Periodismo cultural es criterio
13/5/2016
Con la misma entrega con que pone cada letra en el papel, la elocuencia de un buen profesor y la confianza de estar entre colegas, Reynaldo Cedeño cautivó nuevamente a su público.
Desde su experiencia vasta y admirable llegaron, como mandamientos, las lecciones. Esta vez, los 15 años de La Jiribilla sirvieron de pretexto y el Centro Cultural Dulce María Loynaz de escenario, para provocar la reflexión colectiva y pluritemática alrededor de cuanto atañe al buen periodismo, especialmente ese que engrandece el hecho artístico.
Sin importar lo consagrado de sus carreras, muchas de las voces más acreditadas en el oficio decidieron escuchar y acompañar a los más jóvenes durante cerca de dos horas de aprendizaje.
Y es que el periodismo es arte. Letras, ideas y opinión son las armas de las que dota a quien lo ejerce para atrapar la realidad y construirla para el lector-oyente-televidente, pues la vida toda es inabarcable, caleidoscópica.
“Se trata de hacer el amor con las palabras, no las hay malas ni buenas (…) solo aquellas que se necesitan en el justo momento, y el escritor debe estar atento para escucharlas”.
Cedeño prefiere hablar de periodista y no de periodismo, pues cada cual decide cómo realizar su profesión: “Cada quien es su propio diamante, de tallarse a sí mismo dependerá la luz. Cada periodista escoge sus propias formulaciones para aprehender el hecho, purificarlo y transmitirlo a los públicos, sean estos mayoritarios o especializados”.
El periodismo cultural no escapa a esas definiciones, aunque, por momentos, parezca más fácil o llevadero que el resto de las especialidades. Nuestro conferencista alude a varias definiciones teóricas que lo conciben como la difusión o el reflejo de las artes en los medios de comunicación masiva. Sin embargo, en la “jerga cubana”, la cultura devino un sector, cuando en realidad se trata de “un universo multiforme, que al tener como objeto la producción simbólica trabaja con las subjetividades”, al igual que sucede con la creación periodística.
Entonces, mediaciones culturales, ideológicas y familiares intervienen en el proceso de creación, que no debe ser “la mera cobertura efímera de un evento, o la breve declaración tomada al paso. El periodismo alcanza su expresión definitiva cuando la aproximación a la figura o al hecho artístico parte del examen y como resultante genera una obra sustentable en sí misma. No es aquello que se mueve alrededor del hecho, sino la exégesis del hecho”.
La investigación y la reflexión sobresalen como elementos fundamentales en esta labor, sin importar el medio para el cual se trabaje. Afirma Cedeño que “el sustrato no radica en el soporte, ni su rasero es la extensión”.
Para este artista de las letras importan cada signo de puntuación y cómo llevar los gestos y expresiones al papel, en ese afán de no perder detalles y captar para el público lo que no se ve. Es vital, igualmente, buscar los porqués de cada hecho, dar la merecida atención al título o complejo titular —que comprende subtítulos y bajantes— como elemento que gráficamente distingue y ocupa un lugar responsable en una página. “El título es la vitrina, la sustancia, la esencia y el latido de lo que se escribe”.
A su entender, el periodismo cultural se mueve en dos ámbitos esenciales: periódicos, noticieros televisivos o radiales, y revistas culturales tanto impresas como digitales. De ese grupo resalta los impresos, considerados grandes legitimadores de la crítica artística en Cuba, aunque no se pueden dejar de lado las posibilidades de la imagen y las nuevas tecnologías. “Si se proponen los elementos medulares y se afina el juicio, en cualquier espacio puede ejercerse una crítica artística, si no óptima, al menos responsable”.
En ese sentido subraya, como ya es sabido, la ausencia de crítica en nuestros medios masivos, impedida en ocasiones por algunos mecanismos y decisores que conspiran contra un periodismo interpretativo, si bien reconoce “que la opinión artístico-literaria aparezca constreñida y/o sacrificada depende, muchas veces, de la falta de autoridad de quien la hace, y de la servidumbre más al eventismo que a la profundidad”.
Y pasa a la entrevista, género esencial cuando de cultura se trata. Califica de yerro considerarla como la alternancia de preguntas y respuestas, cuando en realidad es un intercambio. “Entrevistar es tocar”, asegura.
Señala como errores frecuentes del periodismo de hoy, preguntar elementos que se escapan del alcance del entrevistado hasta hacerlo errar; la falta de investigación; y restarle tiempo a grandes personalidades, especialmente en radio y televisión. En esta última, el peligro puede llegar al conformarse con la imagen, que necesita de la palabra para adquirir su total significado.
En su opinión, tiene la radio, por otra parte, un espíritu imbatible, inviolable por huracanes u otras fallas. Este medio reconcentra la atención, logra una síntesis única, y se vale de la capacidad de la voz para convencer, sin la mediación de elementos físicos o de otra índole.
Por ese camino llega a otra de las claves del periodismo que trasciende: contar en imágenes, lograr que el lector u oyente vea mediante frases exactas, ilustrativas, capaces de tocar, sin adjetivos vacuos. Se impone entonces una capacidad de apreciación dada por el estudio previo o posterior del hecho a evaluar, que dota de criterios, juicios, elementos técnicos y herramientas por todas las vías posibles.
Asimismo, la voluntad de estilo, acota Cedeño, “es una forja que singulariza en la reseña, la cónica o el artículo a partir del repertorio lingüístico, imaginativo y estético”. El terror a la metáfora no cabe en el periodismo cultural, afirma, emplearla correctamente puede iluminar y enriquecer.
“La opinión en materia de periodismo cultural es piedra de toque (…), la polémica ha de asumirse como un intercambio de saberes y no como un duelo a sablazos”. De ahí la importancia de emitir criterios fundamentados con bases en el conocimiento, recordando siempre que no se busca vencer, sino convencer, lejos de la creencia de que una verdad puede ser absoluta.
“La apreciación de toda obra artística requiere equilibrio en los juicios y en los términos”, aconseja Cedeño, y apunta que un periodista puede utilizar códigos estéticos propios del arte que aborde, pero nunca podrá enajenarse de los públicos a los que se dirige, ni mostrar una falsa erudición que, finalmente, deriva en la incomunicación. Y cita en ese punto la convicción de que el periodista debe buscar la historia humana detrás de cada obra, y amén de los datos ineludibles, añadir aquellos que aporten la singularidad y marquen un estilo. Se reitera así la necesidad de ir al detalle, mostrar la capacidad de observación de quien deviene enlace entre la obra y el público.
De igual forma, el cierre de cada valoración debe ser inolvidable, un disparo certero, una prueba de que convocar al receptor ha valido la pena.
El periodismo cultural forma parte inseparable del hecho artístico, solo mediante ese otro proceso de creación el arte puede expandirse y hacerse cuerpo y savia al ser asumido por la gente. Esa especialización conlleva disfrute, formación estética y poder de análisis. Como explica Cedeño, “su materia no han de ser el escenario, el pentagrama o el gesto; pero sí las letras, las ideas y la opinión ¿Será poco?”.