Para Jorge Bermúdez
¿Qué cubano que haya asistido a un juego de Base Ball entre el Almendares […] y alguna de las grandes novenas norteamericanas de primer orden que nos han visitado en estos últimos años, no se ha sentido ligado a nuestros jugadores y al resto del público por un vínculo poderoso? […] ¿Qué es lo que produce entusiasmo tan intenso, tan delirante, tan unánime? Ah! Es el sentimiento nacional. Todos son cubanos y se sienten cubanos.
José Sixto de Sola
Marsans, Almeida, Hungo, Violá, Romañach, Palmero, Luque, Méndez, Joseíto Rodríguez, Cueto, Strike González, Acosta, Calvos… ¡Tantos y tantos! Yo los amaba, saltando por sobre las limitaciones partidarias, y en cada uno de ellos veía un motivo de orgullo nacional.
Nicolás Guillén
1919 fue un año infausto para la reputación del beisbol en los Estados Unidos. Ocho peloteros del Chicago White Sox fueron expulsados de por vida del juego—originando el remoquete de “Medias Negras”—, acusados de vender los partidos en la Serie Mundial frente a los Rojos de Cincinnati. Además de los peloteros, confabulados contra el manager del equipo Charles Comiskey, en el turbio asunto estuvo involucrado el célebre mafioso Arnold Rothstein, un ex jugador profesional de fútbol americano y jefe de las apuestas ilegales en Nueva York, que inspiró el personaje de Meyer Wolfsheim en la novela El Gran Gatsby (1925) de Francis Scott Fitzgerald. En el equipo de Cincinnati jugaban dos cubanos: el lanzador Adolfo Luque, que disfrutó de una buena temporada de diez juegos ganados y tres perdidos, y un excelente 2.63 de PCL; y el jardinero Manuel Manolo Cueto, quien disputó pocos desafíos y tuvo una discreta actuación como bateador con .250 de average en su último año en el “Querido Cinci”.
Los hechos que acabo de mencionar son suficientemente conocidos y no abundaré en ellos, más que para situarme en el contexto de la época histórica. Ese propio año, en el mes de junio, se publicó en La Habana una revista con el título de Carteles, la cual, durante sus más de cuatro décadas de existencia (1919-1960), dedicó un segmento importante de sus contenidos a los deportes, y de modo particular al beisbol. En el presente texto, abordaré la presencia de discursos nacionalistas en el periodismo deportivo que hacían varios de los editores de la revista, en la ponderación de las virtudes y eficacia de los peloteros profesionales cubanos que se desempeñaban en diferentes ligas de los Estados Unidos, y su capacidad para medirse en igualdad de condiciones con sus pariguales norteños. El lapso de tiempo escogido ha sido el del primer año de su publicación, pues el imaginario del beisbol en Carteles es un caso que amerita un estudio mucho más amplio y sistemático.
Carteles. Revista Mensual de Espectáculos y Deportes es una publicación que renueva, en el siglo XX, la gran tradición decimonónica de tabloides de sports y literatura, al estilo de El Fígaro, El Sport y La Habana Elegante. Su primer número corresponde a junio de 1919. Su director fundador y administrador fue Oscar Humberto Massaguer, hermano del gran caricaturista Conrado Walter Massaguer, director de otra importante revista: Social. Una de las secciones más significativas, titulada “Charlas Baseboleras”, la escribía otro miembro del Clan Massaguer[1], José P. Joe, quien además aparecía en una publicidad sobre bienes raíces como administrador en la venta de lotes del reparto Miramar. Sobre la condición humana de Joe Massaguer y sus méritos como cronista deportivo escribió Sergio Varona, periodista de El Mundo:
Joe Massaguer fue un hombre de enorme arrastre personal. Por su bondad extraordinaria, por su eterno deseo de auxiliar a los demás, por su generosidad, Joe encontró las puertas abiertas en todos los círculos deportivos y sociales en que giró, captando enorme cantidad de amigos que lloraron su prematura desaparición. En el sector deportivo, Massaguer dedicó sus actividades a distintos aspectos, pero el base ball y el boxeo fueron sus favoritos, reportando para El Mundo las series mundiales americanas o las peleas de boxeo más famosas, su trabajo resultó brillante, lleno de observaciones y comentarios atinados. Respetado y querido por todos, compañero ejemplar, amigo intachable, sus opiniones llenas de autoridad eran recibidas con agrado influyendo mucho en las carreras deportivas de gran número de atletas, entre ellos Joseíto Rodríguez, Adolfo Luque y Kid Chocolate, tres figuras magnificas de la historia deportiva de nuestra patria.[2]
Entre los asuntos de mayor relieve que trató la revista en su año inicial estuvo el de los contratos de peloteros cubanos en el universo de las ligas de beisbol estadounidenses, desde las llamadas Grandes Ligas hasta otros circuitos de menor categoría o carácter independiente. Un ejemplo de lo anterior lo tenemos en el jugador de cuadro Oscar Rodríguez, quien contaba en aquel momento con 17 años y fue contratado por el club Rochester de la Liga Internacional, donde ya jugaba su hermano Joseíto con éxito. En opinión del cronista, Oscar “no obstante, su corta edad, ya está considerado por los peloteros viejos y de mayor experiencia, como una estrella en distintas posiciones del infield, por reunir, además de su reconocida habilidad para fildear, un extraordinario valor y una agresividad poco común en un muchacho de tan pocos años”.[3]
La nota periodística daba cuenta del excelente desempeño de Oscar en una liga del estado mexicano de Yucatán, en la ciudad de Mérida, donde había sido campeón de bateo y gozado de enorme popularidad. Y concluía la noticia diciendo: “Su trabajo en la península yucateca, fue muy celebrado por toda la prensa meridana, a tal extremo, que se le ofrecieron ventajosos contratos para ir a la capital, los cuales él no aceptó, por desear volver a la Habana, pues esperaba que las gestiones de su hermano en el Norte dieran el resultado que al fin se ha obtenido”.[4]
“Carteles. Revista Mensual de Espectáculos y Deportes es una publicación que renueva, en el siglo XX, la gran tradición decimonónica de tabloides de sports y literatura, al estilo de El Fígaro, El Sport y La Habana Elegante”.
En este propio número, hay un editorial titulado “Los Acosta deben protestar”, donde se defendía la valía deportiva de dos reconocidos peloteros cubanos con ese apellido: el jardinero Baldomero Merito Acosta —famoso por haber efectuado una jugada de triple play sin asistencia en diciembre de 1918— y el lanzador José Acosta Acostica. La razón de la protesta se debía a un artículo aparecido en la prensa estadounidense, en The National Police Gazette de Nueva York, donde se juzgaba el desempeño de varios peloteros cubanos en Grandes Ligas en los siguientes términos:
Cuba ha mandado algunos jugadores de primera fila a las Ligas Mayores y los fanáticos de La Habana se sienten orgullosos de sus éxitos en este país. Armando Marsans, Acosta, Calvo, Aragón y Romañach, fueron notables en su época, pero ya han pasado a la historia como baseboleros en este país. Cuba sigue representada, sin embargo, por Miguel Ángel González, que está con los Gigantes, Adolfo Luque y Manuel Cueto con el Cincinnati, Tuero con el Saint Louis y otro González que juega en el Toronto. Rodríguez, un ex-gigante, está ahora cubriendo el short-stop del Rochester. Luque y Tuero, pitchers derechos, han derrotado a los Gigantes en lo que va de temporada, una hazaña que les garantiza un recibimiento extraordinario, cuando regresen a Cuba el próximo invierno.[5]
El escrito de Carteles reconocía con cierto pesar que ya habían pasado los mejores momentos de Armando Marsans, Ángel Jack Aragón y Jacinto Calvo, por lo que denomina “marcada apatía” de los citados peloteros, pero declara inaceptable que se ponga en esa misma condición a alguno de los dos peloteros de apellido Acosta, pues: “Si al Acosta que se refieren es Merito, el orgullo de Marianao, éste se encuentra jugando en la actualidad en el club Louisville, y es estrella en el right-field de ese team. Y si se trata del otro Acosta (José) popularmente conocido por Acostica, el famoso pitcher del «Habana», hay que hacer constar que está jugando en el Rochester de la Liga Internacional, en cuyo club figura también Joseíto Rodríguez”.[6]
Es muy evidente el cariz nacionalista del comentario anterior, que salva la reputación de dos populares figuras de la pelota insular ante una observación que desconoce la actuación de ambos jóvenes, y al mismo tiempo le añade una coletilla critica a la citada publicación neoyorquina por la omisión de un tercer jugador: “pues no ha mencionado a otro cubano que está jugando este año en la Asociación Americana. Nos referimos a Emilio Palmero, pitcher del club Minneapolis”.[7]
Sin embargo, en paralelo al reconocimiento de la presencia cubana en la Liga Internacional, otro artículo pone en entredicho la calidad del mencionado club Rochester, en particular en detrimento de la actuación del pitcher Acostica:
El petit Acosta ha demostrado este verano en el club Rochester lo mucho que vale, y si en ese team tuvieran mejor “defensa” que brindara alguna cooperación efectiva a los lanzadores el cubanito del Reparto de Columbia tendría a estas horas una muy envidiable cadena de victorias; pero en el Rochester, como bien dice él en una carta, hay que ganar los juegos “a pulso”, pues además de ser muy malo el conjunto, tal parece que si se esforzaran en hacerlo peor cuando es él el pitcher de turno.[8]
Completaba la presencia de jugadores cubanos en el Rochester el canje de Manolo Cueto, procedente del “Querido Cinci”, a cambio de un jardinero de apellido See. Según la crónica periodística:
Debe haber sido muy doloroso para Cueto ser enviado a las Ligas Menores estando en el Cincinnati, club que parece destinado a ser el representante de su liga en la magna competencia anual del mes de octubre. Según nos informan los cablegramas, Cueto se “paró bonito” y pidió una cantidad de dinero para acceder a su traspaso, lo mismo que hubiera hecho otro jugador en tal caso. De no haberlo hecho así merecería las críticas de todos. El base ball profesional hay que tomarlo muy seriamente en cuanto al juego, pero siempre sin olvidar la base de negocio.[9]
La adaptación del “utility player” Manolo Cueto a su nuevo club no parece haber sido muy traumática, a juzgar por el comentario de Joe Massaguer, quien dice que “no tardó en captarse las simpatías de los fanáticos por su envidiable buen humor. Tiene Cueto, indiscutiblemente, unas salidas admirables”. Para ilustrar lo anterior describe esta simpática anécdota:
Días pasados, y jugando el Rochester contra el Newark, el pitcher McCabe, de este club, tenía dominado al Rochester, a tal extremo de que se le acusó de usar papel de lija, produciéndose varias protestas que demoraban el juego, sin que el umpire, que lo era Mr. Carpenter, lograra descifrar la verdadera causa de aquellas diferencias, y fue entonces cuando Cueto, “el pequeño cubano”, como le dicen los americanos, le pidió la bola al cátcher para examinarla y, al mismo tiempo que exclamaba: “Esto tiene que arreglarse así”, lanzó la pelota sobre la glorieta, produciendo su inesperada acción una explosión de entusiasmo e hilaridad de parte de los fanáticos. “Ahora hay que poner bola nueva”—exclamó Cueto. A lo que contestó el umpire con gran oportunidad: “Y un bateador nuevo también, pues usted está fuera de juego”. Y según cuenta un cronista de Rochester, al salir Cueto disparado para la casa-club, le decía a los fanáticos: “No se apuren, alégrense, que tal vez el que venga pueda hacer con el bate lo que yo hice con la mano”.[10]
También de un fuerte sabor nacionalista es el comentario que anuncia que el manager de los Gigantes de Nueva York, John McGraw, no dejaría que el receptor Miguel Ángel González jugara ese año la temporada invernal en Cuba, y para darle veracidad al asunto invoca esta comparación de matiz político: “Y se puede apostar diez a uno a que Mike no jugará, pues por algo es McGraw el Crowder de la pelota”.[11] Cualquier cubano de la época podía reconocer fácilmente esta analogía, toda vez que el general y abogado estadounidense Enoch Crowder había tenido una activa intervención en los asuntos internos de la Isla durante las dos primeras décadas republicanas, incluyendo en 1919 su participación en la elaboración de un nuevo código electoral, llamado “Código Crowder”, que supuestamente debía traer estabilidad a las contiendas políticas de Cuba. Meses más tarde, Crowder sería el verdadero gobierno dentro del gabinete del pusilánime Alfredo Zayas.
La decisión de McGraw es justificada por el periodista, pues en su opinión, no exenta de cierto matiz irónico: “Un pelotero, lo mismo que un oficinista, que una modista, o un caramelero, necesita de un descanso más o menos prolongado cada año. El desastroso ‘batting average’ de Mike en el New York este año, indica claramente que algo anormal ocurre a ese jugador, pues aunque nunca ha sido un ‘Babe’ Ruth dándole a la pelota, tampoco lo hemos visto nunca con tan bajo average como este verano”.[12]
El “eterno rival” de los Rojos tenía entre sus jugadores para esa temporada a un poderoso conjunto encabezado por el lanzador Adolfo Luque, del Cincinnati, en la doble condición de pitcher y manager; el también pitcher Isidro Fabré y los receptores Eufemio Abreu y Luján; a los que se sumaban los muy conocidos Marsans, Almeida, Paíto Herrera, Kakin, Papo González, Romañach, Baró, Torriente y Pérez Corcho. Se rumoraba además que vendría a reforzar el Almendares la tercera base del Cincinnati, Heine Groh, considerado en ese momento uno de los mejores peloteros del mundo, un asunto que recibe la total aprobación del periodista, pues “Sería muy plausible que cada uno de nuestros clubs tuviera un par de jugadores americanos, pues, aunque abundan aquí los ‘patriotas’ que no ven con buenos ojos la intervención americana en la pelota, nosotros la estimamos necesaria y muy justa, toda vez que estamos convencidos de que nuestro indiscutible adelanto en el base ball se debe a que los americanos nos han abierto allá, en su patria, las puertas de sus teams sin lo cualno hubiéramos llegado a perfeccionarnos en la vida”.[13]
Como es evidente, tanto en el encomio de la opinión calificada de McGraw sobre Miguel Ángel González y Emilio Palmero, como en el aplauso del antesalista Heine Groh, el patriotismo de los cronistas deportivos no desconocía la valía de ambos beisbolistas norteamericanos, y reconocía al mismo tiempo sus destrezas, como manager uno y como jugador el otro, las que podrían influir de manera benéfica en los desempeños de los peloteros criollos.
“Entre los asuntos de mayor relieve que trató la revista en su año inicial estuvo el de los contratos de peloteros cubanos en el universo de las ligas de beisbol estadounidenses, desde las llamadas Grandes Ligas hasta otros circuitos de menor categoría o carácter independiente”.
Para el mes de octubre de 1919, el principal evento beisbolero lo constituyó la visita a la capital cubana del equipo profesional Piratas de Pittsburg, lo cual produjo una excelente impresión entre los aficionados habaneros: “La gran temporada americana en Almendares Park, ha resultado como se esperaba, un éxito franco. El pueblo cubano siempre fue y será pelotero, pero eso sí, sabe apreciar lo bueno, y hay que brindarle lo mejor. Por eso el señor Linares ha acertado trayendo a los Piratas de la Liga Nacional”. Además del espectáculo deportivo, a la presencia de los Piratas se debió la realización de una película de buena calidad, a cargo de Enrique Díaz Quesada, uno de los pioneros del cine cubano: “El progreso de la cinematografía cubana, es indudable. Una prueba de ello: la película del club Pittsburgh hecha recientemente por el señor Enrique Díaz, de la firma de Santos y Artigas, y exhibida en Fornos. Nosotros·hemos visto muchas películas de juegos de pelota, pero no recordamos una sola tan completa, tan clara y tan buena como la que motiva estos comentarios. Es de justicia dedicar un aplauso a sus autores”.[14]
Un caso equivalente al de la reivindicación del apellido Acosta, que hemos visto al inicio de estas páginas, se produjo con el pitcher matancero Oscar Tuero, al que una publicación neoyorquina, el New York Tribune, había injuriado luego de tener una excelente actuación lanzando por los Cardenales de Saint Louis (uno de los equipos inferiores en aquel momento en la Liga Nacional) frente a los Gigantes de Nueva York en el Polo Ground. La citada reseña llevaba por título “Big day for Cuba!”, pues Tuero había dejado a sus rivales sin carreras y con apenas tres hits, uno de ellos muy discutible. Sin embargo, la nota dejaba entrever que el cubano había sido objeto de insultos racistas (“Oh, tú, cubano, negro, te vamos a dejar sin muelas”) y en su texto mostraba una sumatoria de estereotipos colonialistas y adjetivos discriminatorios contra el lanzador antillano:
Ayer un reconcentrado de Weyler, dejó a los Gigantes sin carreras, humillándolos a su antojo y haciéndoles comer en su propia mano, como inofensivos pollitos. Cuando el match se inició, el cubano parecía no tener ni siquiera un modesto afeitado, pero a medida que el juego se desenvolvía, iba haciéndose un enigma para los temidos bateadores locales. El numeroso contingente de fanáticos que acudió al match, pedía. a gritos a los Gigantes que levantaran sus corazones y volvieran por su fama, pero el indígena se ensañaba·con ellos, ridiculizándolos a su gusto. ¡Y pensar que España tuvo tanto tiempo en sus manos la vecina Isla, sin haber sacado siquiera un jugador para el Filadelfia de Connie Mack! Es una gran prueba de lo que un benévolo protectorado americanoha hecho por Cuba, tomar un bote de reconcentrados de Weyler y convertirlos en ‘big leaguers’. Si las cosas siguen así, habrá que reformar nuestra ley de inmigración agregando un articulado por el cual se prohíba a los clubs de las Grandes Ligas importar jugadores cubanos. Después de todo, sería lo mejor para evitar derrotas como la de ayer en Polo Grounds.[15]
En contraste con esta retahíla de agravios, que condensaba prejuicios que parecen sacados del arsenal de Orville Platt, el periodista Horacio Roqueta demostraba los verdaderos valores humanos de Oscar Tuero, quien además de importante jugador poseía una maravillosa voz de barítono, que “canta con el alma y con la vida tiernísimas canciones en recuerdo de la patria amada. Otros, (Massaguer, Linares y yo) tres en conjunto, sabemos muy bien, que además de eso, Oscar Tuero es un perfectísimo ‘gentleman’ en todos los terrenos y un muchacho de intachable conducta que en todas partes deja afectos y simpatías…”. [16] Su mayor defecto, concluye el cronista, es el de “ser demasiado modesto, demasiado humilde. Otros con muchísimos menos méritos, viven reclamando ‘palmas académicas’, legiones de honor, banquetes y medallas…”[17]
Y terminaba este comentarista con la siguiente aseveración, que guarda hoy tanta veracidad como hace un siglo atrás: “Porque para los players cubanos de la actualidad, el base ball no tiene ya secretos. Y son desde cualquier punto de vista que se les considere, dignos de competir con sus colegas de Norte América”.[18]