Otra historia de la vía férrea en Centroamérica
15/4/2019
Durante la XIII Bienal de La Habana, el visitante tiene la ocasión de pasar por el espacio expositivo de la sala Cernuda (Centro Hispanoamericano de Cultura), donde confluye una muestra de tres artistas: Alejandro Campins (Cuba), quien propone “Malpais”, de la serie Badlands, una obra de enormes dimensiones; en la izquierda nos topamos, bajo el título “Breve cronografía dos desmanches”, con la poética de Lais Myrrha (Brasil) y hacia la derecha, no menos sobresaliente, “On the other side of the railroads”, del costarricense Oscar Figueroa.
En esta Bienal, donde convergen líneas temáticas que van desde los vínculos con la arquitectura, la ciudad y su entorno, lo ecológico y los temas de género, así como las migraciones, no puede el espectador desentenderse tampoco de los correlatos concernientes a la memoria y al repaso histórico, sobre todo, cuando un creador como Oscar Figueroa solicita a través de la fotografía, la proyección de audiovisuales y el dibujo aparentemente conocido e inacabado, toda la atención para redimir realidades relegadas o excluidas de la Historia.
Uno de los videos muestra a Figueroa orientando un tejido azul por donde en tiempos pasados estaba la línea del ferrocarril. Su gesto simula una nostalgia por aquella época de temprana modernidad en la República de Costa Rica, justamente cuando el ferrocarril comenzaba a erigirse gracias a mano de obra de afrodescendientes y china; mano de obra menos cara y, en apariencia, más fácil de controlar. Sin embargo, las investigaciones de Figueroa sacaron del olvido las lamentables consecuencias de la construcción del ferrocarril no solo en su país, sino en varias regiones de Centroamérica donde los empleados fueron emigrantes chinos.
Figueroa tiene a bien concentrarse en la presencia asiática en Costa Rica por los añadidos que, a manera de eventos circunstanciales, le otorgaron peculiaridades dignas de atención y que la historia tiende a mirar de lado. Es el caso de las privaciones de las necesidades más básicas de algunos de esos trabajadores, quienes terminaron suicidándose en un contexto que, años después de independizarse de España, abogó por obras de progreso como la construcción del ferrocarril al Pacífico y, desde 1899, la presencia de la compañía transnacional United Fruit Company, la misma que controlaría la producción y exportación del banano durante el siglo XX.
Como ocurre casi siempre, los hechos de los victoriosos tendieron a la exigencia de un discurso oficial que, para motivar evolución y optimismo históricos, excluyó acontecimientos considerados menores y denigrantes para ser tenidos en cuenta por la historia de un país que se enriqueció económica y culturalmente mediante la emigración.
No obstante, fotos de una ciudad ya sin ferrocarril, así como cabellos de descendientes de las víctimas, le permiten al artista convocar una estética representativa de un presente que no debería desdecirse de su pasado, máxime cuando la faena laboral de un grupo considerable se tornó trágica a un tiempo que romántica: los trabajadores se suicidaban con sus propias trenzas, me confirma Oscar Figueroa.