Como segunda experiencia virtual de invitada permanente a un festival de teatro seguí de cerca durante diecisiete días, cada tarde-noche, las presentaciones teatrales, danzarias y musicales del festival E(s/x)tirpe, encuentro para celebración y rito, que el grupo Contadores de Mentira salvó en su cuarta edición, entre el 13 y el 29 de agosto, aplazada desde 2020 por la pandemia.

Concebido como festejo popular y ritualístico, en torno a un principio curatorial en el cual cada elemento de la programación contribuye a “mostrar un único y gran acto performático de poesía y explosión”, los organizadores declararon como parte de sus principios, que E(s/x)tirpe se alinea por una dramaturgia cuya base es la memoria, ruptura y asentamiento de resistencia cultural. Es un rito donde se reúnen presentaciones de grupos que poseen identidad en las márgenes donde se producen. Grupos que crean contagios en sus territorios.

“Fueron tres días de marcha, solo interrumpida para comer y dormir (…) 85,7 kilómetros y 866523 pasos (…)”. Fotos: Cortesía de la autora

El evento transcurrió estructurado en tres actos y una sólida conceptualización: I-Cuerpo ausente, II- Preservación de los sentidos, y III- Oda a los profanos, y en cada uno, junto con las puestas en escena de significativas agrupaciones —Yuyachkani, Contraelviento, la Tribu de Atuadores Ói Nóis Aquí Traveiz, LUME Teatro, el Odin Teatret y el colectivo anfitrión, entre otros notables artistas como la mascarera Deborah Hunt, los actores creadores Lucho Ramírez y Klemente Tsamba, y los bailarines Marcos Abranches y Eduardo Colombo—, estuvo presente un exquisito panorama de la música brasileña tradicional, creada por notables artistas —Antônio Nóbrega, Ana María Carvalho, Helder Vasconcelos y Alessandra Leão—, y representativa de diferentes regiones. Fueron intensas y riquísimas las jornadas de E(s/x)tirpe, con cerca de cuarenta acciones que incluyeron los montajes más conferencias, demostraciones de trabajo y talleres, en fase con los principios expuestos.

“(…) fundir arte, creencia y trance (…)”.

Fui invitada por partida doble: primero como panelista para hablar de Cuba, su escena en pandemia y sus vínculos con la sociedad y la política crítica, en un diálogo compartido con el actor Jorge Enrique Caballero, director de Ritual Cubano, y con Lillitsy Hernández Oliva, formada como instructora de teatro y vicepresidenta del Consejo Nacional de las Artes Escénicas —también Fátima Patterson, directora del Estudio Teatral Macubá, ofreció una conferencia sobre su trabajo en el contexto santiaguero, y Teatro Adentro, de Santa Clara, presentó la acción poética breve Adentro quemando el sol —. En segundo lugar, participé como crítico para acompañar y documentar el evento, conjuntamente con los colegas Valmir Santos, de Brasil, y los argentinos Daniel Omar Luppo y Gabriel Penner. En un próximo número de la revista Conjunto daré cuenta detallada de mucho de lo ocurrido a través de los cruces virtuales, pero por ahora adelanto mis impresiones y juicios acerca de una singular experiencia audiovisual.

Si en ediciones anteriores E(s(x)tirpe celebró varios ritos y banquetes, en esta el rito concebido como tal fue apenas uno, anticipado a la fecha oficial del festival. Para rendir homenaje a las personas fallecidas a causa del Coronavirus en el Brasil, el grupo Contadores de Mentira decidió emprender una caminata, a razón de un paso por cada muerto, dados entre la ciudad de Suzano donde el colectivo tiene su sede, atravesando otras cuatro ciudades hasta llegar a Salesópolis, y terminar justo en el naciente del Río Tieté. La elección de ese punto de llegada, en el que la naturaleza desprende energía, respondió al interés por encontrarse con una fuente de vida real y deduzco que, simbólicamente, fue una suerte de propuesta de sanación.

Fueron tres días de marcha, solo interrumpida para comer y dormir. “Setenta y dos horas de rito, de entrega y de suspensión”. 85,7 kilómetros y 866523 pasos —“cada paso una despedida, una revuelta”—. En distintos puntos del trayecto algunos de los artistas realizaron  performances situacionales, movidos por distintos cánones expresivos, casi siempre acompañados por la música que ejecutaron sus compañeros, e invariablemente por la acción de plantar en la tierra una cruz de madera, rústica y artesanal, intervenida por cintas, ramilletes de flores silvestres y grafías manuscritas, con la belleza y el colorido del arte popular, que dejaron como una marca de su paso cerca de la cuneta de la autopista o junto al camino apartado. Construyeron así un repertorio de ofrendas dejadas en el espacio público como archivo efímero de la memoria y el duelo.

“(…) Cada plano está marcado por la emoción del acto humano cargado de simbolismo (…)”.

Un audiovisual en tres capítulos, titulado Rito. Pasos para quien partió,[1] resultó del registro de la caminata. Con duración cercana a los 30 minutos, fueron estrenados de a uno en cada acto del evento.

De vez en cuando, pequeñas leyendas en una esquina de la pantalla nos informan de los kilómetros recorridos y la hora en el lugar, y a veces de la temperatura, que llegó a ser muy baja. Desfilan nombres propios de los sitios, algunos derivados de las lenguas originarias: Lagoa Nirvana, Chácara Kumbaya, Biritiba Mirim, Guararema, Moggi das Cruces… El registro de señales viales nos descubre un trayecto de la geografía periférica del Estado de Sao Paulo, lejos del trepidante ritmo de la gran urbe capital, de la elegancia y el derroche arquitectónico de la Avenida Paulista, de los barrios bohemios de cantinas y boats, de los comercios de Bom Retiro o de los teatros y grandes centros culturales. Es este un viaje a lo profundo, que busca la inmersión en la naturaleza. Declaradamente pensado en su diseño dramatúrgico para encontrarse con los encantados, “los seres que nos protegen y aquellos que nos dan fuerza para seguir”, para fundir arte, creencia y trance —un recurso que, curiosamente, convierte la tríada en círculo al alimentar técnica de representación-presentación.

“(…) Ser un grupo de teatro, ser un grupo para el teatro requiere paciencia, sabiduría y una mirada dilatada, es sentir a otra persona en su más profunda quietud, y a veces aquietarse con ella”.

Los Contadores anduvieron calles vacías de pueblos y ciudades en la oscuridad de la madrugada, avanzando en fila irregular, como un grupo, pero no tan juntos, quizás concentrados en guardar fuerzas, quizás protegiéndose de un posible contagio. Descubrimos cómo eran sorprendidos por el amanecer mientras oficiaban alguno de los rituales mínimos, detenerse a tomar un café humeante en el amanecer; los vimos atravesar barrios, plazas concurridas, puentes y descampados desiertos, con sus indumentarias de trabajo coloridas y su presencia dilatada, cargada con la energía de una tarea espontánea y medida, fusión de arte y misión ciudadana. Los vimos ascender terraplenes, bordear ríos, caminar sobre las piedras junto a los saltos de agua; cruzarse con algún vehículo que pasa veloz en sentido contrario mientras asistían a alguna de las ceremonias o intercambiaban amorosas expresiones extraverbales. Y a menudo el canto: con plegarias para la protección de la vida contra las epidemias, y en el rescate de un hermoso acervo musical ligado a la tierra y a las raíces culturales, con Michael Meyson como solista, o Daniele o Pamela o Silas Xavier, acompañados por los otros.

Van dos muestras, con traducción libre, de algunas de las palabras que hicieron de la caminata una saga poética, confesional. Primero un canto:

“Sirena / La falsa dulzura / cachaza locura / Caja de aventuras / comedia amargura / El teatro es la cura / y el carnaval de la calle. / Y los artistas sin escenario / van a morir”.

Y en voz de mujer, una confesión de la conciencia existencial del grupo:

“Respiramos en la misma frecuencia. Ser un grupo de teatro, ser un grupo para el teatro requiere paciencia, sabiduría y una mirada dilatada, es sentir a otra persona en su más profunda quietud, y a veces aquietarse con ella”.

Cada episodio es duro y sublime a un tiempo. Doloroso y espléndido, cargado de denuncia por una circunstancia sanitaria agravada por el desamparo y la actitud irresponsable del poder, y de añoranza por los ausentes. Cada plano está marcado por la emoción del acto humano cargado de simbolismo, que funde la hermosura interior con la del paisaje, por momentos deslumbrante, visto a ras del suelo, en plano general o desde la altura en vista aérea que se aleja.

“(…) paisaje, por momentos deslumbrante, visto a ras del suelo, en plano general o desde la altura en vista aérea que se aleja”.

Los pasos se multiplicaron por cada uno de los artistas, con sus tiempos individuales, y por el equipo que los acompañó, muy discretamente, detrás de las cámaras. Una especie de manifiesto creado para hacer público el ritual, termina diciendo:

“Preservar los sentidos es preservar vidas…No tenemos la fuerza de grandes poderes, pero tenemos la firme convicción de que estamos con las manos extendidas hacia mucha gente… Y algunas de ellas ya no están en la tierra… se fueron… Por lo tanto… caminamos para ellas… Para no olvidarnos…”

Hermosa manera de recordar, rendir tributo y alzar la voz poética contra la barbarie.


Notas:

[1] Rito. Pasos para quien partió (3 capítulos, 29’, 26’ y 29’, 2021), Realización y curaduría: Contadores de Mentira (K-iqui Calisto, Samuel Vital, Daniele Santana, Pamela Carmo, Michael Meyson, Silas Xavier y Cleiton Pereira) Dirección ejecutiva: Cleiton Pereira. Producción audiovisual: Rolo B Cinematografía. Captación y edición de voces: Nelson Mortol y Emerson Leles. Captación de imagen y sonido: Nando Rodrigues y Víctor Gonçalves. Edición: Gabriela Stano y Víctor Gonçalves. Banda sonora: Michael Meyson y Silas Xavier.