Toda selección responde a un criterio crítico que parece estar en pañales —a veces sí lo está—, en que un autor intenta ser consecuente cuando aplica la arriesgada política de descarte. No solo las bibliotecas aplican política de descarte. Se descarta desde lo que se conoce e incluso de lo que no se quiere conocer. Por eso en toda selección se encuentran textos ya leídos aunque con variaciones, y otros prestos a existir por el encargo intelectual.
“El antologador es un crítico en potencia: de antemano está siendo parcial, apasionado y político”.
A la actitud crítica del seleccionador la acompañarán razones y sinrazones de discriminación. El antologador es un crítico en potencia: de antemano está siendo parcial, apasionado y político, las tres características que le pedía Baudelaire a la crítica de arte. Pero lo interesante podría estar en cómo, por objeto de análisis y contenido, un conjunto de textos encauza la mirada y (re)compone una imagen para despertar la curiosidad del lector. No otra fue la intención primera de concebir un libro como Memoria del desnudo. Ensayos cubanos sobre visualidad corporal. Acogido por Disset Consultores (consultoría de comunicación) y Collage Ediciones, abre en Cuba —a manera de libro— el amplio campo de estudio del desnudo como tema o, en sintonía con el historiador de arte británico Kenneth Clark, como “una forma de arte”.
“Suelen ser los estudios sobre fotografía los que más reparan en el desnudo”.
Aun cuando existen textos muy atendibles sobre una zona del desnudo en la obra de algún pintor o en las películas de determinado cineasta, suelen ser los estudios sobre fotografía los que más reparan en el desnudo. No obstante, un libro cubano concreto, donde se abordara desde diferentes perspectivas el acontecimiento cultural del desnudo, no se había hecho. Memoria del desnudo es, por lo tanto, un texto fundador.
Sería ingenuo pensar que están todos los autores que deseé estuvieran. Mas, los que figuran en estas páginas (Rafael Acosta de Arriba, Roberto Manzano, Hilda María Rodríguez Enríquez, Frank Padrón, Raydel Araoz, Mayté Madruga Hernández, Antonio Enrique González Rojas, Norge Espinosa y Daniel Céspedes Góngora) no fueron segundas opciones. Pero, si lo hubiesen sido, no disminuiría el interés que de continuo despertó el presente volumen, incluso desde la idea de hacerlo. Ninguno de los que conformamos las páginas de Memoria del desnudo pretendimos ni pretendemos expresar la última palabra sobre el fenómeno natural y estético que es el desnudo. Hoy, por supuesto, algunos de los textos habrían sido distintos. Es habitual que ocurra así. Una reedición sería estupendo. Pero no espero suceda. Además, ¿para qué hablar ahora de reeditar cuando lo importante es promocionar un libro que, luego de mucho tiempo, tiene su primera presentación?
La curiosidad de ver e imaginar la desnudez ajena, que se acrecienta por la duda de “cómo será alguien”, atañe también al rostro, delator de expresiones. El cuerpo abrigado, pronto a descubrirse para el baño y la cópula (o viceversa); la pose en el sosiego del ánimo no perturbado por el deseo, la confirmación de cómo nos va con nuestro cuerpo más que con nuestro sexo frente a un espejo u otra persona, es una constante en el trayecto vital que, muy pocas veces, deja de sorprender cuando la reflexión se centra en el acto de observarse y observar.
Con edición de Mario Espinosa, fotografías de cubierta y portada de Yuris Nórido y el diseño de Lisvette Monnar Bolaños, he aquí Memoria del desnudo. Ensayos cubanos sobre visualidad corporal: memoria/cifra, otra tentativa de asimilar lo que es el desnudo.