Monumental escultura a José Martí en Guatemala
La Avenida de las Américas de la Ciudad de Guatemala es una de las arterias más importantes de la urbe y posee a lo largo de todo su recorrido piezas dedicadas a significativas personalidades de la cultura y la política de Guatemala, el continente y el mundo. Basta mencionar el monumento a Miguel Ángel Asturias, Simón Bolívar o Juan Pablo II. Sin embargo, no fue hasta el 29 de agosto del 2013 que se logró materializar una idea que desde hace varios años se venía fraguando: la presencia de José Martí en Las Américas.
En la capital guatemalteca, desde la década de 1950 del pasado siglo, existe una calle que lleva el nombre de nuestro Héroe Nacional, y en ella se halla un busto, pero ahora se trata de una escultura monumental enclavada en un área denominada Jardín José Martí, muy cerca de la sede de la Embajada de Cuba en ese país centroamericano. Allí se erige una obra del conocido escultor cubano Andrés González González, en colaboración con el joven artista Oscar Luis González, quienes durante tres meses trabajaron afanosamente en la Escuela Taller de la Municipalidad de Guatemala sobre una estructura de metal para después recubrirla con cemento y polvo de piedra ―procedente de montañas de la zona oriental de Guatemala― para ir moldeando entonces una imagen de 3,80 metros de altura que se colocó sobre un pedestal de granito con perfiles bien contemporáneos y de 4 metros de elevación, obra del año 1973 del notable arquitecto y escultor guatemalteco Efraín Resinos (1928-2011).
“El escultor Andrés González González y el joven artista Oscar Luis Gónzalez trabajaron durante tres meses en la obra”.
El pedestal fue diseñado originalmente para sostener una estatua ecuestre del expresidente guatemalteco Justo Rufino Barrios (1835-1885), trasladada hace un lustro hacia la conocida Plaza Barrios en otra zona céntrica. En meses anteriores, esta obra ―que posee gran valor patrimonial para la ciudad― había recibido una restauración capital para servir de base a la imagen martiana.
El propio Efraín Resinos cedió su obra para este noble empeño. A él se debe el proyecto del majestuoso Teatro Nacional de Guatemala, que lleva el nombre de Miguel Ángel Asturias, entre otras edificaciones capitalinas que llevan la impronta del maestro Resinos, quien esculpió también el rostro del narrador Mario Monteforte Toledo, considerado por la crítica como el novelista guatemalteco más importante después de Asturias, por solo citar dos ejemplos.
La pieza de Andrés González no es una expresión casual en el hacer de su autor. La escultura épica ocupa un espacio significativo en la reconocida creación nacional e internacional del artista cubano. En su currículum cuentan importantes monumentos a próceres latinoamericanos y caribeños emplazados en Cuba y otros países del continente: la imagen dedicada a Eloy Alfaro en la Avenida de los Presidentes en La Habana, el dedicado a la heroína cubana Celia Sánchez Manduley en la popular heladería Coppelia y una amplia colección de más de 20 piezas dedicadas a José Martí, entre las que se distinguen: la situada en la Ciudad Mitad del Mundo, en Ecuador; el Martí de la Tribuna Antimperialista o el que se muestra en la entrada de la sede de la Sociedad Cultural “José Martí”.
El Jardín José Martí de Guatemala integra un proyecto ―expresión de los lazos de amistad y fraternidad entre ambos pueblos― que tiene un antecedente en La Habana. El 11 de septiembre del 2010, se inauguró en una de las zonas más bellas de la capital cubana el Parque República de Guatemala, con un monumento que perpetúa la imagen de José Joaquín Palma y Rafael Álvarez O´Valle, autores de la letra y la música, respectivamente, del Himno Nacional de Guatemala. Este conjunto escultórico también es obra del artista Andrés González González, que se complementa con un mural de los pintores cubanos Jesús Lara Sotelo y Francis Fernández Trujillo, y que recrea el devenir de la cultura guatemalteca en sus diferentes etapas: precolombinas, colonial y republicana, y donde se evoca la milenaria y sabia cultura maya.
La idea inicial de ambos parques nace de los proyectos que desarrollaron en ese entonces la Sociedad Cultural “José Martí”, esta vez, con el auspicio de la Embajada de Guatemala en Cuba y el apoyo posterior de muchas instituciones, organizaciones y amigos de la Isla. Pero, para ser más preciso, nace de la afinidad de intereses culturales del entonces Embajador de Guatemala en La Habana, el señor Estuardo Meneses Coronado y el Vicepresidente Primero de la Sociedad Cultural, Erasmo Lazcano López, quienes tuvieron a bien materializar una idea original del Dr. Armando Hart Dávalos.
El Jardín José Martí de la Avenida de las Américas tuvo, desde los inicios de su preparación, el auspicio de la Embajada de Cuba, la Asociación Cultural José Martí, la Municipalidad, así como la colaboración de la Universidad San Carlos (USAC), la Logía Masónica “José Martí” de ese país, y la Misión Médica Cubana, la cual, a través de la Unidad Central de Colaboración Médica del Ministerio de Salud Pública de Cuba participaron estrechamente. Tuvo el apoyo, además, de numerosas instituciones y personalidades de la sociedad guatemalteca en sus diferentes fases.
“(…) rendirle un homenaje al más universal de todos los cubanos; es hacerlo con el pueblo cubano, que ha sido generoso y solidario con el nuestro”.
Estuardo Meneses, uno de los gestores iniciales del proyecto general, en entrevista vía coreo electrónico concedida a Randy Saborit, corresponsal de Prensa Latina en ese momento en Guatemala y publicada el 30 de agosto del pasado año, afirmó que “Abrazar el pensamiento martiano y rendirle un homenaje al más universal de todos los cubanos; es hacerlo con el pueblo cubano, que ha sido generoso y solidario con el nuestro”.
Desde Moscú, donde se encontraba cumpliendo misiones diplomáticas, Meneses Coronado recordaba que “la idea de erigir en Guatemala un monumento al Apóstol de la independencia de Cuba se fraguó en La Habana”. A su vez, Erasmo Lazcano ―otro de los principales artífices de este empeño― en declaraciones a la periodista Raquel Marrero, aparecidas en el diario Granma el 29 de agosto, enfatizaba que “será un Martí de todos y para todos los tiempos” al referirse a la monumental escultura.
El acto de inauguración del Jardín José Martí contó con las palabras de Roberto Blanco Domínguez, Embajador de Cuba en Guatemala; de Rafael Bernal, Ministro de Cultura de Cuba; el canciller de Guatemala, Fernando Carrera; del señor Alcalde de La Ciudad de Guatemala, Álvaro Arzú, y de la presidenta de la Asociación Cultural José Martí en Guatemala, Marina Coronado. Al cierre, se escuchó la voz del trovador cubano Polito Ibáñez, quien viajó especialmente para la ocasión.
“(…) será un Martí de todos y para todos los tiempos”.
Esta fue una de las ideas más ambiciosas previstas en un amplio programa de actividades en aquel momento, en Guatemala, por el 160 aniversario del natalicio de José Martí. Anteriormente, se organizaron las jornadas martianas que cada mes de enero auspicia la Embajada de Cuba, se creó la Asociación Cultural “José Martí” en la capital y se realizó la VIII edición de la Conferencia Científica Internacional “José Martí y los desafíos del siglo XXI para Centroamérica y el Caribe”, que con frecuencia bianual auspiciaba el Centro de Estudios Martianos con el apoyo de las universidades San Carlos de Guatemala (USAC) y Rafael Landívar, y en esta ocasión, tuvo la colaboración del Centro de Estudios Interétnicos de la propia USAC.
La inauguración del Jardín José Martí en la Avenida de las Américas de Guatemala es también un reconocimiento al aporte de Cuba hacia Guatemala en temas de cooperación y al legado de José Martí en la historia guatemalteca y centroamericana.
Regresó José Martí ―desde las manos de dos escultores cubanos― a un espacio significativo en su vida y en su quehacer, donde se le reconoce como una de las personalidades del continente que nutrió la vida intelectual, universitaria y cultural de Guatemala en la segunda mitad del siglo XIX.
El Jardín José Martí es una obra de creación colectiva entre guatemaltecos y cubanos. No hubiera sido posible de otra manera sino a través de la colaboración conjunta en sus distintas etapas. Los proyectos martianos continúan aunando personas, convocando voluntades, acercando pueblos.
Es realmente hermoso el haber formado parte de todo un equipo que hizo posible el noble empeño. Como protagonista de la parte que me tocó, siento la satisfacción del deber cuplido y la inmensa dicha de haberlo asumido con profesionalidad y con infinito amor.
Quiero felicitar a Mauricio Núñez por la historia real que nos describe, sentí al leer que cada detalle por él expuesto me hizo regresar a un pasado para volver a vivirlo.
Muchas gracias.