Despertar en la mañana con el canto madrugador de un gallo resulta una de las experiencias más gratificantes que he experimentado. Así de grato, ha sido adentrarme en el mundo sonoro-espiritual de Alejandro Meroño, que se presenta con una carta de triunfo: un canto a la vida y al renacimiento.
Como practicante de la santería, Meroño, con el piano como médium, traduce en música toda su progresión espiritual, que tributa, ciertamente, a una madurez profesional.
Gallo de Oro, según palabras del propio artista, alude al sol como representante de lo divino que hay en todos nosotros y que, a veces, las nubes de nuestro ego quieren ocultar. El proceso de trabajo en este fonograma coincidió con un despertar de su conciencia a otros niveles de la realidad. Fue iniciado en Oshun y su vida atravesó profundos cambios; creció, tal cual el gallo representa la culminación-iniciación de ese proceso. Gallo de Oro, viene cargado de poesía, sinceridad, picardía, sencillez, características de la personalidad de Alejandro. Con suma sutileza lleva a la música su ser y se muestra sosegado, cauteloso, aunque por momentos explosivo.
“Como practicante de la santería, Meroño, con el piano como médium, traduce en música toda su progresión espiritual”.
Como parte de la colección El Joven Espíritu del Jazz, este fonograma capta la esencia de un artista sensible, pianista, compositor y arreglista. Se hace acompañar de cuatro jóvenes reconocidos músicos, que completan su cuarteto de jazz, trabajado tanto al estilo cameral como en una jazz band. Ellos son Edgar Martínez, en la percusión; Ruy Adrián López-Nussa, en el drums; Roberto Álvarez, al bajo; y como invitada Janet Valdés (La Valdés), en la voz. Exhiben sus capacidades como intérpretes, así como un amplio conocimiento de recursos técnico-expresivos que les permiten conjugar en su lenguaje, elementos diversos como el jazz en varios estilos, la música de cámara, el son, el tango-congo y los tumbaos.
Estamos frente a un creador con una amplia formación académica en el sistema de enseñanza musical en Cuba, primero como pianista en los niveles elemental y medio en su natal Holguín, y luego como compositor en el nivel superior (Universidad de las Artes). A esto se suma su experiencia como músico de orquesta de música popular bailable, de formaciones de jazz y su talento como arreglista. Todas esas experiencias son volcadas en franco equilibrio de toques, recursos tímbricos, matices bien logrados, soluciones pianísticas, progresiones armónicas y combinaciones que revelan la comunicación lograda con su team.
Uno de los procesos que catalizó su madurez fue la investigación de las músicas de mediados del siglo XX y sus disímiles interpretaciones en voces y pianos cubanos como Ernesto Lecuona, Bola de Nieve, Emilio y Eliseo Grenet. Gallo de Oro (tema que abre el disco y le da nombre), “Orunmila”, “Yambambó” y “Danza Ígnea”, integran la tetralogía inicial, construida a modo de ofrenda.
Recursos como la reiteración y su efecto hasta llegar al clímax, a veces contrario a lo esperado, advierten la importancia de lo religioso en la vida de Meroño y cómo este proceso le ha permitido conocerse y crecer. Por tanto, es el hilo conductor del fonograma y el que también media en la organización del acople. Sobresale en esta sección el único tema que no es de su autoría: “Yambambó”, de Eliseo Grenet, uno de los standars de la música afrocubana que llega a nuestros oídos en una versión cercana al blues, la timba y el latin jazz, referentes muy marcados en la vida del protagonista.
El canto está presente desde el simbolismo del gallo, los sonidos emitidos por Meroño al improvisar en el piano, así como en los coros e intervenciones especiales de La Valdés. Su voz consuma la idea del disco como un canto a la vida, desde la profundidad de su ser. A esto se añaden el poder del bajeo, unísonos bien marcados, el papel regente de la batería, así como de la percusión cubana, que otorgan fuerza e intensidad a todo el disco.
“Diluvio” es el centro del acople, meseta dramatúrgica, un tema afro, donde destacan los tambores y las excelentes improvisaciones en bajo y piano, y que, con el agua como imagen, abre la puerta a la segunda parte.
“Gallo de Oro es testimonio de vida. Una obra muy bien pensada y construida”.
Esta sección la integran “La madre del pez” (kaos), “Ochun trígono Júpiter”, “Ensayo sobre el renacer” y “Pacífico solar”, esta última pieza,improvisación realizada in situ que cierra y reafirma la excelente comunicación que sostiene con los músicos que comparte. Se manifiesta la concreción del proceso y un hombre nuevo.
Gallo de Oro es testimonio de vida. Una obra muy bien pensada y construida. Alejandro Meroño mostró su visión de Cuba, volcado en un mundo real y maravilloso donde emerge nuestra idiosincrasia; arquetipos que nos elevan el alma, nos alientan a ir más allá de nosotros mismos, porque están en los cimientos propios de nuestra cultura y guardan la llave de su evolución.
Escuchar esta, su ópera prima como protagonista, ha sido un total disfrute y aprendizaje, en un viaje por un mundo interior profundo y por las cualidades de un excelente creador y ser humano. Gallo de Oro concreta una etapa y augura éxitos para este heredero de lo mejor de la pianística cubana de todos los tiempos.