Perancita es una luchadora. Si bien sus anhelos de una añorada prosperidad quedan truncos en el instante en que su esposo Felipe, que abandona el país en una embarcación clandestina, perece en alta mar. Aunque se acrecientan los riegos de ser sorprendida in situ vendiendo cucuruchos de maní sin una patente que la autorice para tal ejercicio; y estos riesgos se multipliquen con sucesivas carreras maratónicas cuando se acerca, según su criterio, la desgracia en forma de inspector, ella, la heroína anónima de a pie, seguirá batallando hasta el final, aunque tenga que hacerlo hecha tierra y sin más fortuna que su propia voluntad para subsistir.

Lienzo de una mujer que espera ―que en 2000 se reconociera como Lienzo 5×1― llega con absoluta vitalidad a los veintidós años sobre las tablas, un récord que pocos espectáculos cubanos pueden darse el lujo de ostentar. El secreto reside en que Jorge Luis Lugo, creador e intérprete de esta pieza, como experimentado escudriñador de la escena ha entendido que, para que una obra, sea un clásico o no, llegue al espectador, remueva su universo, su tranquilidad, debe tener una relación dialógica con este.

La biografía de Perancita, la protagonista de Lienzo…, rebosante de accidentes, sobresaltos, pérdidas, pasajes utópicos, alegrías, riada de conciencia, que se extiende por medio siglo de cambios en todos los órdenes de la sociedad cubana actual, es el lugar ideal que le permite a Lugo mover la zaranda. Como si se tratara de una excavación arqueológica, le posibilita sacar a la luz aquellas nuevas batallas desgastantes que a diario surgen entre nosotros.  

“Jorge Luis Lugo, creador e intérprete de esta pieza, como experimentado escudriñador de la escena ha entendido que, para que una obra, sea un clásico o no, llegue al espectador, remueva su universo, su tranquilidad, debe tener una relación dialógica con este”.

Y la virtud de esta experiencia es que se aleja de lo panfletario. Lugo, cada vez que renueva las articulaciones de su criatura teatral, cada vez que se acerca en Lienzo… a un tema medular en boga, evita la mera apostilla. Indaga y, desde una laudable síntesis, desde el respeto, lo desbroza, sin que ello afecte el tratamiento de otros tópicos relacionados con la vida del cubano (la migración, la lucha por la subsistencia ante las carencias económicas) ya históricos como objeto estudio en Lienzo de una mujer que espera.

Esa capacidad de debate trazada y cuajada desde resortes eficazmente tomados de nuestra tradición teatral (la ironía, el choteo…), el humor, el dinamismo en la acción, la pluralidad de sentidos que evocan los distintos objetos en escena (sobre todo aquellos que repasan aspectos importantes de nuestra idiosincrasia ―el radio que no deja de emitir noticias y programas musicales, los cucuruchos de maní―, nuestra religiosidad ―tener un Indio como forma ideal de alcanzar prosperidad―), ha mantenido a Lienzo… como uno de los espectáculos más favorecidos por el público pinareño durante años.

También esa capacidad dialógica del monólogo y su magistral asunción por Jorge Luis Lugo han propiciado que su autor e intérprete haya sido merecedor de reconocimientos tan importantes como el Premio Caricato (2012) o el Premio de Popularidad y la Mención Especial de Actuación Masculina en el Festival Internacional del Monólogo Latinoamericano (2014).   

Jorge Luis Lugo, autor e intérprete de Lienzo de una mujer que espera.

Ahora, Lienzo de una mujer que espera vuelve a cautivar a su público, tal vez de una manera nunca vista. Si bien el monólogo tiene zonas donde se resiente en su dramaturgia, no deja de ser efectivo. Lugo, con finísimo sarcasmo, con una despampanante naturalidad y fluidez, con un discurso marcado por su inteligente comicidad y un sistema de acciones físicas y silencios que expresan más que mil palabras, se acerca esta vez en Lienzo… a temas tan importantes como los abruptos cambios demográficos que experimenta la Isla a partir del “turismo de los volcanes”, la sistemática migración, la complejidad que supone alcanzar divisas para obtener productos esenciales en tiendas que venden en esa moneda; la desesperada necesidad de cambios esenciales en la economía. El contraste entre una vecina que llega del exterior con sus prendas extravagantes, su spanglish pacotillero, luciendo una goma de mascar que estira y estira como símbolo de su supuesta prosperidad, y una Perancita humilde, que ya no tiene huevos para tirarle y si los tuviera, según ella, “se los comería”. La evocación de un Felipe cruel en su pragmatismo, que ve a Perancita como una ingenua, pues esta cree en la posibilidad de un cambio, en una futura prosperidad nacional.

La triste imagen de una evidentemente afectada Perancita que sueña despierta deseando tener un cerdo al cual poder sustraerle partes de su cuerpo y que estas se regeneren como sucede con los camaleones, una mujer que, delirante, en un acto de arrebato le escribe a su esposo muerto hace más de veinte años, para reclamarle por las supuestas promesas que le hizo cuando abandonara el país; develan el estado de crisis interna de la protagonista de Lienzo…

La realidad parece vencer sus utopías. Enfrentarse al mundo con sus cucuruchos de maní, quizás pasando por debajo de la mesa uno que otro desayuno o almuerzo, es la opción que le queda. Tendrá que luchar hasta el final cuando se pierda en sus fantasías o logre alcanzar el justo pan de cada día. La incógnita queda cuando sale de escena con su tenue pregón: Maní, maní tostao…

“Así lo agradeció el público asistente a la presentación de Lienzo de una mujer que espera. Como nunca había visto quien escribe, se sucedieron las prolongadas ovaciones ante los bocadillos y el trabajo del actor”.

Una vez más, Jorge Luis Lugo ha dado una lección de actuación. Con este desempeño en que desaparece tras la piel de Perancita, ha demostrado que es un actor pleno, con dominio de recursos, con una verdad entrañable que sabe defender a toda costa en las tablas, que es y será un referente ineludible cuando se hable de actores notables en nuestro país.

Así lo agradeció el público asistente a la presentación de Lienzo de una mujer que espera. Como nunca había visto quien escribe, se sucedieron las prolongadas ovaciones ante los bocadillos y el trabajo del actor. En la sala aparecían por doquier las reacciones, las risas, los asentimientos, los silencios profundos frente a un estado o frase dolorosa. Podría decirse que el público estaba totalmente cautivo por la tragicómica vida de Perancita.

Todo ello confirma la vitalidad de Lienzo…, supertinencia, su agudeza y calidad como fenómeno artístico. Han trascurrido veinte años desde su estreno, sin embargo, esta pieza, renovada constantemente por su autor, parece, como ya hemos dicho, recién surgida en este minuto, con la cualidad esencial de la sana provocación. Jorge Luis Lugo, su intérprete, no se queda atrás. Demuestra que renueva fuerzas y crece ante la platea. Esa es la virtud que lega a la práctica teatral pinareña. Es ese el tipo de entregas que reclama el público, siempre dispuesto a entrar en complicidad con nuestra escena.

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