Muchos han sido los escenarios en los que se ha debatido la propuesta del Código de las Familias. En esencia, un Código renovador e inclusivo que recoge, por vez primera, derechos de ciudadanas y ciudadanos que han estado invisibilizados durante años.

Términos más o menos aceptados en la palestra pública, inquietudes y aclaraciones han caracterizado esta etapa precedente. A solo unos pocos días de someter a votación el Código de las Familias, La Jiribilla conversó con Jorge González Núñez, presidente del Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC), quien apoya, desde sus principios de fe, dicha propuesta legislativa.

El MEC apuesta por propuestas teológicas inclusivas. ¿Cuáles han sido sus principios para construir comunidades de fe renovadas?

El MEC es una organización ecuménica, ese principio la ha dotado de una habilidad especial para dialogar y construir a partir de posiciones diversas, pero no necesariamente antagónicas. Para la federación, esa diversidad constituye una riqueza y una fortaleza. Desde esa identidad hemos podido cimentar teologías inclusivas, liberadoras, renovadas con fe.

Jorge González Núñez, presidente del Movimiento Estudiantil Cristiano (MEC), apoya, desde sus principios de fe, la propuesta legislativa del Código de las Familias. Imagen: Tomada de Radio 26

Al ser el MEC un espacio en el cual conviven jóvenes de diferentes denominaciones cristianas, sabemos que no existe una única manera de entender a Dios y de interpretar la Biblia. Dios está presente de muchas maneras en las tradiciones y en las experiencias de fe de las personas. Por lo tanto, los principios para hacer teologías parten de reconocer esa diversidad.

Nuestro ideal para erigir teologías e iglesias inclusivas y renovadas ha sido escuchar y respetar las experiencias de fe de las otras personas.

A partir de su experiencia, en qué medida es necesaria una interpretación crítica de los principios religiosos más ortodoxos. Es decir, hasta qué punto es válido reinterpretar los principios originales de acuerdo a los contextos actuales.

“Nuestro ideal para erigir teologías e iglesias inclusivas y renovadas ha sido escuchar y respetar las experiencias de fe de las otras personas”.

La Biblia para nosotros los cristianos es fundamental, porque resulta nuestro libro de fe, que nos acerca y nos habla de la experiencia de Dios con el ser humano. También están los evangelios como referentes más cercanos que tenemos de Jesucristo. Pero debemos reconocer, a la hora de leer e interpretar la Biblia, que existe un sesgo cultural muy grande, pues fue escrita en un contexto y una cultura completamente diferentes.

No se trata de que la Biblia deje de ser importante en la vida de fe de nosotros los cristianos. Por el contrario, se intenta encontrar en ella elementos que nos ayuden, en la actualidad, a acercarnos a ese propósito que Dios quiere para nosotros y que aparecen resumidos en los evangelios.  El principio del amor a Dios se traduce en el amor al prójimo, a las personas que nos rodean.

Cualquier interpretación de los textos bíblicos que nos aparten del bien, del amor hacia los demás, nos aparta también de Dios como cristianas y cristianos. Por lo tanto, toda interpretación bíblica debe aproximarnos a estos principios del amor, la justicia y la inclusión. Ese sería la mejor interpretación de cualquier texto bíblico en estos tiempos.

De acuerdo con esos principios, la Biblia seguirá siendo palabra de Dios en cuanto pueda dar testimonio de eso, en medio de nuestra vida y de la de otros. En la Biblia podemos encontrar muchos textos que nos hablan de amor, de inclusión, de libertad; hay otros que posiblemente no tanto. Tenemos esa responsabilidad ética —que está presente en el testimonio de Jesús— de anunciar el reino de Dios: con los marginados y excluidos, pues ese reino está abierto para todas las personas.

“Toda interpretación bíblica debe aproximarnos a estos principios del amor, la justicia y la inclusión”.

De no aprobarse la propuesta, Cuba se quedaría con el Código vigente desde 1975. ¿Por qué Cuba necesitaría la aprobación de esta licitación?

Una de las cuestiones más importantes en este período previo al Código de las Familias ha sido la oportunidad de conocer historias de exclusión y de personas que se encuentran en desventaja por no contar con una ley que los respalde, proteja e incluya.

El Código es muy importante, porque no viene a imponer e inventar nada. No vienen a decirle a usted el modelo de familia que debe asumir o a quitarle derechos a alguien. Por el contrario, viene a reconocer y proteger a las familias que ya existen dentro de la sociedad cubana; a cuidar a las personas ancianas, niñas y niños; a reconocer a las personas cuidadoras.

Necesitamos un Código que responda a esta realidad, que traiga mayor justicia e igualdad social, y que respalde los derechos que tenemos todas y todos como ciudadanos cubanos.

Se refería al amor como principio cristiano, ¿en qué medida la aprobación del Código afianza una correlación entre derechos legislativos y derechos a la dignidad humana?

La Constitución de la República de Cuba, que se aprobó en 2019, fue muy revolucionaria en la manera de entender y reconocer los derechos humanos. El nuevo Código de la Familias, en sintonía con esa Constitución, desarrolla esos derechos que tenemos como cubanas y cubanos.

El Código está conectado a ese proceso legislativo que iniciamos con la Constitución y enfatiza la idea de cómo queremos que sea nuestra sociedad y nuestra familia, desde la ética, la justicia y la inclusión. El Código es el reconocimiento de esa diversidad de familias que existe en la sociedad y que merece derechos que la Constitución, siendo una norma más general, no puede incluir.

“El Código propone un cambio cultural: educar desde el amor, la justicia y el derecho de niñas y niños a participar en las decisiones familiares”. Imágenes: Tomadas de Internet

Al decir que se trata de “un Código de los afectos” se recalca el principio de la dignidad humana, y se nos habla de aquellas personas que cultural e históricamente han sido invisibilizadas por la sociedad. Se refiere también a las niñas y los niños y, sobre todo, a la manera en que nos hemos relacionado con ellos, a veces un poco autoritaria, impositiva. En ese sentido, el Código propone un cambio cultural: educar desde el amor, la justicia y el derecho de niñas y niños a participar en las decisiones familiares.

El Código también tiene en cuenta el cuidado de las personas ancianas. Aunque a veces hemos romantizado la idea de que la tercera edad es merecedora de todos los cuidados, vemos que desgraciadamente no siempre sucede así. La realidad apunta a que hay ancianos abandonados por sus familias o que sufren violencia en ese ámbito. Por tanto, el Código nos alerta de la necesidad de cambiar todo esto y nos trae propuestas que dan valor a las personas ancianas.

Se contempla la manera de entendernos como familia, que va más allá de lo consanguíneo; algo que ya está presente en la sociedad y que no ha tenido ese respaldo legislativo. Es decir, se reconoce que la familia son las personas que nos brindan asistencia y amor. Las familias son también aquellas madres y padres que, independientemente del acto biológico, lo han sido en la práctica. El no tener un reconocimiento legal les ha impedido gozar de toda la protección que necesitan.

“Pone en igualdad de condiciones ante la ley a un grupo de personas (LGBTIQ+) que han sido discriminadas por la sociedad”.

Estamos ante un Código de la dignidad, debido al enfoque de género y de inclusión que propone. El Código protege a las mujeres víctimas de violencia y a las personas cuidadoras. En sintonía con la Constitución, garantiza los derechos y pone en igualdad de condiciones ante la ley a un grupo de personas (LGBTIQ+) que han sido discriminadas por la sociedad.

En ninguno de los casos que he ejemplificado se trata de una imposición, por el contrario, nos educan y protegen para ser una sociedad más saludable y justa, en aras de construir esa felicidad, que es individual, pero que también necesita ser colectiva.

La propuesta del Código ha demandado un ejercicio de educación en la población cubana que lleva consigo el desprendimiento de prejuicios y estereotipos sociales.  Como presidente del MEC, ¿cuán importante es la praxis de la educación con enfoque de género?

Vivimos en una sociedad patriarcal y machista que nos condiciona e impone una única manera de ser hombre y ser mujer. El Código va rompiendo con esos patrones patriarcales y machistas. Se sale de esa lógica para entrar en la lógica de las personas que hacemos la sociedad, y, por lo tanto, se reconoce que somos diversos. El Código nos pone en igualdad de condiciones y de corresponsabilidad dentro de la familia. Todas y todos somos merecedores de cuidados, pero tenemos el deber de proteger al otro y educarnos sin violencia.

“La educación con enfoque de género, lejos de imponer, permite que las niñas y niños desarrollen habilidades para amar libres de prejuicios y estereotipos”.

El Código nos invita a seguir construyendo nuevas masculinidades y a naturalizar que un padre puede ser amoroso, que el respeto se gana sin imposición, que la mujer es mucho más que cuidadora o ama de casa. Nos alerta que ser cabeza de familia no está condicionado por el sexo de las personas, sino por la capacidad de amar y construir un hogar.

La educación con enfoque de género, lejos de imponer, permite que las niñas y niños desarrollen habilidades para amar libres de prejuicios y estereotipos.

¿Qué aportes tendría la comunidad religiosa cubana con el amparo legislativo de estos derechos?

El 25 de septiembre vamos a votar por derechos personales, pero también por derechos colectivos. Como cristianas y cristianos también somos madres, padres, abuelas, abuelos, y tenemos proyectos de familia y de felicidad que el Código no interpone en esos modelos de personas de fe y religiosas. Las personas cristianas vamos a tener los mismos derechos que tendría cualquier otro ciudadano dentro de la sociedad. Este es de los aspectos más valiosos del Código, porque no se construye en base a la limitación de los derechos de otros.

Somos una sociedad diversa y plural; tanto la Constitución como el Código protegen nuestros derechos a practicar la fe y establecen la no discriminación por motivos religiosos. En esa misma pluralidad, debemos reconocer que hay otras personas que piensan y son diferentes. En esa relación de respeto, armonía y diálogo con los otros, nuestros principios de fe y creencias no deben limitar los derechos de otros.

Muchas iglesias, organizaciones y centros ecuménicos nos hemos abierto a la temática de género e inclusión. Inspirados en la Biblia y en Jesús, construimos teologías inclusivas y liberadoras que dignifican a toda la sociedad.

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