Música e Industrias culturales cubanas
Sobre las potencialidades de la industria musical se debatió ampliamente en el Foro-Taller Industrias Culturales y Creativas Cubanas, celebrado en el Palacio de las Convenciones con el auspicio del Ministerio de Cultura (Mincult), la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura y la Dirección de Desarrollo de las Industrias Culturales y Cooperación Internacional del Mincult.
La presidenta del Instituto Cubano de la Música (ICM) Indira Fajardo explicó que entre los actores que integran la industria musical en la Mayor de las Antillas se encuentran las casas discográficas, los estudios de grabación, las agencias de representación artística, el Centro Nacional de Derecho Autor, la Agencia Cubana de Derecho de Autor Musical, los musicólogos y los artistas que son el principal eslabón de esta cadena de valor.
El ICM tiene entre sus principales funciones —dijo la directiva— proponer, dirigir y controlar la aplicación de la política cultural en materia de música y espectáculos musicales en todo el país. Además de garantizar el desarrollo, la protección, el enriquecimiento, la defensa y promoción del patrimonio musical de la nación.
Desde el ICM —reveló Fajardo— se atienden a más de 16 000 artistas. Acotó además que cerca de 3 000 profesionales constituyen el personal de apoyo que labora en más de 25 empresas en todo el país.
En opinión de la funcionaria, el proyecto de cooperación internacional en alianza Mincult-Onudi (Agencia de la ONU para el Desarrollo Industrial Inclusivo y Sostenible) constituye una base conceptual necesaria y es un ejemplo de buena práctica de la cadena de valor musical, a la cual tenemos que mirar en medio de la implementación de la política para el perfeccionamiento del sistema empresarial y presupuestado de la música cubana.
Durante el Foro también se analizó la necesidad de aprovechar más la declaratoria de La Habana y Santiago de Cuba como ciudades creativas de la música, así como las bondades de plataformas como Sandunga para comercializar la música cubana y contenidos audiovisuales en formato digital.
Por otra parte, la musicóloga Cary Diez conminó a prestar mayor atención a las comunidades creativas y a la inclusión de expresiones musicales en las listas representativas del patrimonio inmaterial, con la colaboración de los consejos nacionales de Patrimonio y de Casas de Cultura.
La experta manifestó que el Festival Jazz Plaza tiene como valores agregados el hecho de tributar al sistema de enseñanza artística y que a través de él se diseña una relación de trabajo con los más destacados cultores de ese género.
“Durante el Foro también se analizó la necesidad de aprovechar más la declaratoria de La Habana y Santiago de Cuba como ciudades creativas de la música”.
Alianzas público-privadas en la industria musical
Renier Rodríguez Chills, director general de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (Egrem), reveló que se está transitando por un camino osado: el de las alianzas público-privadas, a partir de métodos propios, creados por artistas que han puesto sus relaciones personales y saberes profesionales en función del desarrollo de nuestras industrias culturales.
En ese sentido, el director de la Egrem citó como buenas prácticas las experiencias de las pequeñas y mediana empresas (mipyme) Mambo S.R.L., fundada en 2023 por el músico Arnaldo Rodríguez, director de la banda Talismán, y 360 Producciones, liderada desde el 2022 por Jorge Luis Robaina, más conocido como Jorgito Karamba.
Ambas formas de gestión no estatal se caracterizan por su responsabilidad social empresarial. En el caso de Mambo, nació a partir del proyecto sociocultural La Lucecita, ubicado en la calle 15 entre 182 y 184, en el municipio habanero de Playa, que durante todo el verano desarrollará, en sinergia con el Gobierno local, talleres artísticos infantiles, actividades para el adulto mayor, peñas deportivas así como presentaciones de artistas aficionados y profesionales.
En el caso de 360 Producciones, Jorgito Karamba exhibe una encomiable labor en la barriada de El Mónaco, un enclave proletario del municipio Diez de Octubre, donde hasta el momento de redactar estas líneas se habían realizado 18 conciertos que han contado con gran afluencia de público.
Tanto los proyectos de Arnaldo como el de Jorgito han constituido fuentes de empleo para muchas personas y les han brindado la posibilidad a músicos cubanos de tener un espacio donde presentarse e intercambiar con el pueblo.
Fruto de estas nuevas formas de gestión no estatal son hoy eventos como el Festival de la Salsa, Piña Colada, Un Puente hacia La Habana, Fiesta del Mar (en Cienfuegos), Artemisa Mestiza, en esa occidental provincia, y Habana Mambo, entre otros, recordó Rodríguez Chills.
En otro momento de su intervención, el director de la Egrem enunció que, sin dejar de responder a la política cultural del Mincult, estas alianzas con los encadenamientos productivos también se han incorporado al esquema de trabajo de las Casas de la Música, los Estudios de grabación de la disquera y de su empresa MusiCuba.
Rodríguez Chills adelantó que la Egrem este verano incorporará 13 nuevos espacios seguros para la socialización de los adolescentes, lo cual responde a un pedido de los padres de este grupo poblacional pues sus hijos no tienen acceso hoy a las Casas de la Música, por no contar con la edad mínima establecida.
“(…) la Egrem este verano incorporará 13 nuevos espacios seguros para la socialización de los adolescentes”.
Retos por delante
En las conclusiones de la cita, Fernando León Jacomino, viceministro de Cultura, se refirió al crecimiento exponencial de los costos asociados a los eventos culturales: transporte, alimentación, alojamiento, servicios de los grupos de creación de audiovisuales, alquiler de pantallas y de sistema de sonido, temáticas a las que se les debe buscar una solución adecuada.
Fueron objeto de análisis, igualmente, lo imperioso de construir jerarquías musicales a través de los medios masivos de comunicación, de conjunto con la Televisión Cubana, la creación de circuitos para la circulación de la música, el funcionamiento de los eventos multitudinarios y la subvención de las fiestas populares.
Sin dudas, hay un sendero transitado pero se debe seguir trabajando, desde una mirada multidisciplinar, en aras de que finalmente la industria musical cubana se pueda convertir en uno de los motores que tribute beneficios a la economía y para que los Gobiernos territoriales reconozcan su valor como un factor de desarrollo local.