Justo en el instante que terminé de ver uno de los ensayos generales de ¡No!, la más reciente propuesta de Alas Teatro, supe que estaba frente a una de esas felices ideas que surgen de golpe, como cuando se está iluminado, para robarse el corazón del público. No me equivocaba.
El espectáculo, en la medida que se acercaba su fecha de estreno, fue cerrándose sobre sí mismo, puliendo sus partes, alcanzando dimensión y vuelo. Y luego de varias funciones, a las que asistí casi a todas, ¡No! ya había ganado amplia cantidad de adeptos.
Alas Teatro es una agrupación que desde su fundación, hace más de 20 años, se entrega al trabajo de títeres para niños. Venturosamente, sus propuestas se han caracterizado por la rigurosidad técnica y la calidad artística. Todavía recordamos con devoción espectáculos suyos como Alas para un amor de trapo, Historia de una media naranja, Pepe y la Chata, Como la noche y el día o Dora dibuja caracolas.
Sin embargo, ¡No! viene a ser una rara avis dentro del repertorio de la agrupación que dirige Dorys Méndez. Aunque el montaje se edifica sobre la técnica de animación de figuras, no está encaminado al público infantil.
En este espectáculo la curtida actriz Arasay Suárez —que se estrena como directora artística— se arriesga e indaga nada más y nada menos que la zona de los títeres para adultos. Así pues, la metáfora escénica que erige alrededor de estas figuras, de esta modalidad titiritera, surge sin ataduras, intenta desentenderse de convencionalismos, es despampanante, busca amplificarse, tomar riesgos.
De ahí que nos topemos que, en forma de café teatro —sin buscar la ilación ininterrumpida, el fluir aristotélico de la acción, las atmósferas inquebrantables—, se devuelva la historia de dos enamorados, Él y Ella, que viven un sinfín de avatares antes de poder concretar su primer e intenso encuentro amatorio.
Semejante trama y la propia arquitectura abierta del espectáculo, su frescura, descubren un acto más de osadía por parte de la novel directora Arasay Suárez. Un acto que, al revelarse acertadamente trazado, demuestra la madurez del pensamiento escénico de aquella: en el montaje que edifica, abandona la zona de confort que puede ser la palabra (como fuente para ofrecer información), para apostar por el silencio orgánico, el gesto y el movimiento, la onomatopeya, como sistemas expresivos para dibujar la historia que desea presentar ante los espectadores.
Los puntuales efectos sorpresa que emplaza en la dramaturgia escénica, las suculentas efusiones emocionales de Él y Ella; los deliciosos momentos lúdicos que permiten la puesta se acerque al espectador, que los muñecos interactúen con el público (lo que veremos más adelante); se encargan de ofrecer texturas, acentuar la lograda comicidad intrínseca en las situaciones y el fluir noble del relato representado por Alas Teatro.
En la medida que se acercaba su fecha de estreno, esta propuesta de Alas Teatro fue cerrándose sobre sí misma, puliendo sus partes, alcanzando dimensión y vuelo.
Algunos de los momentos que agradecemos —que son de alguna manera conmovedores, pero se nos devuelven menos desgarradores, incluso con cierta comicidad— los encontramos cuando Ella, luego de saber que no habrá cita, bebe e intenta suicidarse de diferentes formas hasta desistir de tal acción o cuando totalmente embriagada, se acerca al público para interpretar —estableciéndose en esto un premeditado y grato juego melodramático— el tema I will survive, de Freddie Perren y Dino Fekaris.
También otro instante que disfrutamos, entre tantos que abundan en ¡No!, es aquel donde —y aquí recordamos los pasajes más suculentos y salpicones de la escena titiritera mundial— Él acude a consulta médica para tratar su afectación de impotencia sexual y Ella, que es enfermera, lo atiende y gracias a esto, logra recuperar su virilidad y consumar en el lugar un acto sexual bravío.
Estos singulares pasajes se deben a que Arasay ha hecho del actor el principio y fin de todo en el espectáculo que tiene a su cargo. Lo ha retado y expuesto al ruedo de la escena, donde este debe transformar solo una parte de su cuerpo, una pierna, en centro de teatralidad, en títere de carne y dimensionar la fábula accidentada y picaresca a la que se enfrenta.
De manera que en ¡No! Marcos Salvador y la propia Arasay Suárez se lucen al sostener, desde una dinámica hilarante, cada uno de los cuadros que protagonizan.
¡No! es un espectáculo divertido, con el cual sin dudas se pueden dejar atrás, al menos por una hora, las preocupaciones cotidianas. Arasay Suárez, la responsable de esta propuesta, coautora junto a Marcos Salvador de la dramaturgia escénica y la labor titiritera, ha mostrado independencia, creatividad a la hora de desempeñar los oficios que le han correspondido al levantar ¡No!
También Arasay como ser humano ha escrito en escena un discurso sobrecogedor y alentador. El amor es capaz de vencer cualquier dificultad; sin embargo, es importante no rendirse, continuar aunque la noche parezca muy larga. Porque el pasado es un hecho, el futuro es un misterio, pero el presente, ese es un regalo. Así que se debe labrar y vivir con todas las fuerzas existentes.