Nuevos rostros o rostros conocidos
17/4/2019
A las puertas de la XIII Bienal de Arte de La Habana, en la galería de la Casa Natal de José Martí quedó inaugurada la exposición Nuevos rostros de José Martí, concebida a partir de una idea de su curador Josep Trujillo Fonseca . La muestra, dedicada al aniversario 164 del desembarco del Apóstol por Playitas de Cajobabo, el 11 de abril de 1895, contó con más de cuarenta plumillas concebidas por los jóvenes artistas plásticos Maisel López Valdés, Evelio Toledo Castañeda, Alexis Gutiérrez Gelabert, Yutsimi Zaldívar Mendoza y Sergio Hidalgo Gato.
Tales dibujos a plumilla tienen como referente la iconografía martiana. Como es notorio, con excepción del óleo que le hiciera el pintor sueco Herman Norrman en Nueva York, y los dibujos de Bernardo Figueredo y Cirilo Almeida Crespo, el resto de la imagen que nos legó Martí, es fotográfica. Como pocos en su tiempo, él comprendió que la fotografía no solo era la primera imagen técnica apta para reproducir la realidad, sino también para interpretarla y expresarla como nuevo lenguaje visual. La fotografía fue la imagen que propició la democratización del retrato, hasta entonces privilegio de las clases adineradas que podían pagar un retrato al óleo. En consecuencia, en todo momento que lo consideró necesario o tuvo la iniciativa de comunicarse con alguien y transmitirle su afecto, Martí se tomó una foto-retrato. A los que se suman los que se hizo con grupos de amigos y patriotas en su constante peregrinar por Europa y América. Su interés por la fotografía fue tal, que no dudó en llamar a algunos de sus fotógrafos artistas, condición que por entonces solo estaba reservada a los pintores y escultores. Así llamó al fotógrafo cubano Juan Bautista Valdés, quien le hizo el mejor retrato, solo y de cuerpo entero, en Temple Hall o Bond Hall, Jamaica, durante su primer viaje a esta isla en octubre de 1892. Incluso, llegó a dedicarle una copia a Valdés, en la que escribió: “A un hijo de sí mismo, ejemplo y honra de su patria, a un artista fino y concienzudo, el fraterno amigo Juan Bautista Valdés, de su José Martí”.
En la exposición destaca la relación estético-comunicativa que se establece entre los fragmentos de textos martianos seleccionados, por lo general alusivos a la fecha de realización de la fotografía y su correspondiente réplica a plumilla. Un buen ejemplo de esta relación entre el testimonio visual fotográfico, el cognitivo de su prosa y el propiamente artístico del dibujo, es el que tiene por referente la foto que presenta a Martí con un grupo de emigrados cubanos que hacían práctica de tiro en el antiguo fuerte Martello Tower, de Cayo Hueso, en 1893. La plumilla, en este caso, nos entrega un retrato ampliado de la realidad que testimonia la foto, en la que aparece Martí con bombín; detalle este que no se hace del todo nítido en el referente por las circunstancias en que se hace la toma y la densidad visual resultante del número de personas que se apiñan para la pose. Si bien este tipo de sombrero el Apóstol siempre lo usó en exteriores, como era costumbre entonces entre los hombres, nunca se retrató con él, excepto en esta oportunidad a imperativos de las circunstancias antes aducidas. De hecho, los Nuevos rostros de Martí, salvo excepciones como la citada, son bastante conocidos, lo que no le resta interés a la selección que la motiva, entre los amantes del dibujo realista y la imagen histórica que por la fotografía nos legó nuestro hombre mayor.
Un último dato, también este 11 de abril se conmemoraron 150 años de que se proclamase la bandera de la Estrella Solitaria como enseña nacional de la República de Cuba en Armas por la Asamblea de Guáimaro. Si bien el joven Martí tuvo un amor a primera vista con la bandera de la Demajagua ―lo cual era muy comprensible dada su edad y el momento de exaltación patriótica que se vivía por los días de aquel glorioso Octubre―, finalmente se desposó con la de Narciso López, a mi modesto entender, la primera obra de vanguardia de la cultura visual nacional. De ahí que veintitrés años después, el 26 de noviembre de 1891, justo en uno de los momentos culminantes de su apostolado, en el Liceo Cubano de Tampa, terminara su discurso evocando la bandera de López, para dejarnos los principios de un programa social y político por el que aún nuestro pueblo lucha en aras de su cumplimiento, cuando expresó: “Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: Con todos, y para el bien de todos”.