Durísimo. Casi imposible de creer: ¿Vicente nos ha dejado? Dicen que estaba en un escenario, que se desplomó. Que llegó sin signos vitales al médico, dicen. Algo místico rodea la espantosa noticia: Vicente ha tenido el mejor entorno para morirse. Entregado, cantando, fiel a su vocación de servicio, nos dice adiós. Lamento profundamente su partida, y abrazo a las Auroras de su corazón, y a la bellísima Eva. La última vez que nos vimos, bromeamos: “Ya no eres Vicente Feliú, el famoso trovador; ahora eres el abuelo de Eva”, le dije. Y, “sí, estoy muy feliz con eso”, me respondió.
No fuimos amigos cercanos y, sin embargo, lo admiré, lo respeté y le agradecí siempre la consigna de su existencia: la lealtad. Sus imágenes vestido de soldado en Angola, y abrazado a Silvio, y junto a Aurora, y en Casa de las Américas, y en la Casa del Alba, nos acompañan de toda la vida. Y así seguirá ocurriendo, porque Vicente representa la humildad, la modestia, la perseverancia hacia las causas justas de la Historia. Gracias a él me adherí, como tantos otros, a la batalla por reclamar la liberación de Ana la puertorriqueña, y gracias a su “Créeme”, creí en su arte.
“Te creemos. Ovación eterna a tu memoria”.
Me encantaba leer su comentario en las redes sociales, ya fuera en el muro de su Aurora, en el blog Segunda cita de su hermano Silvio, o en cualquier otro. Si le parecía bien lo que se decía, se limitaba a escribir, en mayúsculas, rotundamente, sin vergüenza ni añadido alguno: OVACIÓN. Y entonces, leíamos el post. Si Vicente opinaba, valía la pena (solo entonces) leerse el texto.
Que la tierra, el cielo, el mar y la Canción de Cuba y del mundo te reciban con el amor y la fidelidad que nos regalaste, querido trovador. Te creemos. Ovación eterna a tu memoria. Gracias por todo, por tanto, por siempre, Vicente.