman mi atención las obras de Lianet Martínez, Dania González y Reinaldo Cid. La primera, desde una postura intimista, vuelve sobre el paisaje en cuanto fenómeno perceptivo construido a partir de materiales y procesos químicos extra artísticos; la segunda nos propone una instalación basada en objetos encontrados que cuestiona el término naturaleza muerta desde una perspectiva tridimensional, siendo el bodegón, por definición, un género pictórico estrechamente vinculado con lo bidimensional. Reinaldo Cid también apuesta por el bodegón, en este caso, desde el octavo arte, despojando al género de sus lugares comunes para reflexionar sobre un pasado histórico, económico y social que adquiere dimensiones cuasi mitológicas entre las nuevas generaciones.
A ellos se suman fotografías intervenidas por Daniela Águila, dibujos de Dayana Trigo y Gabriel Fabelo, ilustraciones de Elaine Adela Padrón, una escultura de Daniel Madruga, una instalación de Elio Jesús Fonseca fundamentada en el objeto encontrado, una animación de Cristian Cuevas Zamora y un video-proceso de Lázaro y César Saavedra Nande.
Luego, es “Amasijo”, de la serie Fosa común (2017), propuesta de Ronald Vill, la mejor pieza de la muestra. A simple vista pudiera tratarse de un autorretrato o un retrato desenfocado; el pie de obra nos explica que, en realidad, se trata de cien fotografías, realizadas a igual número de personas seleccionadas al azar. Dichas fotografías fueron manipuladas digitalmente a fin de reducir su opacidad al 1% y luego superpuestas una sobre otras. Ello redimensiona la noción del retrato fotográfico colectivo a niveles insospechados, al tiempo que, en correspondencia con el título, nos remite a problemáticas inherentes a realidades locales o universales.
Amén de algunos detalles perfectibles en la puesta en escena (considero que las dos piezas de Dayana Trigo debieron ser exhibidas juntas, y que el escaso contraste entre obra y entorno entorpece la apreciación de la escultura propuesta por Daniel Madruga), Paisaje… es una interesante propuesta que merece ser disfrutada. Exhorto a la curadora a organizar un proyecto similar centrado en la manera en que los jóvenes pertenecientes a la nómina de La Nave han tratado o pudieran abordar tanto el grande genre como las escenas de género desde posturas igual de contemporáneas.