“Hasta el papa Juan Pablo II lo recibió de modo personal en la sede de la Nunciatura cuando visitara Cuba en enero de 1998. Porque Piñeiro jugó un papel sui generis en la articulación de esa presencia”.
Al leer este párrafo en el texto que acerca del comandante Manuel Piñeiro (Barbarroja) escribiera Germán Sánchez, quien fuera su subordinado durante un total de veinticinco años, comprendí más la aureola de misterio que giraba alrededor de quien fue considerado pieza clave en la instrumentación de los movimientos guerrilleros en América Latina. Comprendí mejor las confesiones que acerca de este carismático personaje me hiciera un día el Babalawo Otura Sa.
Resulta que a raíz de la publicación de mi libro Yoruba, un acercamiento a nuestras raíces, un día me encuentro con mi socio Rigoberto López y me dice: “Brother, hay un famoso babalawo de Centro Habana que quiere conocerte porque según él tú has escrito una Biblia”. Por aquel entonces estaba escribiendo De la Africanía en Cuba: el Ifaísmo y nada más interesante me resultaría que entrevistar a un sacerdote de Ifá.
No transcurrió mucho tiempo cuando me fui a ver al babalawo. Después de varios encuentros con el Awó Otura Sa este finalmente decidió concederme una entrevista. Es ahí donde me contó algo que me dejó totalmente perplejo. “Mire usted, yo quiero que usted sepa que personalmente consulté al propio presidente de Panamá, coronel Manuel Noriega, y a Carlos Andrés Pérez, de Venezuela. Esto, sin contar a otros personajes famosos. Esto bien lo supo el comandante Manuel Piñeiro”.
Y me dijo más: “Mire, un día Piñeiro me mandó a buscar a su oficina en la sede del Comité Central donde dirigía el Departamento de América. Él estaba interesado en conocer qué opinarían los practicantes de las religiones de origen africano sobre una posible visita del papa a Cuba, qué pensábamos nosotros del Sumo Pontífice. Después de escuchar atentamente mis consideraciones, de repente el comandante me pregunta: ‘Oluo, ¿y qué dice Orula sobre la reelección de Carlos Andrés Pérez?’. (Al escuchar esta expresión en boca de Piñeiro, no me cupo duda de que lo que me estaba diciendo el babalawo era cierto. Así era Piñeiro).
“¿Comandante, por qué no le pregunta a su embajador?”. En la reunión se encontraba presente el entonces embajador de Cuba en Venezuela Norberto Hernández Curbelo, quien se apresuró a decir: “Yo apuesto a que sale”. “¿Y usted, Oluo?”, me preguntó Barbarroja. “Yo no apuesto nada, pero no sale y es más: cae preso”, le dije. Piñeiro conocía de mi visita a Venezuela y que yo había consultado a Carlos Andrés Pérez.
“¿Qué cómo ocurrió esto? Te cuento.
“Sucedió que un día se apareció en mi casa Rigoberto López acompañado de una señora que había venido a La Habana invitada al Festival Internacional de Cine Latinoamericano. La señora era una personalidad de la cultura venezolana y deseaba que yo la consultara con el oráculo de Ifá. Resulta que durante el registro le salió un signo según el cual estaba padeciendo de una enfermedad muy grave y ella lo desconocía. Poco tiempo después esta señora me invitó a Caracas para que yo ofreciera una conferencia en el Teatro María Teresa Carreño y de paso aprovechar para hacerle unos trabajos que había que hacer. Estando consultándola veo que de pronto llegan varios autos de lujo, era nada menos que el propio presidente Carlos Andrés Pérez en persona, iba a visitar a su amante, quien resultó ser hermana de la señora que yo estaba consultando. Vuelvo a Venezuela y de nuevo coincido con el señor presidente y esta vez la amante le insiste en que se consulte.
“Tiro la cadena y le sale un signo y le digo: ‘aquí sale que usted no va a ser reelegido y que va a caer preso’. El tipo no me creyó”.
“Creo que de la constelación de estrellas que rodeaban al máximo líder de la Revolución, en materia de información Piñeiro era la estrella que más brillaba”.
Después de esta entrevista con el babalawo, en una ocasión en que en el Minrex se efectuaba la reunión anual de exembajadores, me encuentro con Norberto y le pregunto: “¿Tú conoces al Awó Otura Sa?”. “Sí”, me responde. “¿Entonces todo lo que él me dijo es verdad?”. “Depende de lo que te haya dicho, si te dijo que consultó a Noriega es verdad y a Carlos Andrés Pérez también. Por cierto, la que era su amante después se convirtió en su esposa. Ese Babalawo colaboró mucho con nosotros”.
De Piñeiro comprobé que no solo había sido una pieza excepcional en la puesta en práctica de la política exterior de la Revolución cubana, sino también un fiel ejecutor de la política de táctica y estrategia concebida y diseñada por su jefe mayor.
Se dice que información es poder y creo que de la constelación de estrellas que rodeaban al máximo líder de la Revolución, en materia de información Piñeiro era la estrella que más brillaba. Así fue hasta el mismo día de su muerte en que falleció cumpliendo su histórica misión. Al decir de Papito Serguera, “era capaz de dialogar con Jesús y con el Diablo, sin que nadie pudiera descubrir su fin último: la defensa de la Revolución y la lealtad a Fidel Castro”.
Buscaba información por donde quiera. “Vista larga, paso corto, mucho olfato y no quemar la fuente” era una de sus máximas favoritas. Recuerdo que, en ocasión de mi designación como embajador en Zambia, durante una entrevista con Jesús Montané, entonces Jefe del Departamento de Relaciones Internacionales del Partido, una de sus indicaciones fue que no dejara de enviarle información a Piñeiro. Algo que oficialmente no estaba establecido. No entendía qué tenía que ver Piñeiro con África. Posteriormente conocí que Chucho, como le decían a Montané, y Barbarroja eran muy socios.
Entre las tantas cualidades que de “El Mago” tenían sus amigos y colaboradores, estaba la de considerarlo “hombre y amigo”. Ulises Estrada, uno de sus destacados oficiales operativos, cuenta cómo durante la atención que como jefe brindaba en la preparación de la alemana Tamara Bunke, una noche del año 1963 ocurrió algo inevitable. Sentados ambos en las arenas de Playa Baracoa iniciaron su primer día de relaciones amorosas. Ulises no sabía qué hacer, finalmente decidió ir a casa de su jefe y contarle lo de las relaciones prohibidas.
El jefe al principio se enojó. Pero pronto decidió permitirle las relaciones, a condición de que se mantuvieran secretas para el resto de los oficiales a fin de evitar el relajamiento de la moral.
Manuel Piñeiro Losada, uno de los más fidelistas entre todos los fidelistas, falleció el 11 de marzo de 1998 a solo tres días de su cumpleaños 65, al estrellarse su auto Lada contra un árbol cuando perdió el control por un impasse diabético.
Dice Germán Sánchez, su discípulo y embajador en Venezuela durante 15 años: “Murió sin cargo, pero con los mismos amigos y amigas de siempre y con nuevos afectos que se sumaron de varias partes del mundo. Siguió siendo nuestro principal consejero e inspirador, apoyándonos a todos en el trabajo con la humildad del sabio y la delectación de un artista”.
Piñeiro no solo constituyó una pieza excepcional en la política exterior de la Revolución cubana, sino también un fiel ejecutor de la política de táctica y estrategia concebida y diseñada por su jefe mayor.
Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, quien fue Secretario de la Conferencia Episcopal, Rector del Seminario Mayor de La Habana y Director del Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana, escribió en testimonio para Jorge Timossi:
“En la funeraria y, posteriormente, en el cementerio, en la tarde de su entierro, cuando miraba en derredor a tantas personas de diversas procedencias, con el dolor y hasta la lágrima en el rostro, nacidos del cariño herido por aquella muerte tan inesperada como absurda, me ratificaba internamente cuán congregante había sido Manolo y cuánto he agradecido su cercanía en los últimos años. Necesitados estamos en Cuba, en todas las ‘zonas’ de nuestro pueblo —incluyendo a la Iglesia—, de que se multipliquen personalidades con un talante similar; hombres y mujeres positivos ante la existencia, de los que no se derrumban ante los contratiempos, que se los sienten, pero no se dejan aplastar y saben renacer a la alegría y la confianza; que no condicionan el respeto, la relación y la amistad a la uniformidad imposible; capaces del diálogo auténtico, que vivan con serenidad realista y con apertura de corazón y de entendimiento el —a Dios gracias— inevitable pluralismo, fuente irrenunciable de riquezas para todos los pueblos y grupos humanos. Un mundo interior muy rico y para muchos desconocido en sus entresijos, sembrado de misterios luminosos, tiene que haber animado a Manolo para que haya sido como fue”.
Piñeiro, un hombre imposible de olvidar.