Cierra un año particularmente difícil, de agresiones enemigas, escasez y limitaciones económicas que han impactado en varios ámbitos del desarrollo de la nación, pero a las que los artistas, intelectuales y trabajadores de la cultura han sabido sobreponerse, muchas veces desde el anonimato y sin más pretensión que el aplauso y la satisfacción de contribuir y aportar.

Fue 2024 el año de una cobertura presupuestaria que no superó el 30% del total aprobado en 119 municipios ─de los 168 con que cuenta el país─, destinado a la programación cultural; sin embargo, hubo un incremento en más de 16 000 actividades culturales para niñas y niños, así como más de 10 400 para adolescentes y jóvenes respecto a igual etapa de 2023 como resultado de la implementación del Plan de Acciones de la Política Integral para la Atención a la Niñez, las Adolescencias y Juventudes, de igual manera las actividades para los adultos mayores.

El 2024 fue un año de una vida cultural intensa, por las actividades realizadas y por no haberse suspendido ninguno de los principales eventos.

¿Y cómo incrementar las actividades culturales con menos presupuesto?

Pues a través de un ejercicio más eficiente de la planificación y concreción de la programación cultural, desde espacios concebidos y destinados a los segmentos específicos de la población según sus necesidades e intereses.

Más de 3 500 000 cubanas y cubanos participaron en espacios de la programación cultural que tuvieron como escenario a más de 1 200 comunidades. La programación en comunidades representó más del 31,3% del total de actividades realizadas, lo que se traduce en un incremento en más del 70% respecto a 2019: línea base del Programa de Desarrollo Cultural.

Casi medio millón de personas en situación de discapacidad contaron con una programación cultural sistemática a través de 58 salas especializadas en bibliotecas, casi 200 filmes con servicio de audio descripción, más de 4 000 audiolibros, entre otros servicios, que respaldan en hechos la democratización de la cultura.

2024, además, fue un año de una vida cultural intensa, tanto por actividades realizadas, como por el hecho de no haberse suspendido ninguno de los principales eventos de la cultura. Aún en medio de apagones y los efectos devastadores de fenómenos naturales los servicios culturales no se detuvieron.

“La programación en comunidades representó más del 31,3% del total de actividades realizadas, lo que se traduce en un incremento en más del 70% respecto a 2019”.

Y si entre tanto realizado hubiese que destacar un ejemplo de gestión cultural eficiente, además de bienales, festivales, conciertos y ferias, hay que distinguir el relanzamiento del Programa Nacional de la Lectura y los avances en el Programa de Fomento de la Cultura Audiovisual.

Las cubanas y los cubanos han vuelto a los cines. 10 000 actividades más realizadas con respecto a 2023, evidencian que más de 1 millón de espectadores de todas las edades disfrutaron de la pantalla grande, incluso en las lomas. Después de 16 años, en 2024 se volvió a movilizar el pueblo para ver películas en los 54 municipios del Plan Turquino a través del Festival del Cine en la Montaña.

Se incrementó la presencia del talento profesional en la programación cultural a través de las alianzas, aún insuficientes, con formas de gestión no estatales con actividad recreativa aprobada como actividad fundamental y mediante contrato con el Sistema Empresarial de la Cultura; sin embargo, de las 910 FGNE que tienen aprobada esta actividad, solo en 110 se lograron afianzar lazos contractuales, engrosar los circuitos de programación y generar nuevas formas de empleo al talento profesional. En este aspecto hay reservas y potencialidades no aprovechadas. La batalla del Sistema Institucional de la Cultura no es contra las FGNE, pues ellos constituyen una oportunidad de desarrollo; nuestra batalla es contra la indecencia, la discriminación, la vulgaridad y cualquier forma de modelo seudocultural y colonizador.

Fue el año de grandes producciones artísticas que tributaron directamente a los indicadores de calidad en la oferta cultural: Comunidad, del Conjunto Folklórico Nacional; Súlkary, por Danza Contemporánea de Cuba; Retablo de Sol y Luna, de Teatro las Estaciones, y la vuelta a la escena cubana de Giacomo Puccini con Madama Butterfly, a cargo del Teatro Lírico Nacional, entre otras, pero que en su mayoría solo han podido ser vistas en la capital. La planificación y la gestión territorial deben apostar en 2025 a que estas y otras grandes producciones puedan ser vistas en provincias, como sucedió con Réquiem por Yarini, en Camagüey y Villa Clara; el Circo Nacional de Cuba y La Colmenita, en varias provincias del país; Teatro Tuyo en tres municipios de Pinar del Río, y el Ballet Nacional de Cuba recientemente en las provincias orientales.

“Nuestra batalla es contra la indecencia, la discriminación, la vulgaridad y cualquier forma de modelo seudocultural y colonizador”.

El desarrollo cultural no solo puede estar matizado por más actividades realizadas, por más vulnerabilidades atendidas, también es determinante que aumente el alcance de los públicos a la obra de los grandes referentes de la cultura; y para ello no basta con la intención, parte también, en gran medida, de la voluntad territorial, de un ejercicio más eficiente de la planificación de la programación cultural orientada en esta dirección y de una distribución presupuestaria que permita contribuir a ello.

2025 ya está siendo el año de atender estas y otras particularidades. No es casual que la programación cultural, los proyectos por encargo o con financiamiento institucional, el diálogo con los artistas, creadores, y la retroalimentación de los públicos sobre los niveles de satisfacción cultural, estén en el centro de nuestras prioridades.

Hay que medir impactos más allá de incrementos; impactos que evidencien el aporte a la trasformación social y el enriquecimiento espiritual de los cubanos: una necesidad cultural resuelta implica el surgimiento de otras de mayor complejidad.

Para concluir, me remito al viernes 30 de noviembre, en la comunidad Pogolotti del municipio Alquízar, Artemisa, luego de la presentación de una de las 34 Brigadas Artísticas que se organizaron tras el impacto de los huracanes. Entre los aplausos se escuchó la voz de una señora que nos decía, “Gracias y ahora que venga otro ciclón”. Annie Garcés, que integraba el colectivo artístico que se presentó, desde la guagua que nos trasladó al lugar le dijo: “Señora, ¿cómo va a querer otro ciclón?”, y la respuesta fue: “Que venga otro ciclón, para que ustedes vuelvan pronto”.

“Una necesidad cultural resuelta implica el surgimiento de otras de mayor complejidad”.

Ese hecho me condujo a tres conclusiones: la capacidad indiscutible de la cultura de aliviar el alma en medio del desastre; el heroísmo callado de nuestros artistas e intelectuales deseosos de participar en estas acciones, incluso reclamando con molestia cuando no se les había convocado, pues la mayoría quería estar y hacer; pero sobre todo, que aún quedan brechas y necesidades culturales sentidas en nuestro pueblo, y no puede haber ni habrá descanso para nuestro colectivo mientras haya una necesidad cultural por atender, pues debemos, podemos y nos va la vida en ello.

Muchas gracias, Presidente.

* Intervención de Agustín Adrián Pérez, director de Programas Culturales del Mincult, en la reunión de Balance del Ministerio de Cultura, realizada en el Palacio de la Revolución, el 31 de marzo de 2025.

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