Más allá de su alto valor artístico, duele en lo más profundo de los sentimientos de cualquier cubano contemplar de cerca la escultura, a tamaño natural, que el artista de la plástica José Villa Soberón erigiera a José Martí y que da fe de uno de los momentos más difíciles y tristes que viviera nuestro Apóstol en las otrora llamadas canteras de San Lázaro.
“Este sitio, reconocido como Rincón Martiano, señala el lugar exacto donde cumplió su condena José Julián Martí Pérez con solo 17 años de edad, por haber escrito una carta a su condiscípulo Carlos Castro acusándolo de traidor. Después de un amañado juicio, las autoridades de la Metrópoli, al no poder condenarlo al fusilamiento por ser menor de edad, apelaron al similar de la pena máxima en aquellos años: el trabajo: el trabajo forzoso”, dijo el licenciado Osvaldo Verdura Cámara, especialista principal del Museo Fragua Martiana.
Desde este emblemático lugar que conserva intacto un amplio paredón de las canteras originales, José Julián envió a su madre, doña Leonor Pérez, conmovedoras cartas devenidas desde entonces verdaderos testimonios de la firmeza y profundidad de sus pensamientos. En una de esas misivas adjuntó una fotografía en cuyo dorso escribió: “Mírame, madre, y por tu amor no llores: Si esclavo de mi edad y mis doctrinas tu mártir corazón llené de espinas, piensa que nacen entre espinas flores”.
Además del Rincón Martiano —donde se encuentra también el primer monumento dedicado a José Martí en este sitio, consistente en un gran busto adosado en lo alto de una de las paredes—, el Museo Fragua Martiana está conformado por tres salas de exposición en las cuales se atesora “la segunda colección más importante referida a la vida de nuestro Apóstol. La primera colección se conserva, lógicamente, en su casa natal”, añadió Verdura Cámara. Asimismo, comentó que la importancia de esta colección está dada “tanto por el número de objetos y piezas originales y personales, como por el alto valor patrimonial que posee cada una de las mismas”.
De manera relevante describió “el revólver que durante mucho tiempo usó en el extranjero nuestro Héroe Nacional. No se trata precisamente del que portara en su último combate pues este, convertido en trofeo de guerra, nunca fue devuelto por el ejército español”.
El Museo Fragua Martiana constituye un baluarte en la salvaguarda de los valores de la nación.
También forman parte de la colección, “la almohadilla de olor que le obsequiara María Granados, en quien se inspiró para escribir su hermoso poema La niña de Guatemala. Escritorios y sillas que utilizara en la redacción de la mayoría de sus obras. Los cubiertos que usó en la última cena formal en la que participara en Nueva York con motivo de la celebración de su cumpleaños antes de partir hacia Cuba. Diferentes banderas que le regalaran algunos clubes patrióticos. El diario de campaña del Mayor General José Martí Pérez, y un fragmento del ataúd donde se colocó su cuerpo ya sin vida. Parte de la chamarrera que lucía cuando cayó en combate. La bandera que fue colocada en el nicho 134, donde fue inhumado en el cementerio Santa Ifigenia antes de la construcción del mausoleo que hoy admiramos. Además, el acta del matrimonio contraído con la señora Carmen Zayas Bazán y las actas de nacimiento y bautizo de su hijo José Francisco, entre otros muchos documentos y objetos pertenecientes no solo a José Martí, también a otros grandes próceres de nuestras guerras de independencia, como el chal bufanda del Mayor General Antonio Maceo y los restos mortuorios de los estudiantes de Medicina, otra gran atrocidad del gobierno colonial”.
“Más que un museo —aseguró Osvaldo Verdura al concluir nuestro recorrido por la instalación, que cuenta igualmente con una sala-teatro y una biblioteca de más de 500 ejemplares—, la Fragua Martiana es una gran escuela”. Es al propio tiempo un reservorio cultural y acercamiento profundo a la vida y obra del más universal de los cubanos. Un baluarte en la salvaguarda de los valores de la nación. Y en aras de preservarlos aún más, acogerá de manera entusiasta la conmemoración de tres importantes efemérides de trascendencia nacional: el aniversario 170 del natalicio de José Martí, el 70 de la Marcha de las Antorchas y el aniversario 71 de su propia fundación, acontecida el 28 de enero de 1952.
“Para conmemorar estas celebraciones hemos concebido una amplia Jornada que incluye la realización de múltiples y variadas actividades. En este sentido destacan las propuestas relacionadas con nuestro aniversario, para el cual hemos previsto, por ejemplo, ciclos de conferencias que serán impartidas por reconocidos investigadores y especialistas en nuestro teatro y en centros estudiantiles radicados en nuestra comunidad.
“Asimismo, la inauguración de exposiciones con obras, entre otros prestigiosos creadores, de Flora Fong y Zaida del Río. Una exposición de carteles inspirada en la vida y obra de José Martí a cargo de un grupo de estudiantes del Instituto Superior de Diseño.
“Programamos también una gran caminata que denominamos Siguiendo la ruta del joven Martí. Su inicio será en la Cárcel de La Habana y culminará aquí en las canteras. Contaremos con la presencia de estudiantes universitarios, de jóvenes integrantes del Movimiento Juvenil Martiano y representantes de las autoridades del Partido y el Gobierno y organizaciones juveniles del municipio Centro Habana.
“El propio día 28 celebraremos un acto político-cultural que, entre otras actividades, incluye la entrega de reconocimientos a antiguos directivos, trabajadores y colaboradores de la institución, por solo mencionar unas pocas actividades”.
Adscrito a la Universidad de La Habana, el Museo Fragua Martiana, que ostenta la condición de Monumento Nacional, ha sido históricamente la sede de antiguos alumnos del Seminario Martiano. A uno de sus espacios, el Rincón Martiano, llegó hace 70 años la primera Marcha de las Antorchas organizada por la gloriosa Generación del Centenario, que seis meses después realizaría los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes en Santiago de Cuba y Bayamo, respectivamente.
Otras muchas marchas se han sucedido y sus protagonistas, mayoritariamente jóvenes universitarios continuadores de la obra de Martí, cada 27 de enero iluminan con sus antorchas la escalinata universitaria, la populosa calle San Lázaro y finalmente el Rincón Martiano, donde dejaron de escucharse desde hace ya mucho tiempo el retumbar de picos arrancando trozos de piedras de las gigantescas canteras, como también los quejidos de jóvenes casi niños de tobillos sangrantes a causa de los grilletes y sí, en cambio, el clamor de las conquistas alcanzadas y el agradecimiento eterno de estas nuevas generaciones de cubanos.