Ninguna cultura agota la sabiduría

La Jiribilla
4/12/2018

El Grupo Nadir, en conjunto con la Comunidad Janajpacha de Bolivia y la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF), esta última por medio de la Maestría en Creación Musical, Nuevas Tecnologías y Artes Tradicionales y la licenciatura en Música Autóctona, Clásica y Popular de América, unidos a todos los docentes universitarios de Ciencias Sociales y Humanas de Nuestra América y otras partes del mundo que la suscriben, en este 2º Foro Mundial sobre Sabidurías Ancestrales, realizado en este día 24 de noviembre del año 2018, en el Auditorio de Caseros II de la Universidad Nacional Tres de Febrero (UNTREF), situado en la localidad de Caseros, Provincia de Buenos Aires, de la República Argentina, DECLARAN:


Nadir. Grupo de trabajo para la descolonización de las representaciones. Foto: Perfil de Facebook del grupo

 

1) Que ninguna cultura agota la sabiduría, por lo que el desafío de la interculturalidad debe por fuerza poner en un plano igualitario a las Ciencias Sociales y Humanas de Occidente con los saberes ancestrales de los otros pueblos y civilizaciones del mundo si pretende ser fiel al mismo. Los arduos debates de los procesos constitucionales de Bolivia y Ecuador pusieron esto de manifiesto, pues son las normativas originadas en esos otros saberes menospreciados los que más asombraron al mundo, como la consagración del Sumaj Kausay y de los Derechos de la Naturaleza, los que realizan una fusión entre el mundo moderno de los derechos humanos y los derechos de la Madre Tierra, a la que nadie puede hacer concesiones jurídicas, por ser la fuente misma de todos los deberes y todos los derechos.

2) Que la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, aprobada en octubre de 2001, difícilmente podrá instrumentarse sin el establecimiento de un verdadero diálogo intercultural, como expresión de un pluralismo que se enuncia en su Art. 2. Por definición, este precisa, para ser tal, desarrollarse sobre un plano simétrico, de igualdad. O sea, las Ciencias Sociales y Humanas deben aceptar la plena validez en su propio campo de los saberes de las otras culturas y civilizaciones, de modo que puedan así ser citados sin objeciones en los trabajos académicos. Lo que los distingue radicalmente es que mientras las primeras se conforman con la suma de teorías y pensamientos de autores específicos, citados con su nombre, y que juegan su prestigio en lo que dicen, los saberes de los otros pueblos son por lo general colectivos y con frecuencia hasta milenarios, y quienes los esgrimen no se consideran autores, sino intérpretes de un legado ancestral transmitido y enriquecido por tradición oral, cuya fuerza radica no en la trayectoria académica de un autor, sino en formar parte de un sistema simbólico compartido a menudo por millones de personas, como en los casos del pensamiento andino, la India y China. Pero ello, en vez de consagrar su prestigio con la pátina de los siglos, suele ser causa de menosprecio y de su exclusión del campo académico, fundado en la escritura, lo que impide la concertación de conceptos, objetivos y políticas que afiancen a nivel mundial la diversidad cultural, tal como lo pide el Art. 12, inc. b, de la mencionada Declaración.

3) Que se proclama el pluralismo cultural y hasta se muestra a menudo avidez por recibir desde el mundo mal llamado “periférico” propuestas alternativas que inyecten sangre nueva a los sistemas anquilosados, que ya muy poco tienen que ofrecer, pero los discursos que expresan esta diferencia son recibidos por el pensamiento académico con recelo y hasta como hijos de la superstición, por alejarse de los paradigmas conceptuales y metodológicos que se presentan como universales, sin que ningún cónclave mundial los haya reconocido como tales, y que se impusieron junto con el capitalismo. Además, si esos valores aspiran a ser aceptados y divulgados, deberán expresarse en las lenguas europeas dominantes y encorsetarse en las construcciones racionalistas de las Ciencias Sociales, reacias al pensamiento simbólico, que es el preferido por los demás pueblos del mundo, por ser más humano y poético, y también por estar más cerca de lo real. Al proceder así, las Ciencias Sociales, aun cuando digan defender los derechos de estas sociedades marginadas, terminan legitimando la misión civilizadora de Occidente y sirviendo al pensamiento único por una vía elíptica. Sólo profundizando en las particularidades históricas y buscando entre ellas los nexos que permitirán construir una plataforma de diálogo, se podrá servir a la causa de la libertad y de una humanidad que hoy parece correr hacia el abismo, por un irracionalismo extremo disfrazado de racionalidad económica. Muchos intelectuales de la región se ocupan así de consolidarlo, en vez de ponerse a definir un proyecto latinoamericano, cimentado en el pensamiento histórico de la región y no en categorías y paradigmas producidos en otros contextos socio-culturales, que por lo general sirven a la dominación.

4) Que se ha definido a la filosofía, por su base etimológica griega, como “amor a la sabiduría”, y los mismos griegos aceptaban que ésta no pertenecía sólo a los filósofos reconocidos como tales, sino a todo ser humano. Deja así de ser sabio quien afirma como científico a su propio pensamiento y relega a los saberes de los otros a la esfera de la ficción, e incluso de la superstición. El hecho de afirmar la verdad de estos últimos no debe entonces interpretarse como la negación de las Ciencias Sociales y Humanas, sino como la instauración de una honesta plataforma de diálogo entre los conocimientos aceptados como científicos por Occidente y esos “saberes subyugados”. Es justamente la deconstrucción del saber dominante lo que permitirá reconstruir y salvaguardar esas sabidurías ancestrales, de las que hoy depende el futuro del planeta Tierra.

5) Más que nunca, se presenta hoy la necesidad de extremar el pensamiento crítico en torno al papel de los científicos sociales, y de los intelectuales en general, frente a una globalización neoliberal que no sólo borra la memoria de los pueblos, sino que destruye los más caros valores desarrollados por la especie humana en su ya larga historia. Las Ciencias Sociales no pueden, bajo ningún concepto, ser usadas en vano, como si fueran un arte por el arte mismo, lo que implica sostener la palabra con los actos. En todo momento ha de tener presente que los objetos de estudio son también sujetos históricos y de conocimiento, y antes que eso, seres humanos que padecen injusticias y sostienen reivindicaciones radicales, que permiten tocar fondo en la triste realidad que nos agobia, la que para insistir con sus vesánicos modelos no vacila en apelar al etnocidio y el ecocidio.

6) Que establecer una simetría entre las ciencias humanas occidentales y los otros saberes no legitimados por ella implica que puede ser tan válido citar a Kant y Hegel como a los guaraníes y kollas, pueblos cuya concepción del mundo y el lenguaje son profundamente filosóficas y hasta desestabilizadoras de muchas concepciones. Sus armas principales son las metáforas y la poesía, que calan hondo, porque la palabra viva, respaldada por un cuerpo, es la preferida por los otros saberes. Más que una realidad pretendidamente objetiva, ella refleja una sensibilidad, un modo de sentir la vida, el mundo y la propia cultura. Además, este lenguaje simbólico no se opone al conceptual, sino que más bien lo complementa, a la vez que evita sellar la clave única, o última, de las cosas. Más bien gira a su alrededor, para enriquecerlas y no para acabar con sus encantos y misterios desde una racionalidad monocultural que exige al saber un rigor especial, imponiendo cánones exclusivos tanto para la producción de conocimientos como para la creación artística, de modo que no existe lo que esos cánones no legitiman.

7) Que es preciso instaurar nuevos procesos de producción y de valoración de conocimientos válidos, científicos y no científicos, tomando como base las prácticas de las clases y grupos sociales que han sufrido de manera sistemática las injustas desigualdades y las discriminaciones causadas por el capitalismo y el colonialismo. El conocimiento llamado científico es un saber más, y no hay por otra parte un solo conocimiento científico, pues todos, en mayor o menor grado lo son, en la medida en que aporten al Buen Vivir, ese fundamento filosófico generado por la civilización andina.

Buenos Aires, 24 de noviembre de 2018.

 

Firmantes de la Declaración

Quienes firman esta Declaración pertenecen en su totalidad a 83 universidades y centros de investigación de tercer nivel de diversos países del mundo que trabajan en el campo de las Ciencias Sociales y las Humanidades. Entendemos que por ser los sectores académicos los que desconocen y relegan a los saberes ancestrales de los otros pueblos y civilizaciones, el reconocimiento que se precisa para tornar posible un diálogo intercultural en paridad de condiciones que aquí se propugna debe provenir de ellos mismo, y no de afuera.

Tomado de la página principal del Foro