Unos meses atrás hice pública una carta mía a Víctor Fowler, poeta, ensayista, periodista, polémico, quien fue mi vecino cuando viví en Infanta y Manglar. Desde hace un tiempo (especialmente desde que vive en Cojímar), el teléfono, el correo y Facebook son nuestras vías más frecuentes de comunicación.
Mi exvecino me lanzó una pregunta: ¿Para qué sirve hoy Carlos Marx? Esta fue mi argumentación, pero antes empezaré por decir para qué no sirve Marx:
- No vale disfrazarse de marxista, como hicieron algunos de sus contemporáneos, lo cual él rechazó de cuajo. Federico Engels, el 27 de octubre de 1890, le escribía a Pablo Lafargue: “Ha habido revueltas de estudiantes; literatos y otros jóvenes burgueses desclasados se han lanzado al partido, han llegado a tiempo para ocupar la mayoría de los puestos de redactores en los nuevos periódicos que pululan y, como de costumbre, consideran la universidad burguesa como una escuela de Saint-Cyr socialista que les da derecho de entrar en las filas del partido con el título de oficial, si no de general. Estos señores practican todos el marxismo, pero de la especie que se conoce en Francia desde hace diez años, y del que Marx decía: ‘Todo lo que sé es que yo no soy marxista’. Y probablemente diría de estos señores lo que Heine decía de sus imitadores: ‘Sembré dragones y coseché pulgas’.
- Tampoco sirve como simple recetario en el que se diga: Con unos kilos de proletarios, otros de materialismo dialéctico y un grupo de seguidores “ilustrados” se puede destruir el capitalismo.
- No sirve para explicar de un plumazo lo que significa la enajenación, porque para llegar a ese difícil concepto primero habría que amasar desde los Manuscritos económicos y filosóficos de 1848 hasta lo que hay de él (el resto es de Engels) en el tercer tomo de El capital, donde la famosa mercancía circula.
- Marx no se puede usar como decálogo para construir el comunismo (él no habló de socialismo, en su época tenía muy poco prestigio).
- Los manuales sobre su obra han demostrado ser pura bazofia: al Moro hay que entrarle de frente, leerlo en su esencia, repetir la lectura sobre párrafos o páginas que una no entiende.
“La contradicción social más palpable: la mayor riqueza y la mayor pobreza de la tierra”.
- Marx tampoco se inserta en simples lecturas que no conozcan su mundo: Inglaterra, donde desarrolló su obra, incluido El capital; la Alemania de Bismarck; la Francia de revoluciones (la Comuna de París entre ellas); la Guerra de Secesión en los nacientes Estados Unidos de América, y el incipiente atisbo neocolonial de algunas partes. En 1852, en ocasión de que su amigo tuviera un hijo, le escribió a Weidemeyer: “¡Magnífico momento para venir al mundo! Cuando pueda irse en siete días de Londres a Calcuta, tú y yo estaremos ya decapitados o dando ortigas. ¡Y Australia y California y el océano Pacífico! Los nuevos ciudadanos no acertarán a comprender cuán pequeño era nuestro mundo”. Ni su cerebro privilegiado pudo imaginar que un siglo después en avión se llegaba en horas a cualquier lugar, y que pasado otro tiempito con un clic se podría acceder a una buena parte de su obra en diferentes idiomas. La Inglaterra de Carlitos se define en estas líneas: “Inglaterra era la dueña absoluta de los mares; su tierra producía la mayor cantidad de hierro y más carbón que en el resto de los países; en su capital se editaban 6 matutinos, 3 vespertinos y 20 semanarios; los telégrafos traían las noticias de todo el mundo; la locomotora ya no era un objeto extraño; a fines del siglo XIX, Londres tenía 19 estaciones de ferrocarriles; las familias dedicadas al comercio ocupaban casas de 20 y 30 habitaciones; se respiraba tal seguridad en el futuro que la sala de conciertos Albert Hall publicó un anuncio en el que admitía suscripciones por 99 años. Esa era la cara para los turistas. El proletariado vivía hacinado en los suburbios, las prostitutas y mendigos deambulaban por las calles no escogidas por la alta burguesía; la contradicción social más palpable: la mayor riqueza y la mayor pobreza de la tierra. Los inspectores de las fábricas escribían los libros azules que nadie —menos un alemán— leía. En ellos, sin saberlo, los acuciosos funcionarios reflejaban la situación social y laboral de la clase obrera. Como papel viejo lo vendían a los libreros, luego de darles el uso previsto por los amos. En los timbiriches, manejados generalmente por ancianos, los compraba Carlos Marx. A la casualidad y causalidad le debe Marx haber recalado, definitivamente, en el lugar que más condiciones ofrecía para desarrollar su obra cumbre. Nunca reconoció a Inglaterra como su segunda patria, se consideraba alemán y ciudadano del mundo, mas en esa isla pasó la mitad de su vida; en ella amó, sufrió y alcanzó sus mayores logros científicos”.
- Marx no es válido para quien no tiene por lo menos una aproximación a Shakespeare, Heine, Beethoven y, por supuesto, Kant, Hegel, Feuerbach, y otros pensadores que nutrieron el pensamiento económico del judío.
- Marx no vale para decir que es un “santo, santo, santo”, como reza Guillén en su poema “Digo que yo no soy un hombre puro”. Él fue “lo suficientemente impuro para saber qué cosa es la pureza”. Tampoco fue un diablo, diablo, diablo; fue un hombre genial, extraordinario, trascendente, pero un hombre.
“Se consideraba alemán y ciudadano del mundo”.
Marx sirve para:
- Entender el capitalismo: hizo su más completo desmontaje, un análisis no superado hasta hoy. Es tan bueno su estudio —centrado especialmente en El capital, aunque no solo ahí— que hoy sigue siendo texto obligado en Harvard, Oxford y casi todas las universidades del mundo. No se pueden entender los procesos sociales del siglo XXI sin los instrumentos que facilitó Marx en el XIX.
- Descubrir qué es la plusvalía fue uno de los aportes más importantes a las ciencias económicas y sociales en general. Sin comprender ese hecho no se puede explicar el tránsito de la comunidad primitiva hasta el capitalismo de Estado. Y me arriesgo a decir que de alguna manera explica la explotación del Sur por el Norte.
- Colocó el materialismo al derecho, hasta él estuvo al revés: el idealismo —especialmente por parte de Hegel— aportaba la dialéctica y el materialismo; Feuerbach, por ejemplo, contribuía con su materialismo, pero unos negaban a los otros como si fueran excluyentes. Marx y Engels, en un brillante movimiento cognitivo, pusieron la filosofía de pie.
- Si el descubrimiento de la plusvalía fue esencial, hacer entender lo que significaba la circulación mercantil (esbozado por Marx y desarrollado por Engels) en el tercer tomo de El capital fue un aporte medular para descubrir el mecanismo de enriquecimiento/empobrecimiento, y por tanto, de las clases sociales.
- Al desmontar la esencia del sistema capitalista, Marx, de hecho, dejó claro lo que no se puede hacer en el socialismo.
- Para el judío existieron dos estadíos de lectores: los científicos e intelectuales, a los que debía convencer, por eso su erudición en El capital; y la gran mayoría proletaria para quien escribió el Manifiesto del Partido Comunista con un lenguaje directo y propagandístico. Un texto y otro tendrían a los hombres y mujeres más cultos como correa de transmisión de las categorías más importantes.
- Fue defensor de una prensa clara, eficaz y directa. En su Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel definió: “El arma de la crítica no puede, evidentemente, reemplazar la crítica por las armas, la fuerza material debe ser subvertida por la fuerza material; pero la teoría también deviene fuerza material en cuanto penetra en las masas. La teoría es capaz de penetrar las masas cuando ella hace demostraciones ad hominen y hace demostraciones ad hominen cuando deviene radical. Ser radical es tomar las cosas por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo”. Ad hominen en latín, como acostumbraba a usar Marx, significa “hacia los sentimientos humanos”, entonces, genial al fin, Carlitos defendía que la crítica tocara el corazón de las personas (entendido este órgano como receptáculo de sentimientos) y no solo el cerebro. Cuando dirigía La gaceta del Rin, Carlos le comentaba a Ruge: “Detrás de todo esto hay una aterradora dosis de vanidad, incapaz de comprender que, para salvar un órgano político, se pueden sacrificar, sin gran pérdida a unos cuantos fanfarrones berlineses que no piensan más que en sus chismes personales. Ya puede usted imaginarse lo irritado que estaré y los términos bastante duros en que habré contestado a Meyen, sabiendo cómo estamos aquí, teniendo que soportar desde por la mañana hasta por la noche los tormentos más terribles de la censura, avisos ministeriales, quejas de autoridades, protestas de la Dieta, los lamentos de los accionistas, etcétera, etcétera, y que si sigo en este puesto es porque considero un deber estorbar la realización de las intenciones del Poder, en la parte que a mí me toca”. Meyen pertenecía a los jóvenes hegelianos que estaban en contradicción con Marx. Y cuando lo botaron de La gaceta del Rin escribió también a Ruge: “Durante este período de agonía, en capilla ya, tenemos doble censura. Nuestro censor, un hombre honorable, está bajo la censura de Von Gerlach, presidente del gobierno del Rin, un mentecato sin más virtud que la obediencia pasiva; una vez compuesto el periódico, hay que presentárselo a la nariz policíaca para que lo huela, y si ventea en él algo que no parezca cristiano o prusiano, el periódico no sale a la calle”.
- Dedicó sus estudios a los problemas de las grandes mayorías, dejó los asuntos individuales en otro plano (para no pocos estudiosos tal hecho es causa esencial del auge del existencialismo a principios del siglo XX) y tuvo al hombre también en el centro de sus reflexiones. Cuando tenía entre 24 y 25 años en sus Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 esbozó este interesante criterio: “Supongamos que el hombre sea hombre y que su relación con el mundo es humana: entonces solo puedes cambiar amor por amor, confianza por confianza, etcétera. Si quieres disfrutar del arte, debes ser una persona artísticamente cultivada; si quieres ejercer influencia sobre los demás, debes ser una persona que produzca efectos estimulantes e incitantes en la gente. Cada una de sus relaciones con el hombre y con la naturaleza debe ser una expresión específica, que corresponda al objeto de tu voluntad, de tu verdadera vida individual. Si amas sin que tu amor sea correspondido, es decir, si tu amor en cuanto a tal no produce el amor recíproco; si a través de una expresión viva de ti mismo en cuanto a amante, no te haces una persona amada, entonces tu amor es impotente: es una desdicha”.
La trascendencia de Carlos Marx, cuyo bicentenario se cumplió el 5 de mayo de 2018, y de El capital, que llegó a 150 años en 2017, es inconmensurable. En lo personal confieso que me acerco a los procesos que ha vivido (y vive) Cuba de una manera consciente gracias a Carlitos y a uno de sus más grandes discípulos, Fidel. En algún momento se reconocerá su concepto de Revolución como uno de los aportes vitales a las categorías marxistas.
Me permito un viaje en el tiempo. Con la caída de Napoleón en 1814 las fuerzas conservadoras feudales pensaban que el régimen burgués había fenecido. Nada más lejano de la realidad: su semilla estaba viva, y luego de la restauración monárquica de Luis XVIII, a quien le siguió Carlos X, para terminar con Luis Felipe en 1848, hubo un estallido revolucionario que depuso al Rey hasta hoy. La burguesía ganaba porque era mejor que el feudalismo y le había llegado su turno. Fueron solo 34 años, una vida para un ser humano, un destello apenas perceptible en la historia humana. Ese lapso fue un retroceso, pero en la vuelta en espiral a partir del 48 el capitalismo (que ya existía) se afianzó no solo en Francia, sino en toda Europa y más allá del Atlántico. Pongo este ejemplo porque no sé si lo que vendrá después del capitalismo será comunismo o socialismo, el nombre no me importa. Lo que sé es que el capitalismo no puede ser el fin de la sociedad humana, con toda su carga de odio, quizás sea el final por una explosión nuclear de dimensiones colosales, pero de lo contrario, la izquierda volverá a tener la fuerza que necesita para devenir rabo de nube que borre un sistema opresor per se.
“Solo puedes cambiar amor por amor”.
Estas líneas fueron solo una provocación. El marxismo, gracias a su concepción primigenia del judío alemán y de Engels, no es inamovible, al contrario, se enriquece con los aportes de estudiosos que hacen suyo ese bello deseo de “que el hombre sea hombre y que su relación con el mundo es humana: entonces solo puedes cambiar amor por amor”. Así pues, ¿Marx es o no otro misterio que nos acompaña?
Marx es otro de los gigantes de este mundo. Quieran o no sus enemigos, está vivito y coleando…