Muebles franceses del siglo XVIII
El Museo Nacional de Artes Decorativas (MNAD) en sus cincuenta y cinco años de experiencia se ha insertado con diversas acciones en apoyo a la docencia con la intención de contribuir al desarrollo educativo y cultural de nuestro pueblo. En otras ocasiones se ha empleado la institución con el fin de preparar futuros especialistas a partir de las carreras afines. Experiencias anteriores como la de los profesores María Elena Jubrías y Oscar Morriña han demostrado la idoneidad de apoyar asignaturas del plan curricular de carreras afines en las colecciones de instituciones como el MNAD y el Museo Nacional de Bellas Artes. A partir de ello, hemos decididos retomar el vínculo museo-universidad del cual este trabajo evidencia los resultados positivos que se pueden obtener de esta interacción.
Nos hemos propuesto que los estudiantes sientan que el MNAD es su “palacio de estudio”, sugerencia que nos realizara José Antonio González, Jefe Nacional de Museos. A inicios del presente año en la institución museal tuvimos varios intercambios con estudiantes de cuarto año de Historia del Arte sobre todo en las asignaturas “Museo y Exposiciones” y “Coleccionismo”, que imparten los profesores M.Sc. Nérido Perez Terry y M.Sc. Delia López Campistrus respectivamente. De los encuentros pedagógicos, algunos en el MNAD, derivaron trabajos de clases excelentes. Nuestra institución ha seleccionado uno sobresaliente. Se trata de la interesante caracterización que realizaron las estudiantes Mayvi Martiatu Camacho y Dainelis Morgado González sobre la colección de muebles franceses del siglo XVIII del MNAD.
Como muestra de la estrecha colaboración entre nuestra institución y los centros de altos estudios en la ciudad y el resto del país, hoy proponemos al público lector el siguiente material considerado de rigor científico, muestra del arduo trabajo de dos jóvenes estudiantes que desde este ejercicio se vislumbra ya, talento, dedicación y profesionalismo.
El MNAD posee cerca de una veintena de muebles franceses del siglo XVIII los cuales en algunos casos fueron realizados por varias de las figuras más importantes del gremio ebanista durante los reinados de Louis XV y Louis XVI. Mayormente cómodas, mesas auxiliares y secreter son algunas de las piezas caracterizadas en este interesante trabajo. Si bien no es posible en un marco tan reducido como este artículo abarcar toda la colección, las autoras fueron capaces de brindar una esclarecedora visión de varias de las piezas más importantes de la colección. Un trabajo que abarcase la colección en su totalidad requeriría de un ejercicio investigativo de mayor duración y por tanto, su publicación precisaría de mayor extensión. Aun así, el presente artículo nos adentra en el universo de piezas de los períodos Rococó, Transición y Neoclásico. Un excelente trabajo que vincula historia del arte, coleccionismo, curaduría y museología, por solo mencionar algunas de las ciencias a las cuales tributa. Con ello esperamos poder contribuir en la visualización de nuestras colecciones y tributar al desarrollo profesional de las nuevas generaciones.
El actual Museo Nacional de Artes Decorativas, antiguamente propiedad de la familia Gómez Mena, alberga hoy, convertido en una institución cultural, una de las más grandes y completas colecciones de artes decorativas del mundo. Con una cantidad aproximada de 30.000 piezas conserva ejemplares de la más alta factura de países como Francia y China, con el mayor número de obras. Dentro de su lote cuenta además con ejemplares de Inglaterra, India, Japón y Estados Unidos en cantidades inferiores, más no despreciables. Dentro de las tipologías de piezas que caracterizan el diseño museográfico de la institución es el mobiliario el que mayor presencia tiene en los distintos espacios. Ello no aminora la importancia del textil (alfombras y tapices), la lampistería, así como piezas de porcelana. Precisamente será en el territorio más basto de la colección del Museo donde ahondaremos.
Con un gran número de muebles y teniendo en cuenta el afán de la otrora Condesa de Revilla de Camargo —María Luisa Gómez Mena— por imitar los ambientes versallescos, este trabajo centra su atención en la colección de mobiliario francés del siglo XVIII. Si bien son cuantiosas las muestras que de los estilos de este siglo pudiéramos detectar, centraremos nuestra atención en algunos de los originales que atesora.
Adentrados ya en el universo de las piezas, sus estilos y particularidades es importante apuntar que el conjunto de muebles con que cuenta el Museo son en su mayoría —por no aseverar que todos— proveniente de la Casa Jansen, ya sea por su factura de imitación o por la venta de ciertos ejemplares originales[1] a los Gómez Mena, en busca de enriquecer el diseño de interiores con piezas de tal prestancia. Por otro lado, todos y cada uno de los muebles del siglo XVIII tienen en Versalles su referente y paradigma, lo cual reitera la voluntad fehaciente por reafirmar su poderío a partir de la asunción de gustos monárquicos específicamente de las cortes Luis XV y Luis XVI.
Una de las características fundamentales del mobiliario dieciochesco es el confort y ello se debe al papel que dentro del ámbito sociocultural tiene la mujer como figura anfitriona. Es por esta razón que las líneas rectas —favorecidas durante el reinado de Luis XIV—, desaparecen en favor de una preponderancia de la línea curva que no solo aligera la carga y el mueble, sino que le ofrece un carácter utilitario, adaptado a las necesidades de la vida diaria. En función del papel que ahora juega el mueble dentro de la vida cortesana se crean tipologías que responden a los nuevos patrones de conducta y sofisticación. De ahí se explica la disminución en escala de sillas, mesas y sofás para acercar la experiencia socializadora a un ámbito más íntimo, cómodo.
Un aporte curioso en la confección de estas piezas es su solapada capacidad multifuncional. ¿A qué nos referimos con esto? Tanto ebanistas como broncistas buscaban un mueble que no solo fuera bello estéticamente sino además y fundamentalmente funcional. Por esa razón, aunque se mostraba a partir de tiradores la principal función del moblaje, en pos de hacerla lo más completa posible se colocaban numerosas aperturas y compartimentos para diversas funciones que exteriormente no habían sido advertidos. Ello le agregaba un plus de sorpresa, al mismo tiempo que reservaba para el usuario un espacio único, exclusivo, que para nada afectara la visión externa de la obra.
El mueble adquiere tal punto de especialización que se les pide a los ebanistas adaptarse no solo a las nuevas costumbres sino a los ambientes, estaciones del año y exquisiteces familiares de otra índole. Por ello trabajan en función de la creación mobiliaria un grupo de artesanos especializados en cada una de las etapas de la confección: corte e incisión decorativa de la pieza (menuisier), enchapado y marquetería[2] (ebanista), dibujo y diseño de ornamento (diseñador ornamental)[3]. En ellos recae el peso de un estilo, ya sea de una escuela, casa o maestro ebanista específico. Son muchas veces estos artistas anónimos quienes imponen la norma del buen gusto en la corte francesa. Sin embargo, todos los muebles pasaban por la revisión de un comisionado de artesanos que respondían a las ordenanzas y gustos estéticos de la reina María Antonieta, razón por la cual es este gremio quien ejecuta su paladar estético.
Entre algunas de las tipologías que destacan, y como es lógico, forman parte de la colección, encontramos las mesas auxiliares y dentro de esta tipología la mesa riñonera, mesa gabinete y mesa tambor, dedicadas a usos femeninos, desde los juegos de cartas hasta la colocación de sus enseres. Las cómodas son otro de los ejemplos en donde se manifiesta un cambio de signo en la estética mobiliaria, así encontramos mesas-cómoda estilo Rococó, Regencia y Transición.
Aunque en su mayoría quedaron en el anonimato hubo quienes sus nombres pasaron a la posteridad en la historia de los muebles, como sucede con Boudin. Leonard Boudin (1735-1804) fue un maestro ebanista francés además de tapicero y restaurador. A su autoría pertenecen varios de los muebles de la colección de Artes Decorativas. Entre ellos una mesa tambor con marquetería de flores y hojas rematada por un cinquillo de bronce, usualmente de un único compartimento en su interior.
Otra de las maravillosas piezas que encontramos como parte de la colección son las cómodas que hay en el vestíbulo, pertenecientes al estilo transición de Luis XV a Luis XVI. Sus patas cabriolé con garras de bronce además del sintético trabajo de marquetería de maderas claras unido a la simplicidad y exquisitez de los diseños de bronces para tiradores denotan la excelencia de los ebanistas y su refinado gusto. Esta es una de las piezas donde se evidencia el carácter solapado de la multifuncionalidad de estas mesas, pues al abrir uno de sus recónditos compartimentos no solo se descubre un escritorio, sino también pequeños compartimentos adyacentes.
En el caso del mobiliario Rococó en la sala dedicada a las artes decorativas de esta vertiente artística se ubica un menaje de B. Simoneaux. Con marquetería de maderas preciosas en diferentes tonos con motivos de follaje y pájaros es este uno de los ejemplares exquisitos de mobiliario francés. El refinamiento se logra incluso en los motivos fitomorfos en bronces dorados a mercurio que se utilizan de tiradores. Además de agregar prestancia con la placa de mármol que remata la estructura. Se cree que provenga del Castillo de Sceaux, antigua residencia de la duquesa de Maine, nuera del Rey Sol.
El museo también posee una obra de Jean Henri Riesener quien es una de las figuras cumbre en la historia del mueble francés. Riesener fue ebanista real de Luis XVI y consentido de María Antonieta, para quien diseñó sus muebles más preciados. Este presentaba sus propuestas a María Antonieta y ella las transformaba de acuerdo a su deleite personal.
Tal es el caso de El Secretaire “Dit a la reine”, proveniente del Palacio de Versalles y que fuese propiedad de María Antonieta. Esta pieza es original y llegó a la colección de la Condesa de Revilla de Camargo a raíz de su compra en una subasta en París y entró a puerto cubano en 1950 asentado en la aduana como un “mueblo viejo” con el objetivo de evitar impuestos. Secretaire, es un término francés que define a varios tipos de escritorios, en este caso se refiere a una tipología del mobiliario caracterizado por acercarse formalmente a un gabinete o armario con el frente cerrado. Este tipo de mueble fue muy popular durante el siglo XVIII en Francia, pues permitía esconder documentos importantes en los compartimentos secretos. Eran ubicados pegados en su mayoría, a la pared, de forma tal que al abrirlo quedase horizontal.
Mientras que el mueble fue diseñado y ejecutado por Riesener, sus bronces fueron elaborados por Pierre Gouthiere (1732-1812/14), fundidor-dorador recurrente también en los trabajos para la corte de Luis XVI. El trabajo de Gouthiere destaca por el preciosismo con que representa detalles de flores y follaje de todo tipo. Su eminencia no radicó únicamente en aspectos manufactureros de suma suntuosidad sino también en su capacidad como gran creador, en este caso de la invención de nuevas técnicas que le permitieran extraer del metal sus mayores posibilidades expresivas. Así perfeccionó o inventó una variante del dorado al mercurio. [4]
Los bronces verdaderas joyas de orfebrería por su detallismo y calidad equilibran y feminizan el mueble desenvolviéndose a manera de guirnaldas interrumpidas con cintas, nudos y lazos en las cuales las mismas flores silvestres del medallón central alternan con rosas y follajes.
En la aplicación que aparece centralmente a la altura de su base se aprecian entre los frutos, flores y monedas que brotan de sus simbólicos cuernos de la abundancia, la cruz de la orden del espíritu santo y la corona real, mientras que sus cuatro patas quedan guarnecidas por hojas de laurel cincelado en bronce dorado a mercurio.
La unión de estos genios en sus respectivos campos, unido a la personal supervisión de la reina, hizo posible la realización de un producto estéticamente exquisito. Las flores paneladas, son motivos que sobresalen en el mueble, destacando como una de sus particularidades. Así mismo, posee un medallón central con caracteres campestres empotrados en las maderas preciosas de gamas empalidecidas. En dicho motivo se observa el jardín y las flores silvestres en mutuo coqueteo pastoril, elementos que rememoran la elegancia y naturalidad de los campos del Petit Trianón.
El gusto delicadísimo de la reina, influyeron en la proyección detallista del trabajo con los bronces, que son por sí solas, joyas de orfebrería, de altísimo valor artístico. La calidad de los mismos y la manera en la que se muestran como guirnaldas ininterrumpidas con cintas, uniones y lazos se entrecruzan con las flores. El medallón central cuenta con un lazo prominente que parece sostener las rosas y la vegetación que recubre el borde superior del mismo.
Una de las secciones más importantes de este trabajo en bronce es la pieza que se encuentra en la zona inferior del mueble, en el centro del mismo. Las elecciones simbólicas de los motivos tributan a una caracterización de los aspectos generales de la corte de Versalles del momento. Aquí se presentan los cuernos de la abundancia, símbolo de la grandilocuencia económica y el nivel de vida de la realeza. La corona real, la cruz de la orden del Espíritu Santo y la reiteración de los motivos florales y las frutas como reiteración de su poderío. Por su parte las cuatro patas, se encuentran protegidas por hojas de laurel de bronce, dorado en mercurio[5], que le aportan una visualidad elegante a tono con el resto del conjunto.
Si bien en Cuba no se puede constatar una influencia de la corte y gustos franceses en los modos de hacer del momento y nuestro referente llegaba mediante la asimilación española, es notable el interés -aunque en muchos casos atemporal- sobre esta cultura en ciertos círculos de élite. Tal fue el caso de Los Gómez Mena, quienes interesados por el arte francés de los estilos Regencia, Rococó, Transición y Neoclásico apostaron por ese sello para distinguirse. Tanto la casa como su decoración interior y por supuesto su ménage remiten a una corte cuya característica fundamental era la vida lúdica y el disfrute de los placeres y cuya insignia era el fausto y el refinamiento. A modo de Versalles se concibe este palacete en su totalidad.
Es por ello que la colección que aquí alberga el Museo Nacional de Artes Decorativas no solo es rica en términos estéticos sino también porque cuenta con primerísimos ejemplares del mobiliario del S.XVIII. El basto conjunto de piezas que la componen, fueron adquiridas por los hermanos José y María Luisa Gómez Mena, Condesa Consorte de Revilla de Camargo y última propietaria de la mansión. Por la gran valía de esta colección y su perfecto estado de conservación se le considera una de las muestras más completas de mobiliario francés, fuera de suelo galo, en América Latina.