Guardaba con recelo una entrevista que le había realizado en el frío diciembre del 2020. Buscaba la oportunidad de publicarla, pero a veces otros trabajos invadían su espacio por significar fechas conmemorativas o algún encargo específico. Lázaro me había dado aquel día mucho más que una simple entrevista: era una clase o conferencia que merecía un poco más que algunas líneas que se reducen a un artículo. Sin embargo, aunque demasiado triste, este momento fue el señalado.

“Las canciones son como los hijos. De tanto soñarte es la más popular, pero tengo otras que amo más y que están mejor elaboradas”.

Conversamos aquella tarde cerca de una hora; recordaba cómo había sido el desarrollo musical de su perla sureña:

Cienfuegos siempre tuvo un desarrollo musical bastante amplio. Pienso sobre todo en mi rama, que es la trovadoresca, la cual se benefició mucho de un éxodo de Trinidad hacia Cienfuegos por la preponderancia y crecimiento económico de esta ciudad. De ahí que muchos apellidos trinitarios vinieran hacia acá, muchos trovadores de descendencia trinitaria engrosaron la ciudad. Existían muchos trovadores y septetos, que eran casi de la misma familia; el cantante del septeto era a su vez trovador. Había septetos muy famosos como Los Naranjos; sin embargo, se conocía como el de más calidad el Septeto de Ramito.[i]

Y continuó explicando que:

Cienfuegos también era muy pródiga por las orquestas charangas y las jazz band. Cuando yo llegué estaban las jazz band Jagua, la Deportivo, la Costa Sur… Una de las mejores era la Jagua, surgida para la fundación del Hotel Jagua con el objetivo de respaldar el show. Los espectáculos de cabaret eran parte cotidiana de la recreación cubana y por ahí pasaron los grandes artistas cubanos, como la propia Omara. Estaban además las charangas típicas francesas: la Universal de Vives, Revelación, Loyola. Estas poseían una función más bailable. Las típicas aparecen después de los septetos tradicionales. Gozaba de esta primicia Cienfuegos, ya por La Habana estaba Fajardo, en Matanzas Faílde, y así… Tenían mucha vida las típicas y las jazz band con formatos como la de Roberto Faz. También existía el Conjunto Libertad, que navegaba entre lo tradicional y lo más moderno, y Guanaroca, con un estilo como el del Conjunto Casino.[ii]

Lázaro menciona también a uno de sus primeros maestros:

Tomás Sierra es uno de los maestros recordados de la etapa, fue maestro mío. Daba clases empíricamente, no te daba ni solfeo, ni teoría ni nada; pero te enseñaba los acordes, algunas pulsaciones, ejercicios de digitación, y mis primeros pininos los comencé con él y luego con Felito Molina, quien era a su vez el bajista de la orquesta Revelación.[iii]

Apunta además que:

La banda de música era una especie de academia, una suerte de escuela ambulante, porque los principiantes se iban forjando, no había escuela, no había un nivel de academia.

En el 59 yo tenía 12 años; a los 11 comencé con Tomás Sierra. A los 14 me evalué como cantante de boleros y me hice profesional ante un jurado del Consejo Nacional de Cultura.[iv]

“No compongo por la moda, hay valores absolutos y valores relativos. Los buenos compositores no tienen época”.

Cuando conversamos sobre los músicos que lograron trascender el panorama musical regional, mencionó a Edgardo Martín, Fariñas, Felito Molina, Laíto, la Aragón; pero le causó una especial emoción el nombre de Eusebio Delfín, “que nació y vivió aquí, uno de los trovadores que más estuvo en la cúspide. Era muy pobre pero tenía gran corazón”.[v] Y cuenta que “Cuando Silvio está construyendo Abdala, pensamos en ponerle Sindo Garay, pero no era de aquí y pensé que el trovador de mayor vuelo internacional era Eusebio Delfín y así le pusimos”.[vi]

Lázaro analizó aquel día, sin proponérselo, el componente cultural que singulariza a su tierra querida:

Cienfuegos es una ciudad muy joven. La influencia francesa primero fue en su arquitectura, en sus edificios, en la amplitud de sus calles, y el poder económico. Existían muchas asociaciones que favorecían el movimiento cultural de la ciudad. Por ello se explica la cantidad de academias, la cantidad de celebridades que pasaron por aquí, por el teatro Tomás Terry, por el Casino Español, por el Liceo, y aunque un segmento de la población era pobre, existía una atmósfera cultural mucho más elevada que las que tenían otras poblaciones.

El boom económico favoreció la entrada de la trova. En el campo rural blanco se cultivó mucho la décima, a tal punto que donde mejor se hace, con mayor calidez, fluidez y calidad, es en Cuba, más allá de España y de todo. Eso se lo pregunté un día a Alexis Díaz Pimienta. Esa es la influencia de un campesinado blanco. El folclor vino a través del puerto, en el que trabajaban negros estibadores, fuertes, los cuales ya traían su sincretismo, su ritmo y tan es así, que el área del puerto era más bien folclórica, de comparsas.

En Palmira y sus barrios se realizaban los toques de santos. Se fueron acumulando tendencias, amén de lo más refinado porque aquí estuvo desde Caruso hasta Gabriela Mistral. Entonces se hizo como un abanico cultural, un ajiaco, que es como lo denomina Fernando Ortiz, muy sólido, y Cienfuegos como es tan linda… eso sí es innegable, aunque algunos eslóganes son demasiados suntuosos, como ese de “ser cubano es un orgullo, ser cienfueguero es un privilegio”. Pero no hay dudas de que tenemos un arraigo de defender nuestra tierra, nuestra ciudad, porque aquí se conjugan montaña, mar, arquitectura y estas cosas que animaban a la población eran un abanico de ofertas, pues tocaban a las puertas poetas, pintores, caricaturistas cubanos (Mateo Torriente; Feijóo, aunque era de San Juan de los Yeras, vivió aquí en Cienfuegos). En la época existían como tres periódicos, dos emisoras de radio, todo eso conforma un indicador, y se ha descuidado un poco eso, es una pena que se deje caer ese estándar de refinamiento y educación.[vii]

“Disfruto más escuchar a otros cantantes cantando mis obras que cuando las interpreto yo; ese es para mí el mejor premio”.

Luego de disertar sobre la música y cultura cienfuegueras, entramos un poco más en su vida, obra, en cuáles fueron sus inicios. Comenta Lázaro que:

Comienza con 14 o 15 años a componer algunos boleros, con la atmósfera del feeling que estaba en apogeo. Cuando termino mi servicio militar —había estado en una banda de música del Ejército del Centro en la unidad 1390— y me licencio, vengo para acá, pues había un grupo llamativo y famoso en ese entonces, que era Los Jaguares, de música pop, e ingreso en el mismo. Era un grupo muy aceptado por la juventud, y en los show del Jagua hacíamos versiones de The Beatles en español, algunas piezas de la década de los 70, románticas, pero a mí siempre me gustó la poesía. Cuando empezaron Pablo, Silvio, Serrat, me conocía todas sus canciones, y llegué a montar en el hotel Jagua La era está pariendo un corazón y gustó muchísimo. De alguna manera me dividía en dos vidas artísticas: esta que me daba el aplauso y las noviecitas, y la otra, que era un poco más seria y era la que más disfrutaba, que era la de la creación trovadoresca.[viii]

Y recuerda aquellos inicios:

En el 72, se funda la Nueva Trova; yo no participo en la fundación pero ya se sabía de mí. Al año siguiente, en el 73, me invitan al Festival de la Nueva Trova, en Manzanillo, y conozco a Silvio, a Pablo, a Augusto. Aparecieron Pedro Novo, Lupe Álvarez, Francisco Villalvilla y así me fui metiendo; confluían mucho los intereses estéticos, con gran dosis ideológica. Para próximos encuentros ya comencé a componer; yo tenía Carretón, que fue una de mis primeras composiciones. Al poco tiempo convertí a Los Jaguares en acompañantes de los trovadores. Teníamos la Jornada de la Canción Política, empecé a viajar y a confrontar con artistas de otros países: México, Argentina, España. Atendí aquí a Serrat cuando vino, compartí con Sonia Silvestre, Danny Rivera, personas que admiraba y admiro, y así fue creciendo mi destino como trovador.

Por otra parte, yo venía de un grupo de taller literario que se llamaba Siglo XXI, en el que se encontraban: Ricardo Llaguno, Aldo Menéndez (pintor), un núcleo artístico de pensamiento muy avanzado, y me llamaban para descargar.

Yo no tenía una base académica sólida y me aconsejaron que leyera a Villena, a Martí (Versos Sencillos), a Guillén, y después a los clásicos españoles, los del 95, los del 98, y a Eduardo Navarro, quien hizo un poema que yo musicalizaba. Aquello me pulió tanto para la hora de componer, que a veces hasta me olvidaba de la música.[ix]

Importante en aquella entrevista resultaba cómo Lázaro definía lo que para él era canción: “Es un equilibrio y siempre digo que la palabra en la literatura tiene un mensaje, que la música son sus alas y que es lo que hace viajar”.[x]

“Cuando muera, está la música que le gustará a alguien; esas son de las cosas que no te dejan morir, por lo menos no te olvidan, y con eso me conformo”.

A propuesta de Silvio Rodríguez, Lázaro estuvo dirigiendo los estudios Abdala desde el 2004 hasta el 2009; sin embargo, extrañaba mucho a Cienfuegos. Durante ese tiempo casi todos los fines de semana iba a su ciudad, le apasionaba cantar en una peña, su tranquilidad, y eso se hizo un hábito en su vida: caminar paso a paso.

Cuando conversamos sobre su pieza más querida, enseguida comenta que:

Las canciones son como los hijos. De tanto soñarte es la más popular, pero tengo otras que amo más y que están mejor elaboradas. Carretón fue la que escogió Silvio para cantarla en un disco homenaje que me hicieron cuando cumplí 50 años, es una canción que entraña mucha historia (en ese disco homenaje participaron, además, Vicente, Amaury, Liuba, entre otros).[xi]

Hay un disco que aún no ha salido en el que participan Ivette Cepeda, Buena Fe, Kiki Corona, Waldo Mendoza…

Sobre sus composiciones y legado cuenta este trovador:

Disfruto más escuchar a otros cantantes cantando mis obras que cuando las interpreto yo; ese es para mí el mejor premio. No compongo por la moda, hay valores absolutos y valores relativos. Los buenos compositores no tienen época.

Cuando muera, está la música que le gustará a alguien; esas son de las cosas que no te dejan morir, por lo menos no te olvidan, y con eso me conformo.[xii]

Así terminó aquella entrevista que aún me estremece al transcribir cada letra. Su sencillez, su certera y poética pluma nunca apagarán la inmensidad de la obra de Lázaro García. Cienfuegos palpitará en cada acorde de su guitarra, sus cálidas notas abrazarán cada calle y su blanca voz vibrará en cada uno de los que habitamos su ciudad. Lázaro García siempre será permanencia.


Notas:

[i]Alegna Jacomino Ruiz: Entrevista al músico cienfueguero Lázaro García, 2 de diciembre de 2020.

[ii] Ibídem.

[iii] Ibídem.

[iv] Ibídem.

[v] Ibídem.

[vi] Ibídem.

[vii] Ibídem.

[viii] Ibídem.

[ix] Ibídem.

[x] Ibídem.

[xi] Ibídem.

[xii] Ibídem.