Pedro Vera, la lucidez y el ímpetu teatral
Pedro Jesús Vera González-Quevedo (23 de octubre de 1952), el ser que convirtió a Unión de Reyes en un espacio auténticamente teatral, se ha marchado con su lucidez, sabiduría e imaginación a habitar el escenario de la luz eterna.
Pedro Vera, más que el hombre de teatro, fue un hombre de la cultura toda, y también el hijo de Mirta González Quevedo, a quien cuidó “en la ventana tejida”, que fue su casa–escenario. El teatro, que fue su pasión y su amor, lo salvó, mientras él sanaba a otros con su creación.
Cuarenta y cinco años de vida artística, desde que se inició en el grupo TEC, fundador de la Nueva Trova, mezcla de música y teatro. El mismo hombre que fundó en 1980 el legendario Teatro D, que en 1990 se convirtió en Teatro D’ Sur, estrenando obras de dramaturgos como Alberto Pedro, Carlos Felipe, Virgilio Piñera, Reynaldo Montero, y las de quien escribe estas líneas; pero fundamentalmente las del chileno Jorge Díaz y las de Abelardo Estorino, uno de los autores que más estrenó, y al que unía la familia, la pasión por el teatro y por el pueblo de Unión de Reyes, con su tradición escénica que se remonta al siglo XIX.
Pedro defendió el teatro y situó en el visor de la Isla y el mundo, a un pueblo pequeño del sur de la provincia de Matanzas. Propició que el público de ese pueblo fuera uno de los más sensibles y educados de la nación.
Fundador de la Jornada de Teatro de Unión de Reyes, que bautizó a partir de 2014 con el nombre de Abelardo Estorino, contribuyó a encuentros con teatristas esenciales, que en el escenario de la Casa de la Cultura y en otros espacios, lo transformaron en un evento de trascendencia social y cultural.
Nunca tuvo una sede, su teatro se soñó en habitaciones de casas del pueblo o en la suya, en la que los personajes vivieron y murieron con sus traumas y esperanzas.
En los últimos años, desde su cama, inventó un mundo en el que dialogaron sus obsesiones más entrañables, esas que tenían su sabiduría y conexiones con lo más actualizado del mundo cultural.
Fue estudiante de sacerdote, maestro de generaciones, poeta, narrador y promotor; un hombre de fe en el teatro y en una espiritualidad que le fue visceral.
Ostentaba diversos reconocimientos como el Premio Brene y la Distinción por la cultura cubana.
“El teatro, que fue su pasión y su amor, lo salvó, mientras él sanaba a otros con su creación”.
En el mes de marzo, durante el Espacio Memoria, se le hicieron varios homenajes y dejó testimonio de su vida, su manera de ver al teatro y el mundo.
Siempre riendo, sin moverse en su cama-reinado, y a la vez, caminando incesantemente en un viaje de mundos diversos, como los del teatro y las bibliotecas, que nos irradió a todos, con su sacerdocio y filosofía de la existencia.
Sin Pedro Vera, el teatro pierde uno de sus pilares; creo que estamos más solos en nuestro gremio.
Unión de Reyes será distinto, muy distinto.
En alguna parte, Estorino y él se van a encontrar. Estoy seguro.
Y habrá una casa vieja, donde ellos inventarán otras historias y nacerán personajes y voces.
Van a mirar desde arriba a su “pueblo de provincia”, que tiene en sus entrañas el universo, y lo van a proteger con devoción, como a un libro, como a un teatro.
Tomado de Cubaescena