La pasión con que Natacha Díaz habla de su carrera como actriz, no es infundada en modo alguno. Está sustentada en cincuenta y dos años de esfuerzo cotidiano, de constantes sacrificios y sobre todo de una consagración sin límites a la escena cubana.
Rememora esta consagrada actriz, habanera de nacimiento, que su primera inclinación al arte no fue precisamente a la actuación, sino a la música. “En realidad yo quería ser cantante, afirma. Tenía una voz de mezzosoprano muy bonita y afinada. Aspiraba a ser cantante lírica y, como tal, soñaba con hacer Cecilia Valdés”.
“Pero lamentablemente no tuve apoyo familiar, porque nadie en mi familia tenía conocimientos ni aspiraciones artísticas, a pesar de que mi abuela cantaba muy bien. De todos modos, no me perdía una oportunidad para cantar en reuniones familiares”.
“Aspiraba a ser cantante lírica y, como tal, soñaba con hacer Cecilia Valdés”.
Para suerte de quienes hemos aplaudido cada uno de sus magistrales desempeños artísticos, sucedió que “un día estaba escuchando por Radio Progreso el capítulo final de Cumbres borrascosas. Cuando terminé de oír aquello dije: yo quiero ser actriz”.
Fue así que con “el permiso de mi esposo que era muy celoso” y la ayuda de la excelente actriz Antonia Valdés, amiga de su abuela, Natacha Díaz se integró a un grupo de teatro, recién creado y dirigido por los ya desde entonces grandes actores Alden Nigth y Eric Romay.
“Estaba en esa agrupación cuando supe de una convocatoria para la formación de actores del Instituto Cubano de Radio y Televisión. Me presenté y resulté aprobada.
“En realidad no fue un curso, sino más bien una escuela donde permanecí por cuatro años y durante los cuales recibí una formación integral desde el punto de vista artístico y académico. Al concluirla comencé a trabajar en una emisora de radio, en la provincia de Villa Clara. Tiempo después regresé a la Habana y pasé a formar parte del elenco artístico de Radio Progreso, emisora a la que debo buena parte de mi formación actoral”.
Aunque solo de manera esporádica y en programas infantiles y educativos, Natacha Díaz en sus inicios incursionó en la televisión, fue justamente este medio el que le dio la posibilidad de consolidar su carrera como actriz, “porque de pronto me llamaron para participar en la novela La joven de la flecha de oro, de Cirilo Villaverde y dirigida por quien después fuera mi entrañable amigo Raúl Pérez Sánchez”.
Resultó ser ese el gran debut en la televisión de Natacha Díaz. La esclava Anacleta, personaje que interpretó y del cual asegura que “marcó mucho mi carrera”, le abrió las puertas para otras muchas telenovelas, entre ellas El viejo espigón, Añorado encuentro y El año que viene. “Aunque en realidad, acota, son tantas que he olvidado en nombre de muchas.
“La radio me apasiona”.
“Ya en 1975 no pude continuar trabajando para la radio, porque eran muchos los compromisos con la televisión, que me absorbía todo el tiempo. Pero la radio me apasiona”.
Relevantes han sido asimismo sus presentaciones en otros programas televisivos, como Tras la huella, la serie Promesas, además de innumerables cortos realizados con la Escuela Internacional de Cine. Por estos días se encuentra inmersa en la grabación de la segunda temporada de la gustada serie Calendario, cuyo estreno tendrá lugar próximamente.
“Agradezco mucho a Magda González Grau, extraordinaria y talentosa directora, por el personaje que me asignó en esta serie, que en su primera temporada tuvo gran acogida por los televidentes de todo el país, por su elenco, excelente dirección y guión. Este último a cargo de Amílcar Salatti en mi opinión sino el más, uno de los mejores escritores de este tiempo.
En esta segunda temporada que tengo la dicha de participar, asumo un personaje muy lindo, que me gusta mucho, pues se trata de una abuela llamada Bárbara. Es una persona austera. Una abuela con características muy peculiares que cuida de una nieta cuyos padres cumplen misión en el extranjero”.
Bajo la dirección de laureados realizadores cubanos, con mucho agrado se recuerda su presencia en Plaff, Polvo rojo y Las noches de Constantinopla, por solo citar algunos filmes.
En otro momento de este encuentro preguntamos a Natacha Díaz: si le permitieran escoger, ¿dónde se quedaría en la radio, la televisión o el cine?
Su respuesta diáfana no se hizo esperar. “Para cualquier actor o actriz el cine es su máxima aspiración, el escalón más alto de su carrera. No por gusto es el Séptimo arte, el más novedoso. Sin embargo, yo me quedaría con la televisión, porque es el medio que me permite llegar a los hogares, a la mayor cantidad de personas. La nuestra es una profesión de servicio y yo amo, disfruto enormemente servir a la gente y servirle con calidad.
“Nadie se imagina cuanto sufro cuando veo algunos programas en la televisión, no pocos, incluso, de mal gusto. Soy de las que piensa que ahora cualquiera se presenta en la televisión y así vemos a cantantes, actores y actrices carentes de preparación académica y psicológica.
“La nuestra es una profesión de servicio y yo amo, disfruto enormemente servir a la gente y servirle con calidad”.
“Los televidentes merecen respeto, programas de calidad en los que vean reflejados su realidad. No basta con recitar un texto hay que actuar y hacerlo de manera convincente. Digo todo esto a partir de mi experiencia y con el mayor deseo de ayudar. Hay que estudiar profundamente cada personaje a interpretar. Que se demuestre la calidad artística en cada actuación, en cada representación que debe llevar siempre implícito un mensaje”.
¿Y para usted qué es actuar?
Es estudiar minuciosa y detalladamente la psicología del personaje. Saber quién es, de dónde proviene, qué hizo, cómo piensa. Es poner en función de un texto cada músculo del cuerpo, la boca, los ojos. Decir con una mirada, con un simple movimiento de tu rostro el mensaje que quieres y debes trasmitir. Actuar no es, como piensan algunos, pararte y decir un texto. Es esa entrega total que demuestre convicción, certeza del personaje que estas interpretando”.
Para quien ha hecho derroche de talento, entrega y profesionalismo en los más de cien personajes encarnados, “el estudio, la superación, tiene que convertirse en una necesidad, en el día a día de su vida. Es muy cierto que hay personas que nacen con determinadas cualidades a las que suele llamársele talento. A pesar de ello si ese talento no se acompaña con la superación constante, la perseverancia, estás condenado al fracaso.
“Insisto en la necesidad de estudiar la psicología de cada personaje, meterse dentro de él, conocer sus características. Despojarte de lo que eres realmente para convertirte en él”.
Su más de medio siglo de exitosa carrera como actriz, le permite asegurar que “un personaje negativo como tal nunca he desempeñado. En algunos casos, como el que asumí recientemente en la serie Promesas, hay visos de malignidad porque se trata de una mujer que vende drogas. Pero en su inmensa mayoría son personajes positivos y lo que más me entristece es que generalmente he interpretado a madres y abuelas pobres. A pesar de que siempre he soñado con ser una madre o una abuela que tenga conflictos.
“Anacleta, por ejemplo, el primer personaje que protagonicé, era una esclava que tiene una actuación excelente, pero no por ello deja de ser esclava. Después de eso siempre he sido la madre negra y pobre y a partir de ahora, por la edad, la abuela en situación similar. Mi mayor insatisfacción es que me hayan encasillado, que no me hayan permitido hacer más, cuando antes y todavía cuento con deseos y fuerzas suficientes para hacerlo, para asumir el rol de una madre o abuela que abandona a sus hijos o los maltrata, por ejemplo”.
Visiblemente emocionada recuerda, como si lo hubiera representado ayer mismo, el personaje de Esperanza Mayor. En la obra de teatro Sábado corto, de Héctor Quintero. “Fue un personaje brillante, además de complejo, que me permitió conocer los misterios más profundos de lo que es la actuación. Nunca he podido borrar de mi memoria aquel público de pie aplaudiendo en cada función. Eso no lo he vivido, ni creo que lo viviré nunca más.
“Fue un momento extraordinario. Eran tantos los aplausos que, sin percatarme, yo también empecé a aplaudir en agradecimiento a ese público emocionado. Eso me costó un fuerte regaño de Don Héctor que me dijo nunca más hagas eso. No te aplaudas. Eran parte de sus incontables y valiosas enseñanzas. Ese momento sublime marcó no solo mi carrera, también mi vida.
“A otros muchos personajes, hechos particularmente para la televisión, les agradezco porque me han aportado y mucho a mi carrera. Tal es el caso de la Candita de El viejo espigón. Que me permitió ganar mi primer Caricato y que el público recuerda con mucho cariño, especialmente por la ingenuidad de esta mujer”.
“Mi mayor insatisfacción es que me hayan encasillado, que no me hayan permitido hacer más, cuando antes y todavía cuento con deseos y fuerzas suficientes para hacerlo”.
Absolutamente intransigente ante las injusticias, Natacha Díaz se considera a sí misma una persona buena, tremendamente sensible que siente como propio el dolor ajeno. Es portadora de un talento, humildad y nobleza aun mayor de la que hemos presenciado a través de las pantallas.
Premios como la Distinción por la Cultura Nacional, Majadahonda ganado por su presencia en Etiopía formando parte de una Brigada Artística que viajó a ese hermano país, cuatro premios Caricato y Gitana Tropical, entre otros muchos, avalan la carrera artística de esta prestigiosa actriz que finalmente asevera “son Premios importantes que agradeceré siempre. Hay dos, sin embargo, que considero los más grandes. El primero es aquella ovación del público a Esperanza Mayor y, el segundo, el reconocimiento de mi pueblo”.
Y ni por un instante dude que precisamente ese pueblo continuará entregándole cada día por unanimidad, y no por humanidad como erróneamente dijera Candita al recibir su vivienda en una memorable escena de El viejo espigón, todo el amor, respeto y admiración que usted ha sabido ganar.