“Pasión desmedida por nuestro oficio, amor insobornable por nuestra isla”
17/12/2020
Quiero agradecer la presencia de este distinguido público en la inauguración de esta nave. Una nave con espíritu felliniano porque la nave va, de qué va, va. Agradecer a Cinesoft por haber producido el documento visual que ponemos a su consideración, lo que expresa su interés por producir materiales que contribuyan a la memoria del teatro cubano. Agradecer igualmente al Centro Promotor del Humor por servir de puente en las alianzas.
Y en ese orden de cosas, quiero agradecer y dedicar el estreno de esta tarde, a mi querido Enrique Pineda Barnet (Enrique no se encuentra entre nosotros por razones de salud, pero fue informado de la celebración y agradeció la gentileza). Y es que Enrique no fue solo el primer maestro, la primera persona que se incorporó a la Campaña de Alfabetización —cosa que ya pocos conocen y recuerdan—, sino que fue también el primer director de cine cubano que se interesó en registrar nuestro teatro, con una cámara, para la memoria de la nación. Gracias al empeño de Enrique se conservan imágenes de las puestas en escena de Aire Frío y Fuenteovejuna en los iniciales ‘60. Gracias a Enrique quedó inmortalizada Alicia Alonso en su inigualable Giselle. Hay en Enrique un nexo visible y persistente entre educar, hacer teatro y registrarlo para la Historia.
Muchas otras experiencias posteriores han recogido fragmentos de obras teatrales cubanas o puestas en escena, en toda su extensión, para la pequeña pantalla; pero pocas se han ocupado del proceso creativo, el espacio donde se origina el espectáculo, donde se forman y crecen las actrices y los actores: el proceso que, muchos lo sabemos, es lo más importante del teatro.
La carencia de materiales de esa naturaleza, por breves o anecdóticos que resulten, ha creado un vacío en la historicidad del teatro cubano. Para la mayoría de los jóvenes teatristas que nos acompañan hoy, las glorias de nuestra escena son apenas una foto a reconocer en alguna revista del gremio. Ellos no fueron testigos del genio creador de Vicente Revuelta, de la majestuosidad de Roberto Blanco, de la cubanía de Armando Suárez del Villar, de la elegancia y precisión escénica de Berta Martínez, del fino humor y la cultura de Abelardo Estorino; la fuerza de Raquel Revuelta la conocen por las películas en que intervino y no por su presencia en el escenario. Una larga lista de enormes talentos me quedaría por mencionar. Ese registro de los procesos creativos, de los fundamentos y las poéticas de nuestros hacedores, es una tarea pendiente del teatro nacional.
Y es eso, justamente, lo que estos humildes servidores se propusieron. Hubiésemos querido hacer más, contar con más jornadas para rodar, que el material fuese abundante y que los recursos técnicos no fueran limitados. Es por esa razón que también quiero agradecer, de manera especial, al pequeño equipo de trabajo que se hizo cómplice del empeño, aun cuando no contábamos con los apoyos institucionales.
Espero que en alguna medida lo hayamos logrado. Y, si no fue así, que al menos este documento sirva como testimonio de la pasión desmedida que sentimos por nuestro oficio, y el amor insobornable que sentimos por nuestra Isla. Gracias.