Nuevos espacios compartidos de Eduardo Leyva

Erian Peña Pupo
7/12/2020

Las piezas reunidas en Espacios compartidos II, antológica exposición personal de Eduardo Leyva (Holguín, 1956) inaugurada en el Centro Provincial de Arte, “desde sus dibujos iniciales hasta las pinturas más recientes, comparten como características comunes su impecable factura, el sensible y siempre ajustado uso del color y las texturas, un oficio depurado y seguro y la poesía que emana de las formas puras, donde el paisaje, ya sea urbano o rural, se ha reducido a sus elementos esenciales. Ellas son, en su exacta materialidad, el testimonio palpable de casi cuatro décadas de ejercicio de arte y la herencia que Eduardo Leyva dejará, sin dudas, a las generaciones futuras”; según escribe el investigador y crítico Martín Garrido en las palabras del catálogo.

“Las piezas reunidas en Espacios compartidos II (…) ‘desde sus dibujos iniciales hasta las pinturas más recientes, comparten como características comunes su impecable factura, el sensible y siempre ajustado uso del color y las texturas, un oficio depurado y seguro y la poesía que emana de las formas puras (…)’”. Fotos: Wilker López
 

Espacios compartidos II está integrada por 82 obras, comprendidas entre los años ‘80 y la actualidad y abarca dibujos, grabados y pinturas que nos reafirman a Leyva como un gran paisajista (urbano y rural, aunque abunda su representación urbana mucho más en los últimos años) que, desde sus esencias, se sostiene en los terrenos de la abstracción contemporánea en Cuba.

Las obras más recientes de Eduardo Leyva las conocemos de diferentes exposiciones colectivas, y nos confirman —al verlas aquí reunidas— que su abstracción es eminentemente arquitectónica y urbana, aunque incorpore la figuración mediante el uso del collage. Incluso desde los propios títulos ancla este urbanismo a varias piezas.

El descubrimiento —al menos para mí— son sus primeras piezas, firmadas en la década de los años ‘80, y los grabados de fines del pasado milenio e inicios de este. “En medio de la efervescencia de aquellos años, cuando el arte joven derribó las barreras impuestas arbitrariamente para mantener el arte en una especie de limbo oficioso y asimiló, para expresarse, lo mejor que el arte internacional estaba dando a conocer, los paisajes creados por Eduardo Leyva comparten la mirada fresca y desprejuiciada de toda aquella década. Son, en su mayoría, dibujos, logrados sobre la base de líneas firmes y limpias, que nos recuerdan las sutilezas del arte oriental y donde el paisaje local se revela como un microcosmos cargado de poesía y ausente de elementos documentales. Ya está presente aquí su intención de ir a las esencias, dejando a un lado todo lo anecdótico”, añade Martín.

Esta mirada fresca y desprejuiciada, que explora desde la sutileza de la línea las posibilidades de un paisaje más poético y metafórico que real, más sugestivo que palpable, la encontramos también en los grabados de los años ’90; etapa que resultó una especie de resurgimiento del arte holguinero, gracias al quehacer de una nueva hornada de creadores, egresados de las aulas de la Academia Profesional de Artes Plásticas El Alba y del ISA, y del trabajo de las instituciones culturales de la provincia y los eventos realizados.

Aquí Leyva se nos muestra como un exquisito grabador y un colorista hábil como pocos, que aprovecha las posibilidades de la colografía y del auge de esta disciplina en Holguín, en piezas bajo el nombre genérico de “El huevo”, “Restauración de la memoria”, “Tendederas”, “Metamorfosis del entorno”, “Entre columnas” y “Espacio vital” (lo figurativo da paso a una visualidad fresca, vigorosa, fuerte en lo elemental de los trazos y en las posibilidades de la experimentación con las diferentes técnicas del grabado).

En estas piezas, como bien escribe Martín Garrido, se reiteran elementos de una tendencia que cobra una importancia capital en su obra, la abstracción, específicamente la abstracción geométrica, y que palpamos en los cuadros más recientes, expuestos en la Sala principal del Centro de Arte. Desde la pintura, ya no el grabado, Eduardo Leyva articula sus paisajes urbanos, sus ciudades, sus arquitecturas cotidianas, con influencia de maestros como Piet Mondrian, Kazimir Malévich, Wassily Kandinsky, Pablo Picasso, Jackson Pollock y los concretos cubanos de los años ‘50, entre otros, pero subrayando el logro de una poética personal que lo distingue en el contexto.

Graduado de la Escuela Nacional de Arte, en 1976, y del Instituto Pedagógico de Holguín en 1992, Eduardo Leyva es un creador con amplia experiencia artística y pedagógica. Ha impartido talleres y conferencias sobre impresión gráfica en diferentes soportes en México, España y Canadá, y su obra se encuentra en colecciones de varios países.

“Eduardo Leyva articula sus paisajes urbanos, sus ciudades, sus arquitecturas cotidianas, con influencia de maestros como Piet Mondrian, Kazimir Malévich, Wassily Kandinsky, Pablo Picasso, Jackson Pollock y los concretos cubanos de los años ‘50, entre otros (…)”.
 

Esta muestra, curada por Bertha Beltrán, constituye, además, un reconocimiento a la labor creativa, pedagógica y de promoción desplegada por Leyva durante casi cuatro décadas, desde la Brigada y la Asociación Hermanos Saíz, la Uneac y El Alba; y “sirve al propósito de la institución —subraya Yuricel Zaldívar, directora del Centro de Arte— por mostrar los referentes de la plástica local que hablan de su historia, de momentos que han sedimentado su legado, aspectos pocos conocidos para las nuevas generaciones y el público que se acerca por primera vez a las artes visuales del territorio”. ¡Bienvenidos entonces los nuevos espacios compartidos y abstractos de Eduardo Leyva!